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Agricultura Preparados para la papa

Las Medianías retrasan los cultivos por las tardías lluvias de este otoño

Los agricultores inician la siembra de la papa casi un mes más tarde que el pasado año

Antonio Rodríguez hace un alto en la siembra de sus papas. JOSÉ CARLOS GUERRA

Las Medianías paperas viradas al norte de Gran Canaria viven con retraso el otoño agrícola por unas lluvias que, al menos con respecto al pasado año, llegan no solo retrasadas sino algo rácanas en agua.

Así, mientras el octubre y noviembre de 2015 los pluviómetros tenían un acumulado de 200 litros por metro cuadrado el día 3 de noviembre, en estos momentos la suma de estos dos meses es menor a los 40 litros por metro cuadrado, si bien las cifras de hace doce meses tampoco eran las habituales.

Tal es así que hacía años que el precio de la hora de agua de riego, además de bajo, en torno a los 20 euros la privada y entre los 12 y 15 euros la que ofrece el Consorcio Insular, se ha mantenido estable desde las potentes precipitaciones de octubre del pasado año. A eso se suma, como explica el secretario insular de la COAG, Juan Hernández, "a unas olas de calor que tampoco han sido tan criminales", como en veranos anteriores.

Esto, en general para las medianías del centro y el norte, "que es donde el tiempo se ha lucido", según la misma fuente, porque en la mitad sur es otro cantar. Tras de sumar temporada tras temporada de sequías, las lluvias de este otoño suponen un alivio de seis semanas de riego, pero poco más.

Mientras, en la cota de los 400 a 600 metros de Teror y Firgas, así como en la zona centro por Santa Brígida y San Mateo, los cada vez menos campos de cultivos repartidos en los cuatro municipios, aparecen calvos, ya que o bien acaban de ser sembrados de semillas o están preparados para recibirla en los próximos días.

Salvo los contados casos en los que la mata ya está acostada sobre el suelo a la espera de la zafra, como ocurre en un gran terreno de Osorio, con papa de verano.

Pedro Montesdeoca, de 75 años, que está echándole de comer a sus cabras en la finca insular le echa un ojo a una parcela de 15.000 metros cuadrados que oculta bajo tierra 200 sacos de semillas. Desde el pasado domingo ha recogido 32 litros por metro cuadrado, una cantidad que si bien ha mojado la superficie aún no es capaz de "coger centro", que es ese mojado de interior que se retiene durante semanas.

Con todo, Montesdeoca ni barrunta lo que está por venir, ni luce mustio, de momento. Sólo las cabras -que le siguen a todos lados igual vaya a la carrucha o a por afrecho-, están algo "engruñadas", como dice él, por un frío que les mengua el ánimo y la leche.

Más abajo, en El Palmar, José Miguel Acosta, que planta unos sacos para consumo familiar, concuerda que el agua "ha venido bien, pero tarde", en un punto en el que suelen llegar "desde finales de septiembre para continuar en octubre".

Y coincide con Juan Hernández en una circunstancia que ha marcado las recientes precipitaciones, donde caían con fuerza en un determinado lugar, mientras que a escasos kilómetros seguía la seca. El ejemplo eran los días de 28 litros por metro cuadrado en el centro de Teror, mientras que El Palmar, a tiro de piedra, "apenas llegaron rozando".

Es lo mismo que ha pasado en los campos de Firgas. En la ladera que forman Las Pellas, muy cerca de Los Chorros, Antonio Rodríguez, que sigue cavando a sus 76 años de edad en un trajín que comenzó cuando tenía apenas 8, afirma que el agua ha llegado, "aunque gorda, poca y tarde", haciendo referencia a unas lluvias que, "cuando llegaron a los 30 litros por metro cuadrado se pararon".

En otros otoños ya la papa, según dice, se encuentra a más de un palmo del suelo. "La gente ha estado esperando a que se mojara la tierra", y aunque se la ve húmeda en superficie cuando clava el sacho aparece seca a menos de 30 centímetros de profundidad.

"Sigue esto un poco fastidiado", sentencia, para añadir que el temporal de agua "se ha ido para Fuerteventura y Lanzarote".

El cambio climático lo muestra el propio Antonio con el sacho en la mano y señalando con el dedo al fondo de un barranquillo que tiene al lado. "Antes no sólo llovía más", asegura, "aunque también habían sequeros grande, sino que además existían nacientes por todos lados, como uno que había ahí en Las Pellas".

Un caviar en Gran Bretaña

Antonio Rodríguez aparece absolutamente solo en un enorme paisaje. "La gente nueva no quiere este mucho trabajo y poco dinero", dice. Y Hernández recuerda cuando en los años 70, como hijo y nieto de papero, la papa se exportaba Gran Bretaña, donde tenía consideración de golosina.

"La papa del país", ilustra, "tiene la peculiaridad de contener menos materia seca por las características de la tierra volcánica donde se produce, y en el mercado británico entraba como caviar". De sus fincas en explotación en aquellos años se vendía toda a los exportadores para consumirse en Inglaterra, "y ha sido esta una de las grandes cosas que hemos perdiendo".

Pone números. "En los últimos quince años hemos reducido el 70 por ciento de la superficie del cultivo. "Y de los 120 y pico millones de kilos de papa que se consumen al año en las siete islas, solo producimos 45 millones de kilos. El resto ya viene de fuera".

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