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La pescadora de La Tiñosa

El Gobierno de Canarias y el Cabildo de Lanzarote homenajean a Manuela Rodríguez, de 83 años, por el Día Internacional de las Mujeres Rurales dedicado a La Mujer y el Mar

Hija y mujer de pescadores. La vida deManuela Rodríguez Marrero resume el papel fundamental que jugó la mujer lanzaroteña en una época en la que la supervivencia dependía exclusivamente del campo y la mar. A sus 83 años, Manuela Rodríguez recibía ayer el reconocimiento a toda una generación de mujeres trabajadoras durante la celebración del Día Internacional de las Mujeres Rurales y que este año estaba dedicado a 'La Mujer y el Mar'.

Hija de pescadores, nace en La Tiñosa, en lo que se conoce actualmente como Puerto del Carmen, en Tías, en el año 1933. La mayor de diez hermanos y hermanas, Manuela pronto tuvo que abandonar el colegio para salir con su padre a pescar, único medio de subsistencia con el que contaba la familia.

"Era un barco de remo que no tenía ni para sentarse. Le decíamos un barquito de pozo porque nada más tenía los dos leitos. En el centro de había nada", recordaba ayer en el Cabildo de Lanzarote donde se llevó a cabo el acto institucional con la presencia del consejero de Agricultura, Ganadería, Pesca y Aguas del Gobierno de Canarias, Narvay Quintero; la viceconsejera de Administraciones Públicas y Transparencia del Ejecutivo canario, Manuela Armas; el presidente del Cabildo de Lanzarote, Pedro San Ginés, y la alcaldesa de Arrecife, Eva de Anta.

"En esa época en Puerto del Carmen no había nada, así que los pescaitos que cogíamos se lo vendíamos a dos señoras que lo llevaban al campo y de allí nos traían gofio, frutos o batatas. Como no había dinero salíamos adelante a fuerza de gofio y pescado", recuerda. Y como en su casa eran diez bocas las que alimentar "nos poníamos todos sentaditos en la mesa, primero le dábamos de comer a los más pequeños y lo que sobraba lo compartíamos con los grandes"..

Eso sí todavía recuerda aquellos días en los que su padre llegaba de la pesca. "Cuando mi padre venía de la mar salíamos todos corriendo a ver lo que había traído. Era una locura".

Tras casarse con un pescador de profesión (Agustín Castellano, al que le llamaban el chicharrero por proceder de Tenerife), Manuela siguió saliendo a la mar en busca del sustento para su nueva familia. "Nos levantábamos a las dos y tres de la madrugada para limpiar el pescado y ponerlo a secar". A esta tarea se dedicaban la mayor parte de las mujeres; sin embargo, eran pocas las que salían a pescar como Manuela.

Antes de que llegara el boom turístico en los setenta, en La Tiñosa, las mujeres participaron ampliamente en el sector productivo pesquero. Las mujeres iban a calar, se echaban a la mar con sus padres o maridos y al final de la faena los hombres las dejaban en La Tiñosa y seguían hasta Arrecife, donde vendían la mayor parte de las capturas, quedando un poco en el pueblo que vendían las mujeres por los campos.

Según cuenta Juan Cruz Sepúlveda en su libro El Postigo, antes de la llegada del turismo "los pequeños botes llegaban con las primera luces del día a la orilla del Varadero con sus capturas, al mismo tiempo que las mujeres bajaban hasta la marea a recoger los peces. Metían el pescado en ceretas y lo cargaban a la cabeza de una forma organizada. Lo transportaban desde La Tiñosa hasta varios puntos del municipio, donde tenían señalados los puestos de venta del pescado. A veces se pagaba en metálico y, otras, por medio del trueque de productos del campo". Cruz cita a mujeres como Lola Santana, Serafina, Domitila, María, Trina, Eladia, Isabel o Hipólita.Luego vendría la venta a burro, siendo célebre Antonia Pino, hasta llegar a los vendedores de pescado a coche.

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