Desde sus 56 metros de altura y con 244 escalones hasta alcanzar su luz, las vistas que se disfrutan desde este futuro mirador merecen el esfuerzo de subir por una escalera de caracol ancha y que sólo se estrecha a medida que se llega a las zonas más altas. Ayer lo comprobaron políticos y periodistas, algunos al golpito, otros más ágiles, pero todos con ganas de ver Maspalomas, Playa del Inglés, Meloneras, en suma, la costa de San Bartolomé de Tirajana, a vista de pájaro.

Sin embargo, antes de llegar a la cima, hubo prolegómenos en plan campamento base, con la entrega por Javier Sánchez-Simón de las llaves del edificio, propiedad de la Autoridad Portuaria, a Inés Jiménez, consejera de Industria y Comercio del Cabildo de Gran Canaria. Gratis no le saldrá a la corporación insular la cesión, porque pagará un canon de 9.000 euros anuales, una cantidad asumible. La alcaldesa, María del Pino Torres, que destacó el valor emblemático del edificio y su aportación futura a la oferta turística de San Bartolomé de Tirajana, varios concejales y arqueólogo Valentín Barroso, por la empresa encargada de las obras de reforma del Faro de Maspalomas, también se apuntaron a la visita del edificio, cuya apertura con sus nuevos servicios se prevé para el próximo diciembre.

A la entrada, a ras de suelo, se ubicarán la recepción, la oficina turística y la tienda de artesanía, donde se atenderá a los visitantes, se ofrecerán productos de la artesanía grancanaria, sin olvidar la rica gastronomía del municipio y de la Isla. El objetivo, según coincidieron los representantes de las tres instituciones implicadas es que el faro sea, aún más, un referente de la zona turística sureña y también una de las grandes imágentes de Gran Canaria.

Salas y mirador

El Faro, acabado en 1899, el mismo año que la Torre Eiffel de París, tras cinco años de trabajo, se inauguró el día 1 de febrero de 1890. Los constructores del faro, vigía del Sur desde hace 121 años, también eran franceses: F. Barbier & Cie Constructeurs, pero la piedra de esta obra es del propio municipio. Como recordaba uno de los operarios de mantenimiento del faro -fareros ya no hay porque los nuevos aparatos los jubilaron-, "hay otro igual en Chipiona (Cádiz), pero éste se conserva mejor".

Las salas de exposiciones se distribuyen en la planta baja, con tres muestras sobre los faros del mundo, su evolución y los viajeros extranjeros que los conocieron; y en la planta alta, con otras siete espacios, que enseñarán al visitante la vida de los aborígenes, los oficios tradicionales, el trabajo de los artesanos y los faros de Gran Canaria.

El mirador, en la zona más alta del edificio, permitirá que grupos reducidos de visitantes puedan admirar una vistas inmejorables de este litoral sureño, ahora con más callaos que arena, que no le hacen perder su belleza. Eso sí, habrá que pasar por caja, ya que tanto las exposiciones como la visita al mirador tendrán un precio, aún no fijado por los gestores de un edificio que renueva sus funciones y será toda una sensación.