El juez Alberto Puebla le tomó declaración el pasado martes a varios conocidos y familiares de In Sil Oh, la niña coreana de 11 años de edad que fue asesinada a finales del verano pasado en su casa del barrio capitalino de La Isleta. Entre los testigos estaba el padre de la joven, que fue quien encontró muerta a su hija la noche del sábado 30 de agosto.

El padre de Sil Oh, Seob Kim, venía de jugar al golf en el campo del club El Cortijo, donde había pasado parte del día en compañía de la persona que luego mató a la niña, Sang Ok Lee, que está en prisión provisional y a la espera de juicio por los delitos de homicidio, robo con violencia y agresión sexual.

De hecho, el presunto homicida aprovechó que su amigo se hallaba en el campo de golf para ir a robar a su casa, según se desprende del testimonio prestado el martes por el padre de la niña.

Otros testigos, principalmente conocidos y tíos, también sostuvieron que Ok Lee regresó luego al campo de golf, supuestamente después de haber cometido el crimen. De ahí que el fiscal y el juez instructor tomaran declaración a estos parientes para determinar las circunstancias en las que se produjo el homicidio, según fuentes cercanas a la investigación. Un trámite que es necesario para construir el relato de cómo sucedieron los hechos, cuya elaboración es fundamental para concretar las imputaciones y formular luego las acusaciones pertinentes.

Y es que Lee no ha reconocido que mató a su compatriota coreana. En su momento admitió ante la autoridad judicial que entró en la casa a robar y que golpeó a la pequeña, pero sostuvo que la dejó viva cuando se marchó de la vivienda y negó que la agrediera sexualmente. De ahí que la investigación continúe recabando pruebas para determinar la motivación con la que actuó el imputado.

AGRESIÓN SEXUAL. En concreto, una de las imputaciones pendientes de concretarse es la supuesta agresión sexual. Los primeros datos aportados por los forenses revelan indicios de que se cometiera, aunque la fiscalía ordenó que se practicaran pruebas biológicas para determinar las partes del cuerpo en las que pudo haber contacto sexual. Sin embargo, el resultado de los informes todavía no ha llegado al Juzgado de Instrucción número 1.

Lo que sí parece acreditado es la relación de amistad que había entre Lee y la familia Sil Oh, aunque tampoco está claro en qué grado. Tampoco se sabe con certeza si la niña abrió la puerta al presunto homicida, o éste usó una llave robada para entrar en la casa. Su móvil parece ser el robo, pues la vivienda estaba revuelta y el imputado sustrajo algunas joyas. También sabía que el padre de la joven guardaba dinero en metálico, pero no llegó a encontrarlo. Lee pasaba una mala situación económica que lo llevó semanas antes a hurtar varias tarjetas bancarias. Está pendiente de juicio por ello.