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CRITICA Sociedad Filarmónica

Javier Perianes, diferente y creador

Javier Perianes, diferente y creador

Se llenó el Teatro para escuchar a uno los grandes intérpretes españoles en el pianismo internacional del siglo XXI. Organizado en dos bloques, Viena y Granada, su programa catalizó la atención oyente por la brillantez, el encanto y, sobre todo, la musicalidad de unas versiones inconformistas. La inagotable novedad de la obra de arte se sustancia en propuestas como las suyas, tan leales a la partitura como rompedoras en la indagación semántica de aquello que se oculta en la grafía -siempre limitada- y en las fórmulas de fraseo. De ahí un Schubert personal y valiente en el contraste dinámico, desmaterializado en la intimidad del cantabile legato, grácil y elegante en la rítmica pero heredero de Beethoven por la coherente densidad de los desarrollos.

Un Schubert, el de la Sonata en la, D664 (póstuma y décima de la serie) que Perianes articula en el poder y la seducción, la solidez estructural y el vuelo poético. O el de las Tres piezas D946, también póstumas, escritas en 1828, año de su temprana muerte, con la intensidad y la audacia de un legado testamentario. Sorprendente la primera por la premonitoria pulsación de la disonancia, que se dulcifica en el pianísimo del motivo central; extraordinario el juego de tensiones en la lírica de la segunda; y contundente la tercera en su brevedad. Referencias memorables.

En el bloque Granada fue admirable la simbiosis Falla-Debussy, con el tombeau dedicado por el español al francés y las tres pìezas españoles del segundo. Las evanescencias de La soirée dans Grenade, el poder de los graves en La puerta del vino y la evocación del piano-guitarra en La serenade interrompue describieron una identidad mucho más sustacial que las aparentes diferencias de estilo. Ese piano trascedente triunfa en la magistral lectura del Albaicín, premonitoria de la Iberia completa que algun día nos dará Perianes. La suite para piano de El amor brujo de Falla fue el glorioso y también transfigurado colofón del recital, con el bis de una bellìsima, tierna, introspectiva Mazurca de Chopin.

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