La Luz se ha convertido en el puerto más importante del Atlántico Medio. Pero la relevancia internacional de hoy en día hubiese quedado en entredicho sin la aportación casi desconocida de