Los comerciantes chinos han salido de las calles de La Isleta y del Puerto y ya han dado el salto a varios barrios en los que hasta hace poco más de dos años era muy difícil verlos. Este salto geográfico va acompañado de otro cualitativo ya que los chinos también han dejado atrás la costumbre de las tiendas del 'todo a 100' para diversificar su oferta comercial y adaptarla mejor a los gustos de la población canaria. Así, se ha convertido de lo más común ver a chinos regentando peluquerías, bares de copas, tiendas de bocadillos, minimercados y en casos extremos, una sidrería y hasta un establecimiento de kebab.

"Los chinos, los de los restaurantes aparte, comenzaron a llegar a la ciudad hace 10 ó 12 años y se establecieron en La Naval y otras calles del Puerto", cuenta Prudencio Lorenzo, presidente de la agrupación de pequeños comerciantes, Cecapyme, "llegaron justo en el momento del declive de las tiendas de hindúes y ellos ocuparon muchos de sus locales que estaban cerrados". Según el padrón municipal que consta en el Instituto de Estadística de Canarias (Istac), en 2000 residían en esta ciudad sólo 398 chinos. En 2009 esa cifra se elevó a los 1.515, lo que supone un 3,5% de la población extranjera de la capital.

Esta expansión del comercio chino es vista con recelo por empresarios locales que los ven como una competencia "desleal". Otros, sin embargo, saludan su llegada porque han servido para reactivar zonas en franca decadencia como La Naval.

Según los empresarios consultados, los comerciantes chinos son muy reservados y apenas se asocian con el resto de empresarios canarios. Con fama de "buenos pagadores", suelen hacerlo al contado. Dicen que es muy raro ver a un chino ingresar en el banco y que están tan organizados que cuentan con pagadores que abonan los alquileres de locales en nombre de los arrendados.

Aunque no fomentan el asociacionismo, sí se organizan entre ellos como una sociedad mercantil y juntos realizan pedidos de mercancías a sus centrales de distribución, situadas en Madrid y Barcelona. Esas compras masivas, unidas a la baja calidad del producto, facilitan que vendan a precios muy bajos con los que difícilmente puede competir el empresario local.