El Herbalife Gran Canaria, cuando se pone a jugar al baloncesto, funciona como la milicia popular que derivó en comuna para gobernar París durante 60 días y enfrentarse a las tropas imperiales de Guillermo I de Prusia en la primavera de 1871. Todos suman, todos producen y todos reman en la misma dirección en busca del bien general. Es, en definitiva, una delicia coral. Ayer, en el segundo partido de la serie de cuartos de final que le mide al Laboral Kutxa en el Playoff por el título de la Liga Endesa, el equipo que entrena Aíto García Reneses afinó todos sus instrumentos al detalle para sonar como la mejor orquesta del mundo, superar (93-87) a un rival duro de pelar, ganarse una vida extra en las eliminatorias finales y forzar un tercer duelo, ya de carácter definitivo, que se disputará el martes (19.30 horas, Movistar+) en Vitoria.

No es un asunto menor el Granca cuando se pone bravo. Tiene tanto talento que le puede pintar la cara al adversario más fiero. Que se lo pregunten al Laboral Kutxa, presente en la Final Four de la Euroliga esta temporada y que ayer fue incapaz de contener a un equipo que hizo rebosar todo lo bueno que tiene dentro para levantar un triunfo descomunal. Para ganar, el conjunto claretiano se fue hasta los 93 puntos ante un contrincante que, en los 35 encuentros anteriores que disputó este curso en la ACB, sólo encajó 79,4 puntos de media. No se quedó ahí la proeza amarilla, que contó con seis jugadores capaces de sumar 10 o más puntos -Albert Oliver, Alen Omic, Sasu Salin, Eulis Báez, DJ Seeley y Xavi Rabaseda-, que ajustó piezas para corregir errores del primer pulso -esta vez dominó sobre la pintura para capturar 11 rebotes más-, que tuvo la maña para atar en corto en momentos puntuales a tipos como Ioannis Bourousis, Mike James o Kim Tillie y que siempre fue intenso -durante 40 minutos- para mantener un ritmo de juego tan alto como inalcanzable para el Baskonia.

El segundo partido de la serie entre el Herbalife Gran Canaria y el Laboral Kutxa empezó como concluyó el primero: con Darius Adams, el base del conjunto vitoriano, empeñado en ejercer de carcelero del tiempo. El base de Illinois anotó la primera canasta y, a partir de ahí, durante un buen rato, todo sucedió a su antojo. Corrió el Baskonia, con Adam Hanga de escudero al galope -sumó cinco puntos consecutivos en transiciones rápidas-, y el equipo claretiano aceptó el desafío con descaro. Con el rival empeñado en gobernar sobre el parqué para despejar su camino hacia semifinales, el Granca voló ligero como una mariposa y picó duro como una abeja para devolver cada golpe encajado. Si Adams ordenaba y mandaba -al minuto siete ya había anotado 10 puntos (16-14)-, el cuadro de García Reneses tiraba de solidaridad para ganarse el respeto.

Al final del primer cuarto, con el acierto en el lanzamiento subido por ambos equipos (23-20, para proyectar una anotación que rondaba los cien puntos en el bando local), en el Herbalife ya habían martilleado el aro del Laboral Kutxa siete jugadores -Báez, Newley, Salin, Omic, Rabaseda, Pangos y Oliver- y por la pista habían desfilado hasta diez jugadores, una cadencia de producción en las filas amarillas que se convirtió en un ochomil invencible para el Baskonia. Un parcial 9-0, tras un empate a 26 -tras dos tiros libres anotados por un MVP, Bourousis, bien anulado por la red de ayudas en defensa que ordenó Aíto sobre él-, disparó al Granca en el minuto 15 (35-26). Intentó detener la hemorragia Velimir Perasovic antes del descanso, pero el técnico croata fue incapaz de dar con la tecla adecuada entre las opciones que le ofrece su plantilla y los límites del reglamento.

En el minuto 17, tras un tanteo 6-2, el Herbalife disparó su ventaja por encima de los diez puntos (41-31) y desmontó, pieza a pieza, a un adversario que ni siquiera sabía de donde la caían los golpes. El cuadro amarillo, con la muñeca tonta -53% de acierto en tiros de dos y un 41% en los triples al descanso-, se convirtió en un rodillo en ataque mientras a la carrera, sin parar, enmendaba el problema que le condenó en Vitoria el viernes al marcar como un león las dos zonas y dominar en el rebote -16 rechaces más en el ecuador del envite-. Con ese panorama, Perasovic forzó una técnica para intentar condicionar el resto del arbitraje y justo en ese momento, entre el final de la primera parte, el camino a los vestuarios y el arranque del tercer cuarto, el Laboral Kutxa se diluyó como la URSS después de la caída del Muro de Berlín.

No es tan fiero este Baskonia como el que reunió Josean Querejeta para asustar hace unos años por media Europa con tipos como Calderón, Prigioni, Macijauskas, Nocioni, Scola. Mickeal o Splitter en sus filas. Un parcial 15-0 -8-0 justo antes del intermedio (49-37, min. 20) y 7-0 en la reanudación (56-37, min. 22)- fundió los plomos a un equipo que sin ideas para reconducir la situación señaló a los árbitros como los únicos culpables de todos sus males. En el túnel de vestuarios, camino del descanso, Perasovic y sus ayudantes provocaron un incendio que se resolvió entre palabras subidas de tono, algunos empujones y la falta de agallas de los colegiados para expulsar al técnico del conjunto vasco que, al final, con la vista puesta ya en el tercer -y definitivo- partido de la serie, encontró por ahí un subterfugio para justificar la derrota.

La explicación del resultado final, sin embargo, no tiene una condición tan subjetiva. El Granca se impuso con hechos, por una cuestión de baloncesto y con todo lo relacionado con el juego. No se descompuso cuando el vio los colmillos a un Laboral Kutxa que, sin alcanzar un nivel sublime se enganchó al partido tras un dibujar un parcial 0-11 sobre el parqué. Se entonó Bourousis, desde más allá de la línea de 6,75 metros -anotó tres triples en la segunda mitad- y a la sombra del gigante griego sus compañeros se vinieron arriba. El arrebato visitante no asustó y ante cada paso al frente que dio su rival tuvo la capacidad de ajustar piezas para encontrar una solución a cada problema que le planteaba el Baskonia.

A cuatro minutos para el final del encuentro, la ventaja del Herbalife parecía un recuerdo lejano (80-74). Fue entonces cuando aparecieron las manos rápidas de Rabaseda para anotar un triple y robar dos balones para serenar los ánimos de un equipo, el de García Reneses, que nunca dejó de creer en su fuerza, un impulso que reside en su solidez como colectivo (93-87, final). Y así, con eso, que no es poco, mañana se plantará en Vitoria en busca de otra hazaña.