El susurro de las olas y el salitre siempre han acompañado a David Pavón a lo largo de su vida. Su infancia está inundada de numerosos y emotivos recuerdos junto al mar, al que siempre se sintió ligado como una parte esencial de su alma. Con el paso del tiempo se convirtió en su sostén y ya no entiende su presente ni futuro sin las horas en las que el mar lo mece.
Pavón nació en Gran Canaria hace 36 años, pero desde que tenía 15 se fue a vivir junto a su familia a El Hierro. A la isla del meridiano pertenecen sus raíces maternas, razón por la que la visitó con frecuencia desde niño. La conexión que sintió por esta tierra fue tan intensa como la que le unió a la pesca, su "pasión y devoción". Por eso siempre tiene presente cada amanecer y anochecer en la orilla del mar, pero también las lágrimas que brotaban de sus ojos cada vez que el coche de su abuelo se alejaba de La Restinga con dirección al aeropuerto para regresar a su isla de origen. "Y no porque no me gustara Gran Canaria, que la adoro, sino porque los charcos de La Restinga me gustaban aún más", relata.
Cuando finalmente se mudó a El Hierro se dio cuenta de que cursaba en paralelo una "carrera práctica" que le daría más adelante el trabajo de su vida. Por eso tomó la "loca" decisión de zambullirse de pleno en el sector pesquero antes que continuar con su formación académica.
San Miguel se convirtió en su primer barco. Sus abuelos le ayudaron a comprarlo con 19 años y en 2008 lo llevó al desguace para hacer otro de nueva construcción y medidas similares. Nuevo San Miguel le acompaña ahora en sus travesías, pero no es el único. Azor, un buque de 12 metros, contribuye también a impulsar su labor.
La pesca que realiza se basa fundamentalmente en cuatro especies: viejas, lapas, gallos y petos. Pavón explica que la polivalencia se convierte en una necesidad ineludible para sobrevivir como pescador en las aguas de El Hierro. "Entendemos que vivimos de un medio natural que maneja sus propios ciclos de productividad", sostiene.
En la isla del meridiano la flota canaria, como en el resto del Archipiélago, la actividad pesquera se realiza de forma artesanal. El joven usa el anzuelo como principal modalidad. Pero requiere paciencia, una virtud que él posee porque hay que esperar a que los peces "piquen" para no llegar de vacío a tierra.
Para comercializar el pescado que captura se apoya en la cooperativo Pescarestinga, una sociedad en la que se han unido varios pescadores para comprarse ellos mismos el pescado y luego revenderlo. Pavón señala que convertirse en comercializador da la ventaja de no "sufrir el juego" que los intermediarios puedan dirigir en muchas ocasiones cuando es inevitable depender de ellos. Además, defiende, aporta una mayor fortaleza para lograr un precio común y mejores infraestructuras.
El joven canario, que sortea las dificultades con las que tropieza en este sector, reconoce que su trabajo es uno de esos que "amas u odias". Por suerte, él lo adora y presume de tener la posibilidad de disfrutar en su día a día la cercanía que ofrece la naturaleza, algo por lo que "mucha gente pagaría dinero". Más aún porque él disfruta de primera mano del ajetreado universo del mar que a través de la pantalla ilustran numerosos documentales.
Por eso en su horizonte siempre aparecerá el mar. Pavón ya no entiende su futuro sin esta actividad, aunque a final de mes su cuenta solo ingrese unos 1.000 euros: "Soy mileurista, pero soy feliz". La ilusión que le embargaba en la orilla de La Restinga durante los veranos de su niñez no ha desaparecido y siente la "magia" de vivir sin un guión establecido y con la certeza y emoción de que cada día será diferente.
