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Cuarenta aniversario del avistamiento en Gáldar Perduran las dudas

El informe del Ejército sobre el ovni omite la difícil personalidad del médico guiense

El doctor Padrón León repetía haber visto más de una vez a seres extraterrestres como tripulantes de las "naves luminosas" que surcarían el cielo de Canarias

El informe del Ejército sobre el ovni omite la difícil personalidad del médico guiense

Cuarenta años después, los "papeles" del Ejército sobre los ovnis (Objetos Volantes No Identificados) desclasificados recientemente por el Ministerio de Defensa español apenas ofrecen novedades relevantes respecto a lo que ya se conocía, en particular sobre el más trascendente mediáticamente de estos fenómenos en Canarias. Aconteció en junio de 1976 y tuvo al médico guiense Francisco Julio Padrón León como testigo privilegiado al aportar una insólita descripción. Observó la presencia de dos figuras en el interior del extraño artefacto en un cultivo de cebollas de Las Rozas (Gáldar).

Pese a la resonancia informativa que obtuvo su versión, incluso fuera de España, el informe oficial de 97 folios sobre el mismo incidente omite toda referencia a la compleja personalidad del doctor Padrón León. Un análisis que habría servido a la posibilidad de esclarecer con mayor rigor lo sucedido, restándole o no verosimilitud al testimonio, cuyo interés alcanzó una repercusión internacional. El banquero Laurence Rockefeller financió en EE UU una investigación paralela a la del Gobierno español sobre este ovni de Canarias, concluyendo que era "la mejor evidencia disponible" hasta entonces sobre tales fenómenos.

Los avatares del doctor Padrón en el ámbito familiar y en el ejercicio de la Medicina, algunos de ellos desconocidos hasta hoy, pusieron de manifiesto con el paso del tiempo las vulnerabilidades y contradicciones de su personalidad. Fueron más acentuadas y perceptibles sus traumas internos tras su experiencia con las "naves luminosas" que -según él y otros testigos-cruzaron por entonces el cielo nocturno de las Islas, tripuladas supuestamente por extraterrestres.

Los "papeles" oficiales desclasificados semanas atrás se limitan prácticamente a la recogida y transcripción de manifestaciones o relatos de los que vivieron aquel hecho sin precedentes en cuanto a su característica en la zona Noroeste y en el resto de Gran Canaria.

Las autoridades cas-trenses eluden conclu- siones certeras o contundentes sobre el origen o las causas de lo ocurrido. Insinúan, no obstante, cierto escepticismo no exento de ironía con la versión del más célebre de los visionarios, el facultativo Francisco Julio Padrón León.

El médico norteño disponía de una consulta de prestigio en su ciudad de Guía durante las décadas de los años 60,70 y 80. Las colas de pacientes llegados de los rincones más alejados de la Isla cada madrugada a la puerta de su despacho certificaban la credibilidad de que disfrutaba como galeno entre la población, además de respetado y admirado.

Su educación universitaria en la facultad de Medicina de Santiago de Compostela, primero, y en la de Cádiz, después, añadían sin duda más valor que el de cualquier otro testigo en la investigación del fenómeno ovni por el Gobierno español a través de su Ejército del Aire.

A diferencia de otros, el doctor Padrón León, entonces con 45 años, fue más lejos en su obser-vación del denominado "ovni galdense" avistado en la finca de cebollas de Las Rozas (Gáldar), en la noche del 22 junio de 1976, cuando acudía en el taxi de Francisco Estévez a atender a una enferma.

"Los seres que habían en su interior no son de aquí. Para mí son naves tripuladas que pertenecen a otros planetas", afirmó el médico guiense con aplomo y frialdad, midiendo pausadamente cada una de sus palabras, en su primera entrevista amplia que nos concedió menos de un año después, para publicar en "Diario de Las Palmas" el 7 de mayo de 1977.

Aún más llamativo en esta cita resultó su nueva confidencia. Reveló que había visto similar episodio en otras dos ocasiones. No dudaba de que "se trataba de unos seres superiores a nosotros".

El doctor Padrón León había recibido al periodista tras despedir al último paciente en su consulta al final de una jornada intensa, aunque sin renunciar a su siesta habitual. Empezaba a una hora muy temprana de la mañana en su confortable despacho profesional, habilitado en un anexo de su vivienda, un chalet de impecable línea arquitectónica. Su mobiliario era clásico, con una alfombra proporcionada bajo su mesa de trabajo. El diseño interiorista, sobrio, sin alardes.

Su actitud inicial ante el entrevistador era de cautela, pero concediendo cierto margen para la confianza. De lo contrario habría declinado el encuentro como hizo con otros medios o colegas.

Su tono en la exposición sobre la aludida experiencia, vivida en primera persona, fue siempre reposado, sereno. En apariencia coherente en su relato, y receptivo con las objeciones o preguntas de su interlocutor. Su comportamiento en este caso se correspondía con el que describían los pacientes que tenían una fe ciega en sus diagnósticos y terapias. Lograba empatizar cuando quería con el desconocido que se le acercaba, aunque no descuidaba mantener una distancia en el trato, resultado quizás de su timidez o cierta introversión.

Giro negativo en su vida

El doctor Padrón León jamás debió imaginar entonces, tampoco su entorno, el brusco giro negativo que adoptaría su vida pocos años más tarde de su protagonismo como testigo célebre del ovni galdense.

La relación con su familia se agrietó más de lo que ya estaba, y acabó desmoronándose. Casi nunca esa vinculación había sido fácil bajo el techo paterno, y estallaría por disputas con sus cuatro hermanos, menores que él, en la gestión de la herencia. Su padre, Manuel Padrón Hernández, había sido alcalde de Guía en los años 20 del pasado siglo, y procurador de los Tribunales. Su madre era Encarnación León.

Tiempo después se produjo la ruptura de su matrimonio con Sofía Bolaños Molina, con la que había tenido cinco hijos. "No me sentía querido", llegó a comentar el doctor Padrón León a uno de sus amigos más próximos como explicación. Las desavenencias con varios de sus hijos fueron aireadas con virulencia por algunos de los actores contendientes, incluso en programas radiofónicos.

Su convivencia posterior con otra mujer en Madrid fue devastadora y el puntillazo a una trayectoria que acabó en ruina, confiesa hoy otro de sus allegados que le auxiliaron hasta su fallecimiento.

Su máximo grado de dependencia, aquejado por múltiples enfermedades, había obligado meses antes a dos de sus amistades a evacuarle a la residencia de Taliarte, y abandonar la humilde habitación de alquiler donde se alojaba en el barrio galdense de San Isidro, previo paso por la Clínica de San José, al borde de Las Canteras.

La permanencia en el nuevo centro, lejos de calmarle, producía desasosiego e incomodidad al doctor Padrón. Se negaba a aceptar la nueva realidad. No disimulaba su melancolía en alguna que otra breve charla con las escasas visitas que autorizaba. Una etapa en la que era propenso a relucir lo peor de su desconocido carácter, a veces déspota y soberbio, a veces irascible e impaciente, a veces terco. Efectos también, en parte, de sus variadas patologías y de los fármacos. Con amargura lamentaba el infortunio de su decadencia física y la orfandad afectiva. Progresivamente fue encerrándose en sí mismo y se mostraba reacio a expresar opiniones o emociones. Parecía ausente de todo.

Su entrada finalmente en Urgencias del Hospital Dr. Negrín fue un verdadero calvario para él. Un tormento que reprochó sin piedad a uno de sus leales acompañantes y amigo en aquel momento, que procuraba sólo apoyarle hasta última hora. "¿Cómo me has metido aquí?", preguntaba enojado, exigiendo salir de allí. No pudieron complacer su reivindicación. La diabetes galopante combinada con una insuficiencia cardiaca agravaron sus problemas de salud, degenerando en una neumonía que no logró superar.

Falleció el 26 de abril de 2014 a los 82 años de edad. Sus restos descansan hoy en el cementerio de La Atalaya de Guía. A la tumba se ha llevado quizás un secreto que fue determinante para sus convicciones sobre los extraterrestres que confesó haber visto 38 años antes.

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