La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sentir el Pino en el trabajo y en la distancia

Fieles en Teror ayer durante la celebración de la procesión de la Virgen del Pino. JUAN CARLOS CASTRO

Para los terorenses las fiestas del Pino significan fundamentalmente trabajo. Si de por si los hombres y mujeres de la Villa Mariana se han caracterizado a lo largo de la historia por ser personas emprendedoras es durante estas fechas tan señaladas cuando todos y cada uno de los vecinos sacan lo mejor de si para recibir como se merece a los miles de canarios que se acercan a venerar a la patrona de Canarias. Y de paso para ganarse unas perras.

Les confieso que mis principales recuerdos de las fiestas están relacionados con el trabajo cuando ayudaba a mi padre en la carnicería de Dominguito. Había poco tiempo para la diversión porque el trajín diario era frenético. Ni siquiera tenía fuerzas ni ganas para asistir a la ofrenda que arrancaba prácticamente cuando todavía se estaba despachando las chuletas y la carne de cochino. Así que después de tantas horas detrás del mostrador, el Día del Pino por lo menos en mi caso era de alivio y descanso y apenas me rozaba por el centro del pueblo. En más de una ocasión al igual que hacía mi paisano y colega Cristóbal Peñate, huía de Teror.

Aunque en los últimos años no he hecho ninguna master class sobre la festividad del Pino (descontando alguna que otra salida nocturna por los ventorrillos) sí he podido comprobar que las fiestas han ido a mejor.

Creo que el gran cambio se produjo en el momento en el que la Utinsa (no sé si ya era Global, pero soy de los viejos) decidió poner un servicio de guaguas durante toda la noche lo que evitaba que los peregri-nos se vieran obligados a dormir en el pueblo y sus alrededores. Como vivo detrás de la Iglesia (casi bajo el manto de la Virgen como les recuerdo cuando les veo a mis otros paisanos el vicario de la Diócesis de Canarias, Hipólito Cabrera y al párroco de Los Dolores en Tinajo, Víctor Domínguez) entrar en mi casa la noche del Pino era casi una odisea. Familias enteras se amontonaban en las aceras para descansar y echar una cabezadita y otros muchos para dormir simplemente la borrachera. "Por favor, me deja entrar", era la frase más repetida por mi familia durante esos días. Ahora por fortuna una gran parte de los que llegan caminando a Teror regresan pocas horas después a sus casas en transporte público lo que alivia la presión sobre el resto del pueblo.

Después de más de 20 años en Lanzarote, es curioso pero echo de menos la fiesta, el gentío que se agolpa alrededor de la Basílica, la romería (sólo he ido en una ocasión con mis hijas), la Procesión y hasta la colocación de la bandera con el repique de las campanas y voladores que anuncia a todos los terorenses que se acerca el gran día. Y aunque esté lejos es inevitable que este gran día siga sintiendo el Pino, aunque ahora en la distancia.

Compartir el artículo

stats