"El amor por la música nació conmigo". Esta es una de las reflexiones que deja para siempre María Orán y que expresó en varias entrevistas y cuyas respuestas más significativas se reproducen en los extractos a continuación.

¿Cómo cree que nació en usted el amor por la música?

El amor por la música creo que nació conmigo. Desde muy pequeñita sentí siempre una atracción enorme por la música y cantar. Creo que canto desde siempre, desde que tengo uso de razón. A los siete años gané mi primer concurso de canto, en un premio que se celebraba en Tenerife y que se llamaba El Tío Pepote, en Radio Club Tenerife. Ese primer premio fue inolvidable ya que el premio era una gran caja que contenía dos pequeñas muñecas con todos sus accesorios.

¿Cuándo empezó sus estudios de música?

Empecé con tan sólo seis años, primero con solfeo y luego con piano, con Victoria Carvajal. Posteriormente inicié los de canto con Lola Trujillo, y cuando me faltaba un año para concluir mis estudios de canto fui a Madrid y allí terminé la carrera con Lola Rodríguez de Aragón, una gran maestra. Ya ese mismo año hice algo, que me supuso un gran esfuerzo, que fue el curso de virtuosismo del piano con el maestro José Cubiles. Logré el premio fin de carrera de canto y gané el premio Lucrecia Arana. Cuando terminé la carrera tuve que elegir entre seguir con el piano o decantarme por el canto y me decidí por el canto.

¿A que se debió aquella elección? ¿Cómo fueron sus comienzos?

El don que supone tener una voz idónea para cantar ya fue algo decisivo. Además, no creo que como pianista hubiera destacado como gran solista. No tenía la técnica arrolladora que se necesitaba para salir adelante. En cuanto a mis primeros pasos en el mundo del canto, no puedo decir que fueran duros aunque sí algo difíciles a la hora de abrirse camino. Iniciar una carrera, consolidarla y vivir de ella es muy difícil y en aquel momento (terminé mis estudios en el año 64) todavía lo era más. Además, debo decir que esos inicios, aunque duros, fueron muy gratificantes, ya que en el año 63 ya estaba debutando con la Orquesta Nacional de España en una selección que hicieron para el tercer acto completo de la ópera La Valkiria, de Wagner.

Primero alumna y luego maestra. Como docente muchos jóvenes tienen la oportunidad de aprender de usted. ¿Qué le aporta la enseñanza?

Mucho. Creo que no se podría hablar de mí como figura artística sin tener que unir necesariamente la enseñanza con mi vida profesional. Empecé a dar clase en el año 71 en la Escuela Superior de Canto de Madrid, donde estuve ocho años antes de irme a Friburgo donde conseguí una cátedra vitalicia. Nunca he querido renunciar a la enseñanza porque siento verdadera vocación. Además, es muy gratificante poder dar a la gente joven herramientas para que pueda salir adelante y se defiendan en el mundo. Yo me entrego absolutamente en mis clases. Cuando, por motivos personales, renuncié a mi cátedra en Friburgo, decidí volver a Canarias consciente de que esos años de experiencia podrían ayudar a los jóvenes cantantes de nuestras Islas. Creo que Canarias estaba muy desasistida en la enseñanza del canto. La verdad es que a lo largo de estos años se ha notado que se ha suplido esa carencia, de mis aulas han salido muchas cantantes con muy buena formación.

¿Cuál es el consejo más importante que intenta trasmitir a sus alumnos?

Los canarios en particular tienen un talento artístico notable, en todas las disciplinas. Pero si nos centramos en el canto cabe reseñar que aquí hay muy buenas voces aunque tal vez en general se adolece de rigor, exigencia artística y personal. Siempre les recuerdo a mis alumnos que, aunque hay que partir de un talento, de unas condiciones vocales, se debe trabajar con mucha disciplina, esfuerzo y tener una buena preparación intelectual.

¿Cuánto hay de mito y cuánto de verdad en los cuidados que debe tener una soprano?

Hay muchos cantantes que son víctimas de sus propias manías y miedos, pero eso no es lo que les quiero inculcar a mis alumnos. Hay que cuidarse de una forma racional, normal. Está claro que la voz es un instrumento que forma parte de nuestro cuerpo y está expuesto a todo tipo de condicionamientos desde unos más físicos a otros más psíquicos y, por lo tanto, debemos cuidarlo pero sin vivir obsesionado con ello. Hay muchas personas, compañeros, que viven obsesionados en ese sentido y no sé hasta qué punto puede compensar vivir una vida así, con esos miedos.

¿Cuál cree usted que es su peculiaridad como cantante?

Creo que podría ser la versatilidad de géneros y estilos en que he desarrollado mi carrera. Hoy en día los cantantes están más especializados. Yo, sin embargo, he abordado el repertorio operístico muy representativo y muy importante de mi cuerda, que es la de soprano lírica, desde Monteverdi hasta Messiaen pasando por Mozart, Puccini y Verdi... Pero también además de las composiciones operísticas he cantado casi todo el repertorio de oratorio que pueda existir para la voz de mis características, desde el Romántico al Barroco al Moderno, a estrenos mundiales de oratorios. A lo largo de decenas de recitales he abordado todo un amplísimo repertorio de la canción internacional pero sobre todo del lied del romanticismo alemán y de la melodía francesa que canto con gran placer. ¡Y qué decir del repertorio español! del que he cantado todo lo habido y por haber. Además, he hecho como cien estrenos de canciones, españolas sobre todo. A lo largo de mi carrera resaltaría que tuve la suerte de trabajar y ser acompañada al piano por compositores como Federico Mompou, Joaquín Rodrigo, Óscar Esplá, García Abril... Tuve ese enriquecimiento directo de estudiar de primera mano las obras con compositores importantísimos de nuestra época.

Muchos compositores han escrito canciones pensando en su usted...

Sí, canciones dedicadas puedo tener unas cincuenta y de estrenos totales pueden ser unas cien. El que un compositor escriba una obra pensando en mí ha sido un auténtico sueño hecho realidad y que agradezco enormemente. Una vez tuve una sorpresa preciosa, y es que aparecieron cinco canciones con textos de Rosalía de Castro que el compositor lisboeta Joly Braga Santos me había dedicado. Para mí fue una emoción muy grande.

¿Hay una teórica barrera entre la ópera y el gran público?

En general existe una predisposición de que ésta es una música culta y por lo tanto el público no se siente animado a acudir a los conciertos, cuando lo importante es atreverse a ir, intentar entender, sentir la música y dejarse inundar por ella. Si tienes conocimiento, obviamente, puedes valorar más la interpretación, pero en algunos casos esto no significa que lo hagas mejor. Yo fui profesora en Alemania durante 15 años y te das cuenta de muchas cosas que diferencian a ambos países. Allí la gente nace y va a la ópera como si fuera al cine, aunque he de admitir que en España todo se ha abierto mucho, tras las autonomías y la llegada de más orquestas en las últimas décadas. Ahora hay más juventud y se admira mucho más la voz y el hecho de ir a un espectáculo de este tipo.