José Ramón Tobar y Carmelo Suárez madrugaron el pasado 22 de septiembre, "por eso de ser domingo de cacería" y querer acabar la temporada con algún premio en esa la zona. Sin embargo, aquella mañana sus perros de raza podenco olfatearon algo más que un conejo en Caideros de Las Huesas.

"Rastreábamos la zona en busca de alguna liebre, cuando uno de los perros trajo en la boca una bota con restos humanos dentro; inmediatamente el podenco nos enseñó el lugar donde yacía el esqueleto humano", explicó Ramón, cazador veterano del municipio. Asombrados ante el incidente, los cazadores aseguraron que al principio confundieron el cadáver con una cabra o algún muñeco, "ya que no había piel ni músculo por ninguna parte, sino puro hueso", dijo con voz temblorosa Carmelo Suárez.

En postura sedente y con la misma ropa con la que fue vista por última vez, el cuerpo de Klara se había consumido con el tiempo de tal manera "que solo era un armazón de huesos sobre una piedra", sostuvo Ramón apenado.

Pero ¿y el otro zapato? Cuando los cazadores se acercaron al esqueleto no encontraron la bota par en las inmediaciones del cuerpo. "Lo que quiere decir que algún otro perro pudo habérsela llevado, solo que en la ocasión anterior, su dueño no se percató del cuerpo; o tal vez algún animal, como un cuervo, pudo haber picoteado por la zona", aseguró el vecino aldeano.

"Yo no quise mirar mucho, porque nada más acercarme vi que la cabeza estaba desintegrada del cuerpo de la fallecida; por lo que enseguida me aparté del lugar", añadió Carmelo Suárez.

Los dos cazadores llamaron a la Guardia Civil de inmediato para comunicar el hallazgo. El traslado del cadáver de Klara fue efectuado vía aérea el lunes 23 sobre las 10.00 horas a las dependencias policiales de la zona para ser sometido posteriormente a una autopsia.

"No es la primera vez que nos encontramos a algún turista perdido por los barrancos del sur de la Isla; además nunca vienen provisto de agua suficiente para soportar el calor", subrayó Carmelo Suárez en tono preocupante. Klara tenía 69 años cuando se desplazó a Gran Canaria para disfrutar de unas cálidas vacaciones. Lo que nunca llegó a sospechar esta turista suiza es que no utilizaría el billete de vuelta a su ciudad natal de San Galo por un esguince de muerte.