Sentada en su casa de Puerto Lajas Carmita Sánchez Martín recuerda con una lucidez envidiable la vida en su querido Puerto Lajas en los años 1950, 60 y 70 hasta la actualidad. "Había un puñado de casitas, en un principio vivimos de alquiler junto a la playa luego construimos la nuestra. Cargamos la piedra en la cabeza y desde aquí se veía el mar. Ahora ya no porque todo está lleno de casas", explica.
Carmen nació en 1930, su padre era de La Caldereta y su madre de Corralejo, donde pasó su infancia. De allí se mudó a Puerto Lajas tras casarse con Pedro Morales Fuentes, y tuvimos cuatro hijos. "Sufrí mucho. Mi primer hijo lo perdí con ocho meses de embarazo" cuenta emocionada. "Pasé muchos trabajos, angustias y preocupaciones. Era una joven callada y me mandaba toda la familia y nunca me quejaba, no supe defenderme por eso me alegra que ahora la juventud sepa expresarse" reflexiona. Sin embargo, "ahora hay muchas cosas y dinero pero no hay cariño".
En Puerto Lajas Carmita ha vivido toda su vida. "Había pocas familias pero muy unidas y siempre nos ayudábamos" asegura. Pasó días arreglando pescado en la playa o cargando agua.
"Trabajamos como medianeros en una finca donde se plantaban legumbres y con el buen tiempo mi marido salía a pescar. También cargó la piedra de cal y luego en la construcción y en la fábrica del millo se jubiló" señala.
Carmita se emociona al recordar aquellos años tan duros. "Siempre me acuerdo de una burrita que tenía era pequeña pero muy fuerte y me ayudó mucho cuando iba caminando a Puerto del Rosario a vender pescado o cargada de nuevo a Puerto Lajas. Fue una burra muy noble y buena, y muchos me decían que una cabra era más grande que ella pero bien buena fue". Otra etapa muy dura de su vida fue la construcción del aljibe de su casa. "Cuando se obró estaba embarazada y se cargaba la piedra, lo terminamos en octubre y en noviembre nació mi hijo", asegura.
Posteriormente, Carmita también calaba junto a su hija María del Rosario para ayudar a sus hijos con el material escolar. Una mujer ejemplar de baja estatura pero muy fuerte que transmite dulzura con sus palabras y gestos. Luchó cada día con cariño para salir adelante en tiempos de miseria.
En cuanto a las fiestas de Puerto Lajas recuerda la llegada de la primera imagen del Pino pequeñita y después de una segunda más grande. "El cura Don Leonildo nos propuso que el día grande de las fiestas de Puerto Lajas fuera el 12 de octubre que era festivo para que pudiera reunirse toda la gente y nos pareció muy bien".
Las familias y los pescadores siempre celebraron la procesión religiosa y se embarcaba a la Virgen desde la Playa y luego regresaba a la ermita como se hace ahora. "Era un día especial y muy bonito. Se celebraba un baile de cuerdas, venía mucha gente y la familias compartían todo lo que tenían y se pasaba muy bien", confiesa.
En su hogar Carmen también cocinaba el tradicional puchero canario. "En esos días se iba a comprar carne de red para cocinar el puchero de las fiestas, y se buscaba el petróleo y la leña o el gas para que no faltara de nada para ese gran día", apunta.
Para esta residente las fiestas hasta hace unos años se vivieron en Puerto Lajas "con las puertas abiertas, con la alegría de las visitas de todos los amigos, y con mucho cariño y entusiasmo". Después -añade- fueron cambiando "porque cada vez se reunía más público, se construyeron muchas casas, ya no se conocía a la gente y todo fue cambiando al igual que en el resto de los pueblos de Fuerteventura".
Unos festejos en los que se mantiene la romería de vecinos que parten de Puerto del Rosario a Puerto Lajas para compartir esta fiesta marinera histórica y tan especial que coincide con el final de la actividad veraniega en la zona.
