El Juzgado Penal número 5 de Las Palmas de Gran Canaria ha condenado a Miguel Ángel Ramírez Alonso a tres años y un día de cárcel por atentar contra la ordenación del territorio y promover la construcción de obras ilegales, concretamente en una finca de su propiedad que está situada en un espacio natural protegido en La Milagrosa.

El empresario ha comunicado a este medio que piensa recurrir y se considera inocente.

Miguel Ángel Ramírez ha perdido el juicio celebrado a finales de enero por las obras realizadas en su casa de La Milagrosa, un chalé ubicado en pleno espacio natural protegido de Pino Santo, en la parte que linda con el término municipal de Las Palmas de Gran Canaria.

El fiscal delegado de Medio Ambiente, Javier Ródenas, acusó a Ramírez de un delito contra la ordenación del territorio por "promover varias obras ilegales" y "destrozar" parte del pareje, según las conlusiones finales del fiscal, que solicitó tres años y medio de prisión para el empresasio. El juicio se celebró el 27 de enero en el Juzgado de lo Penal 5 de la capital grancanaria.

Los hechos ocurrieron entre marzo y junio de 2004, pero la vista oral no se celebró hasta el pasado mes de enero. "No me hacía ninguna casa, sólo rehabilitaba muros, una pajarera y una pérgola, declaró Ramírez en el juicio, que duró casi 10 horas. Luego añadió: "Sabía que la finca estaba en suelo rústico, pero desconocía que necesitaba la calificación territorial del Cabildo porque no soy constructor" .

El paraje natural de Pino Santo no sólo está catalogado como Lugar de Interés Comunitario por la Unión Europea, sino que integra la Red de Espacios Protegidos de Canarias. Además, los ténicos del Cabildo sostuvieron en el juicio que la institución insular denegó la calificación territorial de las obras, incluso negaron la legalización de los trabajos en varias ocasiones, que también consistieron en la instalación de un vallado de hormigón.

El mayor daño causado consistió en abrir un ramal para el acceso de coches hasta la entrada de la finca. Unas obras que transformaron la configuración del terreno y modificaron las características del paisaje, pues destruyeron el bosque de acebuches y laureles, afectando al hábitat de interés comunitario. "Se ha hecho un daño inútil al territorio, porque ya había un camino", concluyó uno de los técnicos.