"Es uno de los pocos artesanos que queda en Santa Lucía y este año la comisión de fiestas hemos querido reconocer su labor de agricultor y cestero en la fiesta de Los Labradores, donde hacemos un reconocimiento a los oficios". Así lo indicó ayer el también concejal de la zona alta Francisco García. "Pepe Vélez es una persona muy discreta, trabajadora y forma parte de una familia muy comprometida con los vecinos".
"Ha sido una persona superluchadora, ya que desde que perdió a sus padres, a sus veinte años se hizo cargo de sus 10 hermanos", señaló su hija Lidia Esther Vélez. Toda su familia participó en el homenaje que se le hizo junto a María Vega el pasado seis de diciembre en el parque urbano de Santa Lucía, día que arrancó el programa de fiestas. "Fue un reconocimiento muy emotivo para toda la familia", comentó ayer su única hija.
José Vélez nació en 1937 en Ingenio de Santa Lucía y se casó hace 53 años con María Suárez Vega, con los que tuvo cuatro hijos: José Antonio, Lidia Esther, Octavio y Roberto Mario Vélez Suárez. Ya a sus cuatro años cuidaba con sus padres las cabras y estudiaba en la escuela de Ingenio, que se cerró cuando tenía 15 años. "Ahora es un molino de aceite", señala desde su casa en Rosiana.
Apenas hizo el cuartel, del que fue liberado por ser mantenedor de sus diez hermanos al morirse sus padres cuando tenían poco más de 40 años. Ha sido peón de la construcción y ha trabajado en los tomateros y de jardinero municipal. Pero su mayor dedicación la ha tenido a la cestería y a la agricultura, teniendo un terreno de 20.000 metros cuadrados donde cultiva aceitunas, hortalizas, albaricoques, papas, berenjenas, tomateros.
"Hay que saber cultivar porque hay quien planta un saco de papas y saca 10 sacos y yo he llegado a sacar 24 sacos por uno plantado".
"Tuve una vida muy sacrificada vendía cañas para las latadas y hacía cestos y escobas que las vendía yo mismo en el norte y centro de la Isla. Salía a las 10 de la noche de Santa Lucía y llegaba a Tejeda a las seis de la mañana con unas 90 escobas y las alpargatas deshechas para venderlas por dinero o por comida". José Vélez se muestra "muy orgulloso y agradecido de las atenciones y de vivir en un pueblo de los más tranquilos de la Isla".
