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Moya

El guardia que Moya manteó como torero

El agente Candido Rivero se jubila tras 43 años en el municipio con el cariño de los ciudadanos

Cándido Rivero, en una procesión por las calles de Moya. RAMÓN REGUERO

"Cuando me di cuenta de que ya el año próximo no iba a estar en la procesión me entró una llorina que no podía parar". Cándido Rivero es una persona que exterioriza siempre una gran seriedad en el ejercicio de su profesión. Pero, después de 43 años con uniforme, no pudo aguantar los sentimientos que le brotaron de tantos años de recuerdos.

El 15 de junio, tras alcanzar la edad de jubilación, se despidió de su oficio, en el que estuvo 10 años como guardia y el resto como cabo jefe de Moya. Y sus compañeros le rindieron su particular obsequio de despedida manteándole y aplaudiéndole casi una hora. "Fue un momento muy emotivo", ya que era el último día de faena. Y ya en diciembre recibió un homenaje por tantos años de actividad.

Cándido Rivero nació en Valleseco, pero con 21 años entró en el Ayuntamiento. Recuerda que un antiguo concejal de Fontanales le animó a incorporarse al Cuerpo porque hacía falta una persona "con tus estudios". Estuvo un año de interino, hasta que superó las pruebas físicas, y se quedó fijo hasta ahora.

Ha estado bajo el mando de seis alcaldes, de los que guarda en general un buen recuerdo. El mismo que tiene de sus vecinos. "Siempre he tratado de mantener una buena relación con la gente. Ayudé siempre en lo que pude". El ya exjefe de la Policía Local recuerda que muchos compañeros, sobre todo jóvenes, llegaban con varias multas, y siempre les decía que primero hablaran con ellos, sobre todo porque es un pueblo pequeño, y si no, "leña al mono". En este sentido, señala que la gran diferencia con las grandes ciudades es que no están con el bloc de multas siempre en la mano, sino que se trata de solucionar los problemas con diálogo. "Yo les decía a mis compañeros que había que poner la multa a quien metiera la pata por segunda vez".

Cándido Rivero recuerda, en cambio, que en su primera salida profesional, en las fiestas de Fontanales, se tuvo que enfrentar a varias personas con algunas copas de más, y el compañero le dijo que había que entrar para adelante con algún cogotazo. "Era la época de Franco, no es como hoy".

También recuerda a un motorista que le arrojó el casco cuando metía en el garaje el coche policial. "No sé por qué la cogió conmigo". Estuvo tres días de baja. "Pero hoy es muy amigo mío". Como también mantiene en su recuerdo las innumerables ocasiones en las que recibía la visita de vecinos que tenían problemas, al vivir en el pueblo. "De madrugada y a todas horas. Y claro, también se sabían el teléfono del jefe. Y ahí iba Cándido", señala, aclarando que nunca le ha pesado ayudar en lo que ha podido.

Ahora pasa sus ratos cultivando sus tierritas de papas, naranjos, coliflores y cebollas y cuidando de sus gallinas. "Para estar entretenido". Pero no le pesa este paso.

"Hasta aquí llegué. Aunque no me pesaba, porque me gustaba y ayudaba a la gente. Pero ya no tengo edad", reconocía ayer tras colgar el uniforme.

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