En 1986 se firmó un convenio de compensación España-Cuba, pero ese proceso no cuajó. ¿Por qué cree que sí lo hará ahora, si continúa el mismo Gobierno de los Castro en el país?
En el año 86 se firmó un acuerdo entre España y Cuba, a través del Ministerio de Exteriores. Se coció antes, aunque le tocó a Felipe González el marrón de firmarlo. Lo que pasó es que, básicamente, se pagaron unas cantidades muy pequeñitas, que en principio fue de indemnización y después se resolvió en los tribunales y quedaron en paliativos. Estamos hablando de cantidades muy pequeñas de dinero y sólo se acogió el 40% de las familias que había en España perjudicadas, de las 1.000 familias afectadas. Es decir, unas 400 firmaron ese convenio y se pagaron unas cantidades que en el mejor de los casos llegaba al 5% del valor recuperado, de ese momento. Fueron unas cantidades ridículas. A quien más le pagaron fue 60 millones de pesetas, 400.00 euros, para gente que tenía valores de centenares de millones de pesetas de la época . Después, el Tribunal Supremo español dictó varios sentencias considerando que no se contemplaban como compensaciones, sino como paliativos. Eso abre puertas para que el Estado español no pueda reclamar, pero sí puede hacerlo cualquier individuo, familia o entidad.
¿Es la reclamación ahora por la diferencia de dinero?
Por el 95% restante. Por eso sobre las familias que nos firman, nos da igual que firmaran en su momento o no. No ha diferencias legales entre unos y otros.
El aperturismo aparente, a través de los acuerdos con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ¿es realmente un balón de oxígeno para las pretensiones de los afectados?
Está generando un nivel de expectativas un poco fuera de parámetro. Obama quiere irse con esto encarrilado, pero el camino va a ser largo. Pero todo es bueno. Tener unas expectativas es bueno, y se están moviendo las cosas después de cincuenta y pico años en los que no se iba para adelante, sino más bien para atrás.
¿Quién pagaría: el Estado de Cuba, que no tiene recursos suficientes, o los actuales moradores de esas propiedades?
Nadie tiene la bola de cristal para saber lo que va a pasar. Pero hicimos un análisis, y por eso nos pusimos en esto, en el que vimos que de 40 países estudiados de los últimos 100 años, en el 90% de los casos hay reversión. En este tipo de Estados, el dinero viene de fuera para recuperarse, pero no tienen dinero para indemnizar. Y el país necesita inversión. En el caso de los activos inmobiliarios, con gente dentro y que deben estar en un estado terrible, lo que vimos es que en el 90% de casos, el Estado devuelven el activo inmobiliario a sus antiguos propietarios. Eso supone aceptaciones. Y, con quienes viven dentro, ha habido soluciones creativas para cada uno, como dar un tiempo limitado hasta que se mueran, o alquileres baratos, porque se trata de recuperar la normalidad y dar seguridad jurídica. Porque, si no, quien va a invertir. Esto es en la parte más compleja, que es la residencial. El campo, como está todo abandonado, tiene menos problemas. En los años 60 había el 100% de la producción del azúcar en marcha, y ahora es menos del 10%.
Y en los hoteles, donde hay presencia de empresas españolas, como Meliá ¿no se genera una lucha de intereses?
No te creas. Los hoteleros españoles saben qué papel jugaban y se han protegidos con sociedades mixtas. La propiedad no es de la compañía, sino que son explotadores del inmueble, lo tienen alquilado, y les da igual hacerlo a unos que a otros. Cuando les digan que se vayan, se van. Los hoteleros españoles han conocido esta situación atípica, porque hay afectados también españoles.
Tras la Revolución Cubana, entre los años 1959 y 1962, se expropiaron a 3.000 familias, de las cuales el 90% eran españolas. Un tercio regresó a España, otro a Estados Unidos y el resto a los países caribeños limítrofes, según sus datos. ¿Son todos susceptibles de compensación?
3.000 familias fueron expulsadas de Cuba. Era la clase media-alta, y alta. De ellos, 1.000 se volvieron a España, 1.000 a Estados Unidos. Es que la mayoría pensó que esto no iba a durar. Y por eso muchos se fueron a Miami, que era como un pueblito cercano. Y una tercera parte se fue a países cercanos: Panamá, México, Santo Domingo... Muchos por circunstancias familiares. Y todos son susceptibles de indemnización, porque son de origen español.
