Situar al Hombre Murciélago en pleno siglo XIX dirigiendo el afamado manicomio donde conviven confinados todos sus enemigos, es una hábil maniobra para recrear mejor que nunca las ambientaciones góticas de sus aventuras. Y a ello contribuye un autor como Enrique Acatena, repleto de recursos, que sabe crear la atmósfera de pesadilla adecuada en la que el peligro aceche por cada esquina. Todo concluye con otras historias de piraterías en el Caribe.