Recordamos la llegada de Pierre Sinibaldi a la Unión Deportiva Las Palmas en julio de 1971 y de qué manera nos sorprendió a todos al expresarse en un español "afrancesado" que, sin embargo, todos entendimos, incluidos los propios jugadores. Sus palabras fueron concisas, directas, "al grano". Iban a iniciarse los entrenamientos de la temporada 1971-72 y en sus primeras palabras Sinibaldi pidió a los jugadores "disciplina, seriedad y ambición" como profesionales del fútbol que eran, y añadió además, con énfasis, la exigencia de la necesaria mucha dosis de confianza que deben tener en triunfar, "confianza que yo tengo, como factor clave para el triunfo, porque yo formo parte también del equipo y todos debemos estar involucrados en nuestro trabajo para alcanzar el fin que nos proponemos", añadió.

Pierre Sinibaldi, además de todo un caballero y todo un señor, siempre fue extraordinario deportista: serio, honrado, caballeroso y profesional. Recordamos aquel primer día de trabajo sobre el césped del Estadio Insular cómo el propio Sinibaldi realizó los mismos ejercicios que imponía y exigía a sus jugadores. Él traía fama de conocer como muy pocos los secretos de la preparación física, que aquí revolucionó hasta el punto que intensificó su práctica de tal manera consciente de que aquella temporada que iba a iniciarse era la primera cuyo campeonato de Liga contaría con 18 equipos y el técnico francés afrontaba el reto con la confianza clara de quien había llegado a Gran Canaria con la vitola de ser considerado entonces por la prensa especializada del continente como uno de los más prestigiosos entrenadores de fútbol de Europa. El fútbol francés siempre contó con excelentes entrenadores, además de poseer una de las mejores escuelas de fútbol del mundo -él era profesor universitario de Educación Física-, aunque Pierre Sinibaldi donde forjó su fama fue en Bélgica, en el Anderlecht, equipo que revolucionó los conceptos técnico-físi- cos adaptados por el técnico galo.

Pierre Sinibaldi llegó a Las Palmas con sus ideas, su sistema y, sobre todo, con su gran ilusión, y a lo largo de las cuatro temporadas que permaneció en la dirección técnica de nuestro equipo representativo, dio abundantes muestras de lo que Emil Osterreicher había manifestado semanas antes en Madrid a nuestro entrañable compañero Antonio Lemus, que publicó en nuestro periódico LA PROVINCIA: "Sinibaldi es hombre que predica con el ejemplo". Así lo hizo siempre. Fue hombre serio, responsable y enormemente trabajador, además de ser todo un caballero, con un trato exquisito, rozando lo sublime.

En nuestra actividad profesional como periodista tratamos mucho a Sinibaldi. No sólo en Gran Canaria sino cuando coincidíamos en los viajes con el equipo a la Península. En cierta ocasión nuestro particular amigo José de Aguilar Hernández, entonces directivo del club, nos contó una anécdota que le ocurrió con Sinibaldi. Fue en Bilbao. Pierre se dirigió a él y le dijo: "Don José usted me puede anticipar ocho mil pesetas; es para comprarme una cazadora negra que acabo de ver en un escaparate, y me gusta". Fue la cazadora negra que siempre lució en los entrenamientos y en el banquillo, durante los partidos.

Pero debajo de aquella cazadora, llevaba la camiseta de color amarillo, con el escudo de la Unión Deportiva Las Palmas, "equipo al que llevo y llevaré siempre en mi corazón".

De eso dio múltiples muestras y estamos absolutamente convencidos que él lo estuvo siempre de los valores de la cantera y era habitual espectador en el López Socas de los encuentros del campeonato regional en que participaba el Aficionado del U.D., donde en cierta ocasión alguien le preguntó si contaba con Páez, y él, sin pestañear, respondió: "Páez juega conmigo hasta de portero, si es preciso".

Pierre Sinibaldi ha muerto. Se nos ha ido un amigo, todo un caballero, y todo un señor, además de un extraordinario entrenador, que dirigió al U. D. Las Palmas en 166 encuentros, durante las cuatro temporadas que lo entrenó, desde 1971 a 1975.

Aquí dejó una pléyade de amigos y a una afición que siempre guardará de él el mejor de los recuerdos y la más alta estima. Descansa en paz, amigo Pierre.