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Fútbol Copa del Rey (final, el análisis)

Vitolo, un viaje del cielo al infierno

Héroe ante el Liverpool, en el Calderón no pudo frenar a Alba en la acción del 1-0 en la prórroga

Víctor Machín Pérez pugna con Alba, en la acción del 1-0, en la primera parte de la prórroga. SERGIO PÉREZ / EFE

El Calderón, la zona cero del gladiador del Polígono de San Cristóbal. El trago más amargo. La edición número 114 de la Copa del Rey tuvo un final macabro para Víctor Machín Pérez 'Vitolo'. El extremo grancanario del Sevilla, solo cuatro días después, de coronarse en el estadio St. Jakob Park de Basilea (Suiza), con su tercera Liga Europa, sucumbió en la prórroga ante el Barça del mesías. Cuando Messi alza la voz, es un tornado despiadado de caviar.

La Pulga, con dos asistencias imposibles, solo al alcance de los mitos, desactivó la resistencia de un Sevilla que desperdició casi una hora (56 minutos) de superioridad numérica en el ardor de la batalla.

Y es que la sexta final de Vitolo con el ejército de La Giralda acabó bajo un manto de desidia e impotencia. Demasiado castigo, pero es la ley del balón. A sus 26 años, era la primera final del torneo del 'ko' y lució con decoro su etiqueta atlética y letal. El '20', con Iborra y Gameiro, se dejaba ver en un pulso total [que era la reedición de la final de la Supercopa de Europa, del pasado agosto, que terminó 5-4 para los culés ante el conjunto de Unai Emery].

Sin goles, y un Vitolo combativo, se alcanzó la primera parte de la prórroga. Y llegó el fatídico minuto 96. Ya en igualdad de condiciones, tras la roja del cerebro Banega en el 90 -Mascherano la vio en el 36-, el Sevilla saltó por los aires. Era el inicio del fin. Messi, en la parcela central, sin la presión exigida, levantó la cabeza y sacó su GPS de oro. Telegrafió un pase mágico para Alba que entró como un cohete.

Z La sombra de Bale

El lateral del Barça, ya sin Mariano, que dejaba toda la autopista como única responsabilidad del isleño, se coló hasta el corazón del dragón. Alba firmó un control poderoso y aprovechó la indecisión de Rico -que dudó en su salida y se quedó junto a su palo derecho-. Vitolo se rehizo, presionó con el alma pero no pudo congelar el remate que marcó el partido. Que marcó la final y la leyenda traicionera de la Copa.

Por unos segundos, ya con el 1-0, apareció en la memoria colectiva, la cabalgada de Bale, en la final de Mestalla de 2014, que dejó a Bartra fuera de circulación. Y el tren de alta velocidad galés logró definir como los ángeles ante un inofensivo Pinto. Una de esas carreras en las que participa el diablo. Como la de Alba con Vitolo. El esprint de la crueldad, para decantar la corona para el Barça de Leo y Neymar. Con el brasileño como estilete, llegó la sentencia en el último segundo de la segunda parte de la prórroga. Sin Banega, se desintegró el paraíso. Luego Carriço se fue a la calle. Se desplomó el castillo de Emery.

Tras los noventa minutos de la final de la Liga Europa del miércoles ante el Liverpool, ayer Vitolo padeció algo más de 120. Un desgaste brutal de 210 minutos. Primero en el costado derecho y luego por la izquierda, el exjugador de la UD Las Palmas terminó de organizador. Le tocó soportar la retirada de Mariano y la roja de Banega. Un infierno.

Dejó para la galería, en la primera parte, una acción 'maradoniana', a la que solo le faltó el remate. Fue una final agónica, padecer y padecer, en el que la roja a Mascherano pintó el escenario perfecto. Pero faltó frescura y gasolina. Iborra y Gameiro no encontraron la guillotina. Un escudo cándido, la peor receta ante un ogro diabólico con Iniesta, Messi y Neymar en su interior.

Z Por la derecha y de Banega

Vitolo, con su toque barroco, sometía a un Barça caótico, que resistía una y otra vez. Pero fue señalado por la fatídica acción del gol de Alba. Sin Mariano, Víctor Machín Pérez 'Vitolo' emprendió una carrera de fuego con el lateral del Barça. Tras el golpeo del defensor, que pilló a Rico muy próximo a su portería, el tanto azulgrana en la prórroga desequilibró la balanza de una batalla hermosa. Y se fue la luz.

La roja a Banega se convirtió en un suplicio para todo el bando sevillista. Una pesadilla para los poetas de Nervión. Con el balón pegado a la bota, Vitolo nunca renunció a la lucha ante Alves e Iniesta. Siempre estuvo al filo del abismo. Pero no se arrugó, pidió la pelota y su traje de Armani se mantenía impoluto.

En su caballo blanco, y tras tres finales gloriosas de Liga Europa, y dos de talante trágico de en la Supercopa de Europa -que acabo con derrotas ante Madrid y Barça-, a Vitolo le faltó la gloria del gol. Se estrelló el Sevilla ante un Piqué imperial, y en esa fase de superioridad, faltó el espíritu aslvaje de Vitolo. Pudo cerrar una temporada mágica, que coloca al isleño en la lista de los mejores atacantes del Viejo Continente.

Ignorado por Del Bosque, para la fase final de la Eurocopa de Francia, Vitolo descendió del cielo al infierno. El cruento destino de la gran estrella del Sevilla, que por un centímetro no pudo frenar a Alba, y los fantasmas de un Messi imparable.

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