La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Opinión

Sobre el plan hidrológico de Gran Canaria

No han estado muy finos en el anuncio de descartar más presas pues ya no quedan más cauces en la Isla donde se puedan construir

Sobre el plan hidrológico de Gran Canaria

Por fin! después de diecinueve años de espera, el Cabildo actualiza el Plan Hidrológico de Gran Canaria. Más vale tarde que nunca, pero ha sido una vergüenza, que en una cuestión tan primordial para nuestra tierra se haya tardado una eternidad en tomar esta decisión. Las anteriores corporaciones, no pueden vanagloriarse de haber sido dignas sucesores del extraordinario esfuerzo que hicieron nuestros antepasados para poder subsistir con escasísima agua.

Aquí tenemos un claro ejemplo histórico de la eficacia de la iniciativa privada sobre la indolencia de la pública. De las 69 grandes presas existentes en Gran Canaria, ( líder mundial en relación con su superficie) solo siete han sido ejecutadas por el Cabildo y de los dos mil setecientos setenta y cuatro pozos perforados (también líder mundial) solo algunos pocos lo fueron por el servicio de abastecimiento del Ayuntamiento de Las Palmas y, además, 7.569 galerías con una longitud acumulada del orden de nada menos que de ¡1.200 kilómetros!

En este nuevo plan que se nos anuncia, figura como gran novedad la construcción de balsas, proyecto muy interesante, prácticamente inédito en Gran Canaria pero normales hasta ahora en La Palma y en Tenerife. En donde no han estado muy finos es en el anuncio de descartar más presas, pues en realidad es que ya no quedan más cauces en la isla en donde puedan construirse, salvo una cuarta en el Barranco de La Aldea, que no debería de olvidarse, pues sería enormemente útil. Echo de menos la referencia de acometer, la ya inaplazable "corrección de escorrentías". Me explico.

Hay una importante indicación en la nota de prensa, sobre el nuevo Plan Hidrológico, de que "todas estas actuaciones están dirigidas a la recuperación del acuífero", es decir, que el aprovechamiento de las aguas residuales, las potabilizados, las charcas etc. conducen a la menor utilización de las aguas subterráneas, y por lo tanto mejoran el nivel freático, como por lo visto, afortunadamente, ya está ocurriendo. Pero, a mi juicio, esta acción es buena, pero no suficiente como para tranquilizarnos. Urge una acción mucho más activa para recargar el acuífero, que fue esquilmado, ya desde los primeros años del pasado siglo, por nuestros antepasados. Y la mejor forma natural de hacerlo, es tratando de corregir la escorrentías. Este es un trabajo duro, ingrato y cuyos efectos tardan años en verse, pero que ya se hace inaplazable ejecutar.

No se trata de ninguna fantasía. Hace algunos años en una visite que hice a Japón, contemplé con admiración y envidia a la vez, la obra que allí habían realizado en esta materia. En un barranco muy parecido al nuestro de Tirajana, innumerable y sucesivos diques de escasa altura lo atravesaban de lado a lado, y las laderas de una cercana montaña se veían salpicadas de pequeños diques que atravesaban a su vez, las barranqueras que caían de las mismas.

Esto diques no trataban de almacenar agua, sino obstaculizar la corriente del agua desordenada caída por las lluvias en su marcha hacia el mar que sobrepasaba los diques, pero que al dejar de llover, detrás de cada uno de ellos quedaban unas grandes charcas de agua que terminaba filtrándose para sumarse a las agua subterráneas y de estar forma enriquecer el acuífero general. Por esta razón, a esta corrección de escorrentías, también se las llama presas subterráneas.

Naturalmente, mi interés por estos temas hidráulicos, nacieron como consecuencia de mi permanencia durante seis años consecutivos como teniente de alcalde responsable del abastecimiento de agua de Las Palmas y de mi gran amistad personal desde muy joven con Manolo Díaz Cruz, Ingeniero de Montes, con quien tuve un cierto parentesco político al cabo de los años y que, desgraciadamente, desapareció muy pronto.

Manolo, era un enamorado de la isla, que se la había pateado íntegramente gracias, además, a su gran fortaleza física. Por él tuve conocimiento en qué consistía la corrección de escorrentías.

Con independencia de retener las aguas de las lluvias y favorecer su infiltración en la tierra, me decía, tiene otros efectos secundarios importantes, como por ejemplo retener también las tierras que arrastran las lluvias, tierras, que además son las mejores de cultivo y evitar que se pierdan en el mar. Estas buenas tierras sedimentadas en las charcas que se producen, favorecen el crecimiento de especies vegetales que en ocasiones pueden ser hasta arbustos e incluso frutales, como almendreros en las laderas de Tejeda o de Valsequillo. Y en las cabeceras de las presas, cumplen otra función complementaria, que es evitar el entullo de las mismas.

Desde el punto de vista laboral, me añadía, se trata de un trabajo muy sencillo: solo consiste en hacer muros, utilizando incluso material como piedras que se encuentran en el mismo lugar y ocupa, otra ventaja, en momentos de crisis, un gran número de mano de obra. Las máquinas no tienen acceso a esos difíciles emplazamientos.

