Un puñado de compañías de transporte de pasajeros realiza el trayecto cada día entre Nuakchot, la capital de Mauritania, y Nuadibú, el principal puerto pesquero del país, por unos 14 euros. A la derecha, el inmenso desierto y más allá, la inestable Malí. A la izquierda, uno de los mares más ricos del mundo. Tres jóvenes discuten acaloradamente en los asientos traseros. "No sé en dónde vamos a trabajar ahora", dice uno de ellos. Desde hace unos cuatro meses la mayoría de los grandes barcos europeos que faenaban en estas aguas han desaparecido como por arte de magia. Los chicos están preocupados.

Esa misma noche, el presidente Mohamed Uld Abdel Aziz se dirige a la nación. Es la fiesta del 28 de noviembre, Día de la Independencia. Aziz acaba de regresar al país después de haber pasado 40 días hospitalizado en Francia a causa de tres disparos que recibió por error en un confuso incidente con un soldado de su propio Ejército. Desde entonces el ambiente político había estado caldeado y los rumores de golpe de Estado circulaban por todo el país. Sus palabras eran muy esperadas y, en ellas, reserva un hueco para el tema de la pesca, lo que nos habla, sin duda, de la importancia estratégica que tiene aquí: "El Gobierno persigue sin descanso la puesta en marcha de una política de preservación de nuestros recursos haliéuticos y de su explotación racional. Con este motivo hemos revisado la convención de pesca con la Unión Europea", dice en su discurso televisado. Preservación y explotación racional, esas son las palabras más repetidas estos días entre los responsables del sector.

26 de julio de 2012. Tras siete rondas de negociación, Mauritania y la Unión Europea firman un nuevo acuerdo pesquero, pendiente de ratificación por parte comunitaria, que afecta a la flota española que faena en este caladero. A los pocos días entra en vigor de manera provisional. Desde España, principal país afectado, se vive como un mazazo y se rechaza el acuerdo. En Mauritania lo consideran todo un éxito, un ejercicio de soberanía. La pesca de cefalópodos, el gran recurso pesquero del país, queda totalmente prohibida para los barcos extranjeros y sólo se permite a los mauritanos. Con respecto a las especies pelágicas, se fija a la flota europea una prohibición de pescar a menos de 20 millas de la costa (antes estaba fijado en 10 millas) y se obliga a la presencia a bordo de un 60% de personal mauritano, frente al 30% anterior. Asimismo, hay que descargar en puertos mauritanos y un 2% de las capturas debe cederse al Gobierno africano para el consumo local.

¿Qué ha llevado a adoptar estas drásticas medidas? Desde hace algunos años distintos informes técnicos y científicos venían alertando de algo que era evidente para los pescadores mauritanos: la sobrexplotación del caladero. Nunú lleva toda la vida pescando aquí. "Ha habido un claro descenso de las capturas, sobre todo del pulpo. Muchos barcos, no sólo españoles, sino también coreanos, rusos, chinos y de otros países, no han respetado los límites y los periodos de tiempo razonables para que las especies puedan sobrevivir. Esta zona es muy rica, pero no se puede seguir con este expolio si queremos preservarla para las generaciones futuras", asegura.

El pulpo es estratégico para Mauritania. De él dependen unos 25.000 puestos de trabajo. La apuesta del Gobierno es clara. Quiere que este recurso sea explotado por los mauritanos y para ello ha adoptado dos medidas. La primera es la prohibición de pescar a los extranjeros. La segunda, desarrollar este sector en Mauritania. "¿Por qué tenemos que venderlo a cambio de una contrapartida muy baja si lo podemos explotar nosotros de una manera más racional?", añade Nunú. Para facilitar este desarrollo el Gobierno ha puesto en marcha una serie de créditos especiales a través de cajas de ahorros para financiar la compra y puesta en marcha de flota cefalopodera y de toda la industria en tierra en torno al pulpo.

La otra gran queja mauritana es la falta de inversión por parte europea. De esto no se habla mucho en Europa, pero lo cierto es que los acuerdos de pesca con terceros países implican no sólo una contrapartida financiera, que para el nuevo acuerdo ha quedado establecida en 67 millones de euros anuales, sino también otros compromisos, como el de favorecer una pesca responsable y sostenible en dichos países, de manera específica mediante el apoyo y sostenimiento de este sector. Desde la óptica mauritana, la UE no se ha comprometido a la hora de invertir en infraestructuras, formación o en instalación de fábricas transformadoras.

A pocos metros del puerto industrial de Nuadibú, los japoneses están preparando la construcción de un nuevo muelle. "Ellos son nuestro principal mercado, no pescan aquí, pero compran buena parte de la producción. A cambio, invierten. ¿No pueden hacer lo mismo los europeos?", asegura Sid'Ahmed Abei, responsable nacional de la Pesca Artesanal de la Federación Nacional de Pescadores (FNP). "Los europeos volverán a pescar", añade, "si hay problemas podemos intentar resolverlos". Y si no, chinos, rusos y otros ya están aquí. Y aceptan las condiciones. La presencia de socios emergentes, competidores por el único caladero interesante que queda en esta parte del mundo, inquieta a Europa.

La apuesta mauritana ha sido fuerte, pero hay un dato clave para entenderla. La pesca representaba hace no mucho tiempo un 45% de los ingresos del país. En la actualidad ha bajado al 30%. La razón no es que se pesque menos, sino que otros recursos emergentes han ido ganando peso en el PIB mauritano, sobre todo relacionados con la minería (oro y uranio) y el petróleo. Mauritania está creciendo a buen ritmo, en torno al 5% anual, y, al mismo tiempo, la dependencia de la pesca es cada vez menor, lo que permite que, por primera vez, pueda hacer el esfuerzo de regular esta actividad de manera más estricta, algo que, por otra parte, era una demanda cada vez más fuerte de los pescadores y armadores locales.

Mohamed Uld Salek, presidente de los Pescadores Artesanales del Sur, lo tiene claro. "Hasta ahora, Mauritania no estaba en condiciones de rechazar los acuerdos con la UE porque si no vendía sus aguas no podía prosperar. Los europeos ponían las condiciones, era simple chantaje. ¿Y qué hemos recibido a cambio en todos estos años? Nada. No desarrollamos nuestra tecnología y nos acostumbramos a depender de Europa. Estábamos encadenados".

Lo cierto es que la actividad en el puerto artesanal de Nuadibú se mantiene intacta. Las piraguas que hace cinco años veíamos llegar a nuestras playas llenas de emigrantes de África Occidental siguen saliendo a faenar y regresan cargadas de pescado. Los secaderos están llenos de tollos. Las fábricas producen harina.

La preocupación por el impacto de los acuerdos pesqueros está ahí, pero si algo sabe este pueblo es negociar y resistir los embates. Atardece y el cielo se llena de colores. Mussa Kane, un joven mauritano del sur, hace una última reflexión: "¿No dicen que al hombre no hay que darle pescado, sino enseñarle a pescar? El pescado ya es nuestro y sabemos pescarlo. Si cogemos la caña o las redes y la usamos, no puede ser malo, ¿no?"