El espejo de Kobe Bryant era Jordan en todo: el estilo, la personalidad, la condición de líder, los gestos, el egocentrismo y hasta la manera como el legendario jugador de los Bulls sacaba la lengua.

Después de que los Hornets cediesen sus derechos a los Lakers, Bryant no tuvo reparos en afirmar nada más llegar a Los Ángeles que quería ser el "mejor del mundo" y para eso se entrenó como nadie, llegaba cuatro horas antes al campo para hacer tiros a canasta.

Su esfuerzo le comenzó a dar la recompensa merecida al convertirse poco a poco en la figura de la NBA y ocupar el puesto que Jordan había dejado vacante cuando, al concluir la temporada 1998, decidió retirarse por segunda vez.

En ese momento Bryant ya era el líder indiscutible con los Lakers, que iban a recibir como nuevo entrenador a Phil Jackson, el mismo que había ganado seis títulos con Jordan, y que llegaba con el pívot estrella Shaquille O'Neal. Los tres convirtieron de inmediato al equipo angelino en campeón.

Bryant conseguía su primer título de liga en el 2000 y aspiraba a llegar al menos a los seis que conquistó Jordan. Tim Duncan, de los Spurs, era la imagen perfecta del jugador de equipo y O'Neal el baloncestista más dominante de la liga. Pero Bryant los superaba con la espectacularidad de sus acciones en el campo y su gran popularidad.

Se podría cuestionar su egocentrismo, los problemas legales de la acusación de presunta violación a los que se tuvo que enfrentar, pero Bryant se convirtió por méritos propios en el jugador más importante de la NBA entre el 2000 y 2010. Haber recogido la antorcha que dejó Jordan permitió al mundo de la NBA no crear un vacío que hubiese sido muy difícil de cubrir.