La Provincia - Diario de Las Palmas

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Honores y distinciones del Cabildo Roque Nublo en el ámbito Social

El periodista de la gente olvidada

Adolfo Santana recibe el reconocimiento por recuperar las tradiciones de la Isla y ser la voz de los humildes

Adolfo Santana Sánchez, galardonado a título póstumo con el Roque Nublo de Gran Canaria en el ámbito Social, se sentía feliz entre campesinos, pescadores, artesanos o músicos. Se refleja en las viejas fotos en blanco y negro que guarda su familia. Eran sus inicios como periodista en el Diario de Las Palmas y se le ve, grabadora en mano, hablando con una docena de aparceros del Sureste o con los últimos ancianos del barranco de Guayadeque que recordaban el Baile del Pámpano.

"Le gustaba conversar con la gente del campo y a veces ni siquiera sacaba la libreta de notas para que los entrevistados no se sintieran presionados", rememora Nieves, que en muchas ocasiones le acompañó en sus visitas a los Ranchos de Ánimas de Valsequillo o Arbejales. Todavía es un misterio que conociera hasta el último rincón de Gran Canaria sin tener coche ni carné de conducir. Siempre se las arreglaba para que un compañero, un familiar o un amigo lo llevara a buscar a aquel ganadero que tenía un baifo con cinco patas, a un ranchero de las presas de la Cumbre o a un poeta desconocido.

Nieves recuerda que más de una vez le asustaron sus atrevimientos, como cuando se metió en el fondo de un pozo porque quería sentir en sus propias carnes las condiciones de humedad y oscuridad en las que trabajan los poceros. "Bajaron amarrados él y el fotógrafo Juan Gregorio, pues si Adolfo se empeñaba en ir a un sitio, Juan Gregorio iba detrás sin pensarlo", comenta su esposa.

"Él quería estar en el lugar de la noticia, ser testigo directo, no que se lo contaran por teléfono", añade su hija, Gara, que ha heredado su pasión por el periodismo. "Si hay algo que define a mi padre es su generosidad; desde la cercanía y la sencillez quiso darle voz a los que siempre son olvidados por esta sociedad, a los más débiles", apunta. Eso lo corrobora cualquiera que trabajara con él, pues Adolfo Santana también fue un maestro y una referencia para dos o tres generaciones de informadores de la Isla.

Nació en Valsequillo en el año 1950, en una familia de siete hermanos. Siendo aún pequeño, sus padres se trasladaron al barrio de Las Puntillas, junto al aeropuerto de Gando. Estudió el bachiller en el Instituto de Telde y allí descubrieron sus dotes para la escritura. Ganó el concurso provincial de redacción de la Cruz Roja, con un relato que aún impresiona a quienes lo leen, y como premio se lo publicaron en el Eco de Canarias.

Con una beca se fue a estudiar Filosofía y Letras a la Universidad de La Laguna, pero no terminó porque lo que le gustaba era el periodismo y en el año 1975 entró a colaborar en el Diario de Las Palmas. Desde ese vespertino fue testigo de la Transición y, entre infinidad de reportajes relacionados con el ámbito rural, informó a fondo de las luchas de la aparcería del tomate, una problemática que conocía bien porque su propia familia procedía de ese mundo. Aquellas experiencias están recogidas en su blog y en el libro Retazos de zafra, de inminente aparición.

Desde el principio demostró que era un periodista distinto, comprometido contra las injusticias sociales, rebelde, noctámbulo, poco amigo del poder y de las informaciones oficiales. Nieves cree que fue Pablo Montesdeoca, el entonces director del Diario de Las Palmas, el que vio en él un diamante de bruto y lo fue encauzando poco a poco hasta convertirlo en un excelente periodista. Cuentan sus compañeros que algunas noches se quedaba a dormir en la propia redacción del periódico, en la calle Murga, porque se le escapaba la última guagua y no tenía dinero para un taxi. "O porque se iba de tenderete con Nanino Díaz Cutillas y Cho Juaá", puntualiza su esposa.

Entre 1989 y 2011 estuvo en Canarias 7, donde ejerció de jefe de región, de la comarca del Sureste y de deportes. "Era un fanático de la Unión Deportiva Las Palmas, pero no le gustaba ir al estadio porque se ponía nervioso, prefería escuchar los partidos por la radio", señala su hijo, Juan, el último que logró llevarlo a un encuentro del equipo amarillo en la nueva cancha de Siete Palmas.

Lomo Magullo

Desde 1981, tras casarse con Nieves Suárez en la ermita de Guayadeque, la vida de Adolfo Santana estuvo estrechamente unida al barrio teldense de Lomo Magullo. Como vecino, ayudó a organizar la Traída del Agua en sus inicios y de su pluma salieron las primeras crónicas de esa fiesta. Desde entonces, año a año, la azotea de su casa es el punto de encuentro para tomar imágenes, a resguardo del chapuzón. Nunca falta una cerveza fresca y un bocadillo de chorizo para los reporteros, tampoco ahora que él no está.

"Adolfo no tenía eso que se llaman mejores amigos; él era amigo de todo el mundo y todos le querían", apunta Nieves. Políticamente, tampoco se casaba con nadie, ni siquiera con la única que se casó de verdad. "Fui concejala de Educación cuatro años y, una vez que cometí un error, también me puso a caldo en el periódico y las radios, y como siempre, él tenía razón".

El 31 de enero de 2015, tras luchar durante dos largos años contra el cáncer, fue vencido por la enfermedad. "Él sigue aquí con nosotros, lo sentimos a diario, pero este premio hará que otras personas también conozcan su obra; era el mejor", concluye Gara.

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