La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Gáldar

El hombre que fermenta tunos

El galdense Esteban Santana Guerra se propone lanzar la inédita Jeribilla, golosina líquida de tunera de barranco con sabor a moscatel

Viaje de tunos captado en el barranco de Gáldar, que atraviesa la Vega de la localidad y que surte a la 'bodega' de Esteban Santana Guerra. JOSÉ CARLOS GUERRA

A Esteban Santana Guerra casi le da un soponcio el día que agarró una página de un periódico de Tenerife en el que se anunciaba "como novedad mundial y noticia supersónica", el descubrimiento del vino de plátano.

"Allí ponía que se ha logrado en el Sauzal por parte de un ingeniero y un enólogo el vino de plátano". Un estrambótico hallazgo que le dejó cavilando.

Esteban Santana Guerra es de Gáldar y nunca un segundo apellido estuvo mejor puesto. A sus 66 años el prensapuré de la vida lo ha llevado a los confines de los mares del Estrecho de Ormuz -"por donde los piratas somalíes"- como oficial de Marina Mercante a bordo de un petrolero de puntería; por el litoral nacional en el antiguo J. J. Síster; a comerciar con radares y electrónica naval en el Puerto de La Luz; a rumbiar en la pesca de bajura por el norte isleño patroneando El Canario para, por último, encallar como hotelero rural en una vivienda familiar rehabilitada por él mismo, y que fue levantada en el año de la pera de 1640, aproximadamente, "según lo atestiguaron unos arqueólogos que pasaron por aquí".

Santana Guerra, Esteban, va salpicando su biografía sin desperdicio con un muestrario de los detalles de confort de su casa rural. "Mire usted, si toca esta tecla", ilustra pulsando un botón tan ruralísimo como el entorno platanero de ocho celemines que la acoge, "sale hilo musical en la barbacoa".

"Y si toca este otro", añade pulsando otra tecla tamaño piano, "se oye el guineo en la habitación de los burros", estancia hoy con dos camas y tele plana donde siglos atrás dormían los citados animalitos y de la que guarda incluso una tobera en el techo por donde se metía el afrecho.

Los chismes de destilar

Ya en la cocina, "que era donde se guardaban las vacas", reporta Esteban señalando con un dedo la esquina por la que el personal vacuno evacuaba su material orgánico al estercolero, aparecen sus chismes de destilar.

"Como le venía diciendo", complementa encendiendo la luz, "cuando yo vi aquello del periódico chicharrero me pregunté si todos los enterados estaban solo en Tenerife" con el dichoso vino de plátano, un producto que no obstante, "pues está hasta bueno y lo exportan a Nueva York, los jodíos."

Según aporta, ya "han echado a Estados Unidos 20.000 litros", de esa sustancia bananera que lo tuvo en un hase hase que culminó cuando un día luminoso su cerebro concluyó "que, ¡coño, el tuno indio también tiene azúcares!".

Prueba-error

Para contextualizar la vocación alquimista de Santana hay que remontarse a la querencia del hombre por fabricar su propia cerveza, un proceso no exento de chascos. "Cuando empecé con la cerveza no daba una", y le salía más birria que birra propiamente dicha, reconoce apuntando al instrumental químico, apenas dos bidones chicos, uno de ellos rematado con un mínimo alambique de plástico.

Hasta que por fin, tras un trajín considerable y muchos litros de aquello perdidos por el sumidero, superó la etapa prueba-error con éxito, logrando una cerveza de autoconsumo con nombre propio, Las Cadenas de Silva, aprovechando que es el mismo que lleva la finca en sí y la propia casa rural.

En ese tinglado cervecero, y después de una selección de tunos indios de barranco asilvestrados, que se saldó "con púas hasta en la boca", logró cinco kilos de pulpa. "Los metí ahí dentro sin conocimiento de qué podría pasar".

Todos los días iba a echarle un vistazo. Pasó una semana y nada. Luego otra y tampoco. Llegó a la tercera semana y cundió el desánimo. Todo quieto. "Hasta que de repente me levanto y oigo un ruido. Me digo, ¡adiós coño, que esto empezó a fermentar!"

Efectivamente Esteban Santana Guerra reinventó así el colonche a su manera, un destilado prehispánico del actual México cuya elaboración se remonta a hace 2.000 años y que tomaban para su natural enralamiento las tribus tarahumaras de Chihuahua y los yaquis de Sonora, y que al otro lado del charco aún se consume bajo la denominación de vino de tuna.

Aquella sopa la marinó el marino con diversos misteriosos ingredientes de los que no suelta prenda, y que hoy se encuentran en un listado protegido en "una cajita fuerte" por lo que pudiera ocurrir. Y el mejunje resultante lo dio a probar a todo quisque, pero especialmente a un enólogo, "un tal Luis" y a un dentista, Amable del Castillo, cuyos veredictos fueron que "estaba bueno, pero flojito de alcohol. ¿No va a estar flojo?, si es de tuno", dejando a los catadores ojipláticos en su primitiva creencia de que se trataba de puro moscatel.

Lo que cantó la máquina

Pero, atención, porque no es un licor -"esto no es mezcla de zumo de tuno con aguardiente-", ni tampoco "es vino", dado que a criterio del galdense el vino solo proviene de la vid, lo que también demuestra empíricamente con el segundo gran paso en este acontecer y que comienza cuando lleva una botella al laboratorio del Cabildo para que analicen el arcano.

"La máquina de allí cantó que no es vino, que es otra cosa pero, eso sí, con 6,51 grados de alcohol. Y que está muy rico porque hasta el de la misma máquina me pidió quedarse con la botella".

Eso fue en octubre. Un mes después giró a La Palma a un encuentro familiar "de todos los Guerra", con idéntica conclusión: "que sabía a moscatel me dijeron los enterados de las bodegas palmeras y yo que no, caballero, que esto es de tuno indio, ¿tuno qué? porque allí le deben llamar de otra forma".

A la vista de la incalificable naturaleza del producto le 'jincó' el nombre de Jeribilla, en homenaje al licor rojo de los años 40 que vendía "Paquito el dulcero, una jeribilla que se tomaba en el descanso de las películas a media peseta y que era petróleo del bueno".

Ahora va a por la comercialización, para lo que está haciendo "un cuarto" con cacharrería de acero, como Sanidad manda, para tratar de crear riqueza familiar de un invento "que hay que tomar frío, y que también hay que decir que me salió de churro".

Compartir el artículo

stats