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Un organista en el salón

Jean Grün equipa su vivienda en Playa del Inglés con un órgano que emula los registros de ocho templos europeos

El espectacular órgano casero de Jean Grün

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El espectacular órgano casero de Jean Grün Diego F. Hernández

Un órgano de iglesia en el salón de casa. El sueño de Jean Grün ya es una realidad. El instrumento preside el salón de su vivienda, en un complejo de bungalows en Playa del Inglés. La tecnología se adueña de las tripas para modular un catálogo de sonidos que ya no precisa del aire que había de pasar por los característicos tubos. Un lujo para este intérprete que le permite tocar en el domicilio los órganos de ocho templos europeos.

Un armazón generoso de madera que custodia a derecha e izquierda los imponentes tubos de metal que apuntan hacia arriba. Tres filas de teclas y pedales completan el instrumento. Y suena como si uno estuviera en cualquier templo europeo donde este peculiar sonido está asociado a la liturgia desde hace siglos. La tecnología lo hace posible. En este caso, es un ingenio fabricado por la marca del empresario alemán Oliver Schmidt, el primero que se comercializa en España de esta gama, y cuyo depositario es Grün. Este organista nacido en Luxemburgo y que trabaja como peluquero en la localidad turística del sur grancanario, llevaba años empeñado en tener en casa el instrumento que le despertó una vocación que la lleva de la mano más allá de un simple entretenimiento.

Maderas de ébano y cerezo en una escala cromática a gusto del cliente, un cuerpo de haya, y una aleación de zinc y cobre para unos tubos sordos, de atrezzo, ya que su función es meramente decorativa. No los necesita este órgano envuelto en circuitería y tecnología midi, que cuenta con dos pantallas táctiles a derecha e izquierda del intérprete, que tiene a su alcance un banco de sonidos que emulan ocho órganos de distintas catedrales e iglesias europeas, de las cuales se reserva la identidad.

Al encuentro con Jean Grün y su recién estrenado órgano de salón acude el constructor Oliver Schmidt y José A. Pérez Alonso, miembro de la Asociación Musical Órganos de Canarias. Un colectivo en construcción que nace con la voluntad de "promover la restauración de órganos en las iglesias, que están en un estado horrible, y organizar eventualmente algún espectáculo, siempre con carácter benéfico, explica Pérez Alonso". Con mayoría de socios extranjeros que residen en la Isla, "gente a la que le gusta la música o que son organistas", detalla el tesorero de la Asociación, este colectivo ha contribuido de distinta manera al órgano de Grün. "Entre ahorros, préstamos y deudas, y con la ayuda de sus amigos, al final ha conseguido traerse esto de Alemania".

Los tres hablan maravillas de lo revolucionario de este órgano electrónico que se presenta como el instrumento ideal para pequeñas iglesias, escuelas y particulares. Del aire primario y el empuje manual, al motor eléctrico, para llegar "al tercer paso que es éste", asegura Pérez Alonso.

"Es un sueño de años hecho realidad", dice Jean Grün mientras se le escapa una amplia sonrisa. Se declara "peluquero de profesión y músico de pasión" este hombre nacido en Luxemburgo, que desde pequeño quedó asombrado con el sonido del órgano en las iglesias que frecuentaba. De niño no pudo estudiar, pero ya mayor, en París y con 40 años, decidió recuperar en tiempo record los años de aprendizaje que no pudo realizar. "Estudié con los mejores", relata Grün, porque "era una meta y me decía que un día lo iba a hacer".

"Si puedo tocar lo hago". Y con esa máxima, Grün , que "tiene una afición desmesurada con la música", según Pérez Afonso, tocó en algunas iglesias de París para luego venir a Gran Canaria. Lo hizo animado más por el clima que porque tuviera amigos o algúna recomendación que llevara sus pasos hasta la Isla. "No conocía a nadie, pero tengo la facilidad de hablar cinco idiomas, y para trabajar no fue un problema. Comencé de peluquero, y a encontrarme a gente de la música, y estuve preguntando en algunas iglesias, en Arucas, en Las Palmas, y no me dejaban tocar porque no me conocían".

Iba Grün con su libreto de partituras de Bach bajo el brazo sin que el conocimiento de las piezas del compositor le reportara ganancia alguna en lo que buscaba. Ya con 50 años, su devenir como instrumentista dio un vuelco. Las peticiones de tocar el órgano de la Catedral de Las Palmas tuvieron recompensa al tiempo. "Vivo a 50 kilómetros, dije en la Catedral, y si puedo tocar yo voy. Comencé poco a poco y ya llevo diez años todos los domingos a mediodía. Estoy muy contento, y ahora empiezo con un profesor alemán para mejorar, y poder improvisar, es una nueva vida". Muestra de ello es que su antiguo órgano lo regaló a la Catedral de Las Palmas. Dice Jean Brün, en referencia a los miembros de la Asociación y amigos que "nosotros somos apasionados de la música, él es el profesional", señalando a Óliver Schmidt. En cualquier caso, y como apunta Pérez Alonso, "los dos son un poco freaks de la música". Jean encontró a Oliver por internet y "la comunicación fue muy rápida" entre ambos.

El imponente órgano que manipula Oliver Schmidt con una digitación de vértigo funciona por ordenador. Lo recuerda otra vez para subrayar como la tecnología pasa por delante del mantenimiento de instrumentos antiguos, con una sonoridad que apenas presenta diferencia para los neófitos. Eso si, que nadie olvide que cada pulsación dispara un sonido grabado con anterioridad. "Un mal organista siempre será mejor que la mejor de las máquinas", puntualiza Schmidt cuando se le pregunta qué dirán los defensores de la tradición del órgano frente a este digital, y cuáles son las diferencias en cuanto a sonido y trabajo. "Este tipo de órganos virtuales se comercializan desde hace más de una década", según Schmidt, pero "sonaban muy distintos, por el software, y una gran parte del valor del instrumento no está en el hardware, y uno de esta calidad existe desde hace tres o cuatro años".

"Uno no se puede negar a la tecnología", dice Pérez Alonso, aunque la diferencia entre uno u otro es el coste. "El problema de tocar con un instrumento antiguo o nuevo es el dinero", sentencia Oliver Schmidt. "Esto no es un pecado [bromea Oliver], en la Biblia no se menciona al órgano por ningún lado€y esto suena muy auténtico, y cuando oyes esto no echas de menos el otro". En su opinión, el instrumento que ha diseñado para Jean Grün, de acuerdo a sus prestaciones, sería mucho más caro. "Un órgano así que fuera auténtico costaría cuatro millones de euros, y con todas las posibilidades que ofrece, además, aquí nadie toca por ti, no requiere mantenimiento, son varias las ventajas", sentencia el constructor. En su opinión, "las iglesias grandes seguirán teniendo sus órganos tradicionales€y este tiene muchas posibilidades para la gente que quiera aprender", dice Oliver Schmidt. El de Grün es el primero que vende en España, y para su fabricación se han empleado tres meses. "El equipo está diseñado para el salón de su casa. Se podía haber quedado solo con mobiliario central, pero quiso todo el atrezzo del órgano, el cuerpo de madera y metal", detalla Schmidt.

Este tipo de instrumentos tiene un coste que oscila entre los 10.000 y 200.000 euros, en función de sus prestaciones. En concreto, éste viene equipado con ocho órganos distinos que permite al organista trabajar con repertorio barroco, romántico e incluso pormedio de las pantallas táctiles incorporar otra familia de instrumentos e incluso la voz. La señal se amplifica con etapas de sonido que conecta con distintos tipos de altavoces de gama alta que se distribuyen en la parte baja para los subgraves, mientras que medios y agudos se sitúan tras los tubos metálicos y a ambos lados del aparato.

El proceso de registro de los sonidos que se incorporan al órgano se hace en las distintas iglesias. A este respecto, José A. Pérez Alonso, relata que "van a una iglesia determinada y se graban con alta fidelidad todos los registros que genere el instrumento en cuestión, y el intérprete puede decir voy a tocar como si estuviera en esta u otra iglesia. Ahora mismo en éste hay grabados ocho órganos, y se puede trabajar en la actualidad con un directorio digitalizado de 150 órganos de Europa y Estados Unidos". Cada órgano nuevo que se instale tiene un precio de mil euros aproximado.

Iglesias, cementerios, hospitales y organistas profesionales son la cartera de clientes habituales de la firma Osi, de Oliver Schmidt. Con una producción anual de una treinta de instrumentos de forma artesanal, el constructor tiene ahora en proyecto un órgano para equipar la sala estatal de conciertos en Oslo, Noruega, de unos doce metros de alto. Schmidt empezó en este negocio hace unos ocho años y desde hace cuatro de manera profesional. Estudió música religiosa y económicas, y lo que empezó como hobby terminó siendo su empresa, para suerte de Jean Grün.

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