Los equipos de fútbol juegan mejor con el piloto automático. Sacan el inconsciente de dentro, su lado más lúdico y pueden llegar a hacer disfrutar al público como les ocurrió ayer a la Unión Deportiva y Sabadell, que se desinhibieron en la segunda parte y convirtieron el trámite en un bonito divertimento. La victoria amarilla por 3-2, con goles de Francis Suárez, Mauro Quiroga y Vitolo, alegró el final del torneo a la hinchada del Gran Canaria, a quien se le hizo tan larga la temporada que ha preferido presenciar los últimos episodios desde la playa en vez de acudir al campo.

El relato del encuentro comenzó a hilvanarse desde los primeros compases del mismo. Antes de cumplirse el minuto inicial, Francis Suárez, que ha realizado un digno final de torneo, recogió en el balcón del área un mal rechazo de Agustín, capitán forastero, y envió con un disparo perfecto el balón al fondo de la jaula de Mackay. 1-0. Solo habían corrido 54 segundos en el luminoso. La historia no podía comenzar de mejor manera para los locales, que después se durmieron en los laureles ante un rival respondón.

El equipo de Lluís Carreras es atrevido, tiene inoculado el buen juego con ADN de la escuela Barça y más aún estuvo fresco sin tener taras clasificatorias que se lo impidiesen. Como aperitivo, Luna tiró un falta al travesaño, tras rozar la pelota Raúl Lizoain, antes de llegarse al cuarto minuto y poco después el Sabadell, sin mucho más mérito, empató la función. El servicio, desde la derecha, de Óscar Ramírez bien tirado al punto de penalti tuvo su réplica en Ezequiel, que con potencia igualaba las fuerzas en el tanteador.

El partido tenía pinta de volverse completamente loco para alegría de los graderíos, pero la cuestión, sin motivo aparente, se frenó en seco durante más de media hora. El césped se llenó de sosería y todos recordaron que aquello era un encuentro sin chicha y con el final del campeonato encima sería probable que los jugadores no tuvieran ganas de jarana sino de vacaciones.

Solo un pase filtrado de Javier Portillo en medio de los centrales, que desaprovechó Francis ante el portero adversario, fue de lo poco que se llevaron a la boca los cuatro mil y pocos aficionados en la primera parte. Eso y un par de llegadas con peligro de Quiroga, que sustituyó al lesionado Dani Castellano, además de un disparo malintencionado de Portillo cuando Lesma López ya miraba su reloj fue lo mejor del acto inicial.

La segunda parte se desperezó con un tiro alto de Javi Castellano, en el 49, cuando Mackay había salido a por uvas en un córner. A renglón seguido, el mismo protagonista, que ha fallado muy poco durante el campeonato, cometió un incomprensible penalti por meter el codo cuando el balón le superaba. Antonio Hidalgo, extinerfeñista, no perdonó desde el manchón de los 11 metros, aún cuando Raúl Lizoin a punto estuvo de frenar el lanzamiento esquinado.

El 1-2 rompió el encuentro de nuevo. Las Palmas se dejó de pases en horizontal, su gran pecado durante el curso, y se dispuso a marcharse con ganas y verticalidad hacia el área rival y la cosa ya parecía otra. Los amarillos entendieron que la derrota para sellar el curso era un resultado feo y comenzaron a remar para poner el viento a favor.

Portillo, asistente

A falta de fortuna con la portería rival, Javier Portillo se convirtió en letal pasador y volvió a colar un servicio entre el lateral izquierdo, Bermudo, y el central, que Mauro Quiroga, con arte, tras regatear al guardameta, convirtió en el empate para satisfacción de la grada.

El juego, lejos de ataduras tácticas y órdenes imperativas desde la banda, se convirtió en un auténtica pachanga de ida y vuelta. Mientras los futbolistas más talentosos campaban a sus anchas por el terreno de juego, con taconazos, dejadas, requiebros y fantasías variadas, el público se entretenía con el coraje de Pedro Vega, quien ayer pudo realizar su último servicio al escudo. El extremo de San Mateo exhibió un buen repertorio futbolístico, que no encontró más recompensa que el aplauso sincero de las plateas, que corearon su nombre en señal de respeto y admiración a un jugador que ha completado un curso negro pero con distinguida profesionalidad.

Fue Pedro Vega, con un córner directo al portal visitante, quien recobró el relato hostil de la Unión Deportiva en el partido, después de minutos sin excesiva profundidad del grupo de Juan Manuel. Los amarillos, mediado el segundo tiempo, ya dominaban con suficiencia a su adversario, que había perdido el gobierno de la pelota y su iniciativa sobre la portería de Raúl Lizoain, quien apenas alteró su ritmo cardiaco hasta el final.

Definitivo

El gol de Vitolo, en el 71, sucedió como una obra natural del destino futbolístico de este encuentro. Tras un rechazo, a disparo de Enrique Corrales, el balón cayó al interior derecho, quien con un gesto técnico impecable se quitó de encima al portero en un extremo del área pequeña y dio un pase al fondo de la red. 3-2, victoria, y todo despachado.

De ahí al final, el duelo terminó por desbaratarse con ocasiones claras para la Unión Deportiva, como un cabezazo al travesaño de Mauro Quiroga o un chut de David González, pero el marcador no se movió. El avión, con el piloto automático puesto, aterrizó con el 3-2.

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