Mientras las aguas torrenciales de este otoño se perdían en el mar por los barrancos de Maspalomas y de Telde, me estaba acordando de mi entrañable amigo. Parte de esas aguas y de esas buenas tierras se habían podido quedar en su lugar de origen, y no perderse en el océano, si hace 40 años se hubieran empezado a corregir sus escorrentías.Manolo Díaz Cruz no era solo un teórico, sino que llevó a la práctica lo que defendía. En las laderas de la Presa del Parralillo, en la cabecera del Barranco de San Nicolás, se empezaron a corregir los caminos que recorrían las escorrentías, en época de lluvias, desde lo alto de las montañas, trabajo desgraciadamente interrumpido con su inesperado fallecimiento. Desde entonces, hace más de 30 años, no se ha vuelto hacer nada por el estilo

Regenerar la naturaleza, ese debe ser el objetivo fundamental del Cabildo, me repetía Manolo hace 40 años cuando era que Consejero del Cabildo con Federico Díaz Bertrana y Juan Pulido. Gracias a él, en aquellos años, la Corporación recuperado su política de reforestación, como otra vía para enriquecer el acuífero, que había sido abandonada veinte años atrás, al cesar Don Matías Vega Guerra como Presidente.

El gran problema que tenía el Cabildo en aquellos años, que supongo continuará en la actualidad, era la carencia de terrenos públicos en las cumbres para llevar a cabo una reforestación masiva. Manolo propuso y lo consiguió de los Presidentes respectivos, la compra de fincas en aquellos lugares, gestión que realizó personalmente como conocedor consumado de la isla, operación de la que fui testigo, como director de la Caja Insular de Ahorros, que tuvo que adelantar el dinero para efectuar las citadas adquisiciones.

Si todo esto se lleva a cabo, me decía Manolo, y se persiste en los próximos años en la corrección de las escorrentías, en la reforestación, en el uso inteligente del agua con las nuevas tecnologías de la desalinización y la recuperación de las residuales, dentro de algún tiempo, quizás ni tu ni yo lo veamos (así fue para él y desde luego, también lo será para mí) veremos de nuevo brotar los manantiales en muchos lugares de la isla y extenderse la laurisilva por valles y montañas y recuperar el paisaje del que disfrutaron los primeros europeos modernos que nos visitaron. La naturaleza es generosa, cuando se la trata bien, lo que hay es que darle tiempo.

Tampoco es una fantasía esa regeneración de la naturaleza. Tenemos un importante ejemplo ejecutado, como siempre por la eficacia de la iniciativa privada. El árido y desolador paisaje de San Agustín y Playa del Inglés que se observaba desde Morro Besugo, solo matizado por las dunas de arena en los años 60 del pasado siglo, es ahora un aceptable vergel que disfrutamos con la vista y que permite un asentamiento humano espectacular. Eso mismo puede ocurrir con el resto de la isla si la voluntad política del Cabildo se lo propone. Y esa es su responsabilidad.

Curiosamente, fue la Sociedad de Cazadores de Gran Canaria, (también lo distinguió como Hijo Predilecto el Ayuntamiento de Galdar, su pueblo natal) quien le erigió nada menos que una escultura en 1982, colocada al aire libre en el Corral de los Juncos, junto a la Granja del Cabildo en la Cumbre de Tejeda. Manolo Diaz Cruz fue Ingeniero Jefe de Montes y del Instituto de Conservación de la Naturaleza, ICONA, en la provincia de Las Palmas.

En 1997, durante muy poco tiempo, fui miembro de la Asamblea General del Consejo Insular de Agua de Gran Canaria, cargo del que dimití, por ser incompatible con la de Consejero-Auditor de la Audiencia de Cuentas. Solo asistí a una Asamblea, por cierto, la constituyente, que se celebró en el salón de actos del Cabildo. El Consejo Insular del Agua, es el órgano ejecutor de la política hidráulica del Cabildo.

En aquella, ocasión se recordó el inconmensurable esfuerzo que habían hecho nuestros antepasados para resolver las carencias de agua de Gran Canaria y, que por tanto, el Consejo Insular de Agua que ahora se creaba, continuador de aquella ingente labor, asumía la responsabilidad de imitarla y, si fuera posible, mejorarla. En mi modesta opinión, lamentablemente, en esta misión, me ha defraudado. Un solo ejemplo: ¡19 años para renovar el plan hidrológico!

Ya en aquella ocasión se mencionó la urgencia de acometer la recuperación del acuífero, mediante la corrección de las escorrentías, como aconsejaba el Proyecto SPA 15 del la Unesco (Estudio Científico de los recursos de agua de las islas Canarias) publicado en 1975, muy especialmente para Gran Canaria. Han transcurrido 20 años más y nada se ha hecho.

¿Habrá alguien en el Cabildo de Gran Canaria, capaz de incorporar al nuevo Plan Hidrológico esta iniciativa? Con esta esperanza me quedo, ahora que hay un buena oportunidad financiera con los recursos provenientes del desaparecido Impuesto del Tráfico de Empresas.

Compartir el artículo

stats