¿Y con el resto de afectados de otras nacionalidades, también están trabajando en una indemnización?
Estamos buscando a gente de origen español por todos lados. Ahora hemos empezado la operación en Estados Unidos. Hasta ahora buscábamos a españoles en España. Porque estamos muy focalizados en la Cornisa Cantábrica, Madrid, Cataluña y Canarias. Y esa gente es la que estamos buscando, porque nos basamos en el derecho español, que nos ampara. Españoles perjudicados por otro país, aunque estén en Estados Unidos.
¿Cuántos canarios se vieron afectados?
Hay unas 100 familias. Y las queremos conocer en la presentación que vamos a hacer en Las Palmas. De media, cada una tiene unas 10 o 12 personas, porque estamos en una segunda y tercera generación. Por tanto, puede haber entre 1.500 o 2.000 canarios afectados. Es mucha gente. Todo el mundo conoce a alguien que vino de Cuba.
¿Y en términos económicos?
Hasta ahora hemos firmado con 200 familias. La media está en casi nueve millones, cada una. Si se multiplican las 100 familias cubanas residentes en las Islas, podemos hablar de un patrimonio de entre 1.000 y 1.500 millones de euros. Esta es nuestra media actual. Son familias españoles, y con el mismo modelo. Es decir, que tenían una casa principal, segunda residencia, la inversión en una fábrica o unos grandes almacenes, y luego su finca agrícola o su inversión inmobiliaria. A diferencia de los americanos, por ejemplo, que suelen alquilar.
¿Cómo localiza a los here- deros?
Mediante estas presentaciones en zonas. No hay una lista, aunque entre ellos se conocen.
El proyecto se inició en 2001. ¿Cómo ha evolucionado?
El proyecto nace en el año 2001, y yo me incorporé en 2010. En esos primeros años fue más lento, y luego hemos aumentado mucho el ritmo. Porque lo que pasa en Cuba se veía venir, por la dinámica de vida, de personajes en concreto. Hay gente que nunca va a morir, pero cuando se ve el final...
¿Tienen también colectivos religiosos?
Tenemos dos órdenes religiosas. Una, los Escolapios, que nos permiten hablar de ellos. Y otra, que no. Todas las órdenes religiosas tenías sus colegios. El propio Fidel Castro estudió en Los Jesuitas. Piensa que Cuba fue de España hasta 1898. El derecho cubano es el mismo que el español, y se usan sentencias cruzadas.
¿Y casos canarios?
Aún no hemos empezado.
¿Y a dónde acuden a reclamar las indemnizaciones, a una Corte internacional o a la justicia de Cuba, directamente?
En esta fase estamos agrupando a familias, porque la táctica es que, cuando más seamos, más potentes, y mejor. Es la fuerza del grupo, y eso juega. ¿Cómo se resolverá legalmente? Es posible que la táctica legal pueda ser muy fuerte o muy débil. Pero lo primero es que seamos muchos. La unión hace la fuerza. Primero se podría presentar en Cuba o en tribunales internacionales. Hay una gama de artillería importante. Pero más vale un mal pacto que un buen pleito.
Ustedes hablan de que Estados Unidos es un tema político, y en España se trata del derecho civil. ¿Por qué?
En Estados Unidos hay más de 5.000 reclamaciones de empresas. Y con la ley del 20-80. Es decir, el 20% de ellas tienen el 80% del valor. Porque hay muchas que van desde un coche hasta un saldo bancario. Son empresas y personas norteamericanas. Dicen que son 8 o 9 billones de dólares de valor. Los cubanos dicen que sí, pero que nos debéis 300 millones del bloqueo. Eso nos va bien. Porque las reclamaciones existen. Y está sobre la mesa. De momento nos ningunean, pero ya llegaremos.
Sus honorarios irán, sólo si ganan, sobre el 30% de la indemnización. ¿Cuánto tiempo calculan que puede durar el proceso?
Nosotros tenemos la teoría de que, desde el momento que muera Fidel Castro, que sólo lo sabe Dios, en menos de cinco años podemos tener esto resuelto. En un escenario de, si somos optimistas, entre cinco y diez años, aproximadamente. La ventaja es que vamos con los deberes hechos.
