En un alarde la belleza, cual pavo real en plena danza de apareamiento, el Elcano se despidió ayer de Las Palmas de Gran Canaria desplegando al atardecer parte de su velamen, tras dos días de una escueta escala aprovechada para servir de escenario al acto de entrega de la nueva Bandera del Mando Naval de Canarias.

A la altura de Vegueta cayeron la cangreja y los cangrejos, el foque y el cotrafoque, otorgando al horizonte del casco antiguo de la ciudad la estampa que debió tener un par de siglos atrás, cuando a San Telmo, asomando por San Cristóbal llegaban todo tipo de embarcaciones hacia o desde América y Europa.

En cubierta guardiamarinas -un total de 49 son los embarcados- y marinería casi repetían un especie de coreografía de idas, subidas a los mástiles y suelta de cabos que era seguida de cerca por los fotógrafos, periodistas y curiosos que embarcaron para la ocasión en el patrullero Cazadora, uno de los del Mando.

Ahora le quedan 25 días hasta volver a tocar tierra, y lo hará al otro lado del Atlántico, en Río de Janeiro (Brasil). En esta universidad flotante sólo apta para los buenos marinos, esas travesías se realizan a la vieja usanza, sin ordenadores, ni GPS, ni seguimiento vía satélite. Sólo con la ayuda del sol y guiándose por las estrellas, como los viejos marinos, avezados usuarios de los astrolabios, cuadrantes y sextantes.

De la misma forma seguirá luego su periplo americano por Montevideo, Buenos Aires, Punta Arenas, Valparaíso, El Callao, Guayaquil, Charleston y Boston. No volverá a tocar tierras españolas hasta el mes de julio, cuando arribe a Galicia.

Será un viaje corto, apenas de seis meses, para una embarcación que ha circunnavegado, desde la primera vez en 1928, en diez ocasiones el mundo.