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Entrevista

Benjamín Prado: "La España del pelotazo es un tema muy galdosiano"

"Los únicos novelistas que están a su altura, son Charles Dickens y Balzac. Más grande que él es difícil"

Benjamín Prado, en la Feria del libro de Las Palmas de Gran Canaria. S. CEBALLOS

¿Hasta qué punto está vigente el legado de Benito Pérez Galdós en la literatura actual?

La vigencia es absoluta. Sus libros no tienen tapas sino puertas, que dan entrada a un tipo de narración realista. Además, mezcla la realidad y la ficción, por lo que a la vez que uno se entretiene aprende cosas y al revés. En eso es un maestro insuperable. Por eso no es que tenga vigencia, es que es un autor inevitable. Ocurre como con Lorca. Tú no puedes escribir poesía en España sin haber leído a Lorca o Cernuda. Pues, de la misma manera, no puedes pretender ser novelista sin haber estudiado la obra de Benito Pérez Galdós. Es difícil, porque no respetarías una de las puertas de entrada a la novela en España. Y no son tantas...

¿Cómo y cuándo llegó usted a la obra de Galdós?

Bueno, es que antes éste era un país mucho más civilizado y se leían libros en los colegios e institutos. Ahora se pasan cuatro fotocopias... Y desde luego uno de los autores que se leía era Pérez Galdós: La de Bringas, Misericordia, Tormento... Yo caí en sus redes desde el primer momento. Después tuve un deslumbramiento absoluto al leer Fortunata y Jacinta. Es una de las grandes novelas de la Historia; de cualquier época. Es una obra que hace inexplicable que no se le diera el Premio Nobel. Lo de Borges a su lado es una injusticia menor. La grande es que no se lo dieran a Galdós. Es una novela infinita, de personajes inolvidables, y una vez que la lees no te libras de ella. Cuando la leí por primera vez yo vivía muy cerca de la Plaza Mayor de Madrid y me iba por las mañanas a leerla allí, con lo cual estaba dentro y fuera de la novela. Fue maravilloso. Después he leído todo y del tirón. En un verano, me leía las obras completas de don Benito: primero las novelas, después los Episodios Nacionales y, por último, lo que quedaba, como Memorias de un desmemoriado. Seguramente es de los novelistas que he leído entero y con mayor placer. Con el mismo placer que él describe leer, al legar a París, las novelas de Balzac. Además es de los autores que más he releído, sobre todo Fortunata y Jacinta. Está entre mis predilectos.

¿Qué hay de Galdós en los autores actuales?

Muchísimo. No hay Almudena Grandes sin Galdós; no hay Andrés Trapiello, Rafael Chirbes, Muñoz Molina... En realidad, no creo que existan escritores que a mí me gusten sin alguna huella de Galdós. Es un gigante. Es un coloso. Es una encrucijada y desde luego, en el terreno de la novela española, no tiene rival. Es una especie de García Lorca en prosa. Es el novelista, sin más. Y mira que hay buenos.

¿A la altura de Dickens?

No, por encima. Bueno, para mí los dos que quizás estén a su altura son Dickens y Balzac. Pero esto no es una carrera de galgos, aunque más grande que él... es difícil.

¿Y qué hay de Galdós en su literatura?

Yo no estaría escribiendo la serie en la que estoy, sin la influencia de Galdós. Si mis novelas vienen de Galdós, la poesía de Alberti. Desde luego, son mis modestos episodios nacionales. Además, si dije que en esta serie iba a constar de diez títulos es porque los Episodios Nacionales son diez. Es mi obligación como buen galdosiano.

¿Es Ajuste de cuentas un ejemplo de esa influencia realista?

Es seguir con esa cosa tan admirable que él hace y que consiste en seguir un acontecimiento real y dejar caer un personaje de ficción como quien deja caer una gota de zinc en un vaso de agua. Todo lo tiñe. Él te enseña que tan importante es conseguir que los personajes de ficción se puedan engarzar dentro de la historia real, como lo contrario. Porque, es muy importante en Galdós que los personajes reales se comporten como personajes de novela. Eso es lo que hace que funcione. Por eso cuando publiqué Mala gente que camina, mucha gente me dijo que había sido injusto con el personaje de Dionisio Ridruejo. Pero es que era por cumplir con las órdenes de don Benito.

¿Se ha preguntado qué estaría escribiendo Galdós si viviera en la actualidad?

Yo espero que escribiera sobre lo que estoy escribiendo yo. De momentos más o menos cercanos a su vida o de su propio paso por el mundo. Lo hizo en Episodios Nacionales. No sé si escribiría sobre los mismos episodios de la historia que yo estoy eligiendo, pero si no, seguro que elegiría los de al lado. La cuestión es escribir de cosas que se basan en experiencias muy personales y que han tenido efecto en tu vida y en el de las personas. Y sobre eso habla Galdós. No es tanto del acontecimiento sino cómo afecta ese acontecimiento a la gente real. Ese es el verdadero tema Galdós.

Le interesaría esta España del pelotazo, de la crisis económica, política y de valores, que usted retrata en Ajuste de cuentas?

Es que de eso escribía él: de las miserias de la burguesía, de la injusticia, de las Fortunatas, las Jacintas y los señoritos Juanito que había y sigue habiendo. Es un tema absolutamente galdosiano. Luego, cada uno tiene su manera de escribir y yo en el estilo no me parezco. Él es un narrador colosal, como lo es Dickens. Yo vengo de la poesía, de la imaginería. Pero vamos, es un maestro absoluto para cualquier narrador español que se precie.

¿Qué autor podría ser el Galdós de la actualidad? ¿Se ve en ese papel?

Yo lo recibiría como una medalla en la solapa. Me parece el gran modelo para cualquiera que pretenda escribir novela en España. El que lo haga no puede menos que reconocer la deuda que tiene con él. Y yo, en esta serie última de novelas, me siento muy en deuda. Por eso me hizo mucha ilusión cuando me invitaron a su casa museo. Como si tengo que ir a nado...

¿Lo reconoce usted como autor madrileño o canario?

Él es canario, pero las que son madrileñas son sus novelas, por la temática. Pero una parte importante de su visión tiene que ver con el hecho de nacer y crecer en una isla. Las cosas no desaparecen, aunque sí es verdad que el paisaje de la obra de Galdós es madrileño. Al pasear por el Madrid de los Austrias yo siento, de verdad, que estoy caminando por una novela de Galdós. Por eso me interesa mucho Memorias de un desmemoriado como centro de la charla. Te enseña otro Galdós. El de Santander, París, fascinado por Balzac, Shakespeare o Londres. Está bien porque le sacamos de ese Galdós madrileño. Canarias sale poco porque en el libro dice que pasa de hablar de su infancia.

¿Cómo ha recibido el Nobel a Bob Dylan, un dylaniano confeso como usted?

Yo lo reclamaba desde hace tiempo. Sobre las críticas y las pegas: casi entendería más que las pusieran como cantante, porque, como autor, se me hace raro. Su obra completa tiene 1.700 páginas y alguien que haya escrito 1.700 páginas es un escritor. Además, llevó la literatura y la poesía, a William Blake, a la canción. Él es eminentemente literario. Escribe como un poeta surrealista y sus canciones se pueden escuchar y leer, algo que se puede decir de pocos. Que se lea alguien las letras de los Beatles. Te mueres de la risa. Pero dales una de Dylan, de Serrat o Sabina. Son géneros distintos. En las canciones de los buenos escritores hay versos que ya quisiéramos para nosotros, los poetas.

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