Más que al Eibar se trataba de derrotar al Eiburgo. Sí, el rival estaba sobre el césped del Bernabéu y venía de la localidad armera más famosa del País Vasco, pero todas las mentes se proyectaban sobre el martes. Como si de un ensayo general se tratara de cara al choque europeo ante el Wolfsburgo, el Real Madrid convirtió la cita frente al Eibar en una tarde para coleccionar razones para la remontada. Si algo tiene el madridismo es su optimismo crónico, basado principalmente en una sala de trofeos desbordante. Machacado el Eibar (4-0, resultado ya obtenido al descanso), la vista se centraba en la vuelta de los cuartos de la Liga de Campeones. No parece que resulte tan sencilla la visita germana como la del Eibar, dispuesto a enlazar las vacaciones de Semana Santa con las veraniegas. Pero el encuentro sí dejó algunas razones para mejorar la autoestima blanca.

Zidane, por si había alguna duda, también estaba pensando en lo del martes. Elaboró una alineación basado en tres ideas: descanso para las piernas con más kilómetros (Modric, Navas, Marcelo, Bale?), palmada en la espalda a los necesitados de mimos (James e Isco, principalmente) y, entre ellos, Cristiano Ronaldo, un caso aparte. Un jugador al que por su carácter no se le puede privar de ningún recreo. El Madrid no quiso esperar a conocer la reacción del Bernabéu tras el trompazo alemán y decidió atacar desde el primer minuto. Estrategia efectiva para arrastrar a los aficionados indecisos. El primer agraciado en el capítulo de rehabilitaciones exprés fue James. El colombiano chutó una falta casi en la línea del área con el interior, buscando el ángulo bajo lejos de la perezosa estirada de Riesgo. El 1-0, a los 5 minutos, puso de manifiesto que el Eibar también estaba dispuesto a dosificar sus esfuerzos.

El Madrid siguió su ensayo de finalización de jugadas. Como un jueves cualquiera en Valdebebas. A los 18 minutos Cristiano pisó área, su hábitat natural, y cedió para Lucas Vázquez, que definió con la zurda de primeras. El tercero llegó un par de minutos después. Esta vez fue Jesé el que corrió y pasó y Cristiano el que lanzó a la red. Durante todo el primer acto, monólogo blanco, se vio más a Mendilibar lanzar improperios desde la banda que a Casilla, espectador con una tarde plácida. Antes del descanso, llegó el cuarto. Esta vez fue Jesé, que ha avanzado algunos cuerpos en la escala de importancia desde la llegada de Zidane. Trata ahora el canario de reencontrar su carrera como delantero centro.

Al descanso la sensación fue que ya se había visto todo lo necesario. El Madrid había lucido pólvora, algo intrínseco a una plantilla tan poderosa, y algunos de los futbolistas con menos protagonismo habían recibido aplausos con efectos reanimadores. Se supone también que Mendilíbar, carácter competitivo, no habrá sido especialmente amable con sus futbolistas al descanso.

La segunda parte supuso un respiro para el conjunto armero, ya con el goleador Bastón en escena, aunque el juego siguió inclinándose hacia la portería de Riesgo. Cristiano, en busca del algún récord por conquistar, puso el picante en el ataque blanco mientras Bastón le daba réplica. Zidane siguió ejecutando su guión y retiró a Casemiro para dar entrada a Kovacic. Más tarde entró Danilo y el plan de sumar buenas voluntades sufrió una ligera crisis: la afición recibió al brasileño con pitos.

El lateral se deshizo de las críticas y de la alargada sombra de Draxler entrando en juego, pidiendo la pelota y atacando. La tarde era apacible pero la actitud demuestra personalidad. Lo intentó con un chut lejano y un desmarque como improvisado nueve en el que se le fue el control.

El partido agonizó con el centro del campo como zona de paso, en un duelo de ida y vuelta. Pudo matizar el resultado el Eibar pero el cabezazo franco de Borja Bastón se fue al travesaño y el Real Madrid firmó con satisfacción una sesión rehabilitadora de cara al trascendente duelo del martes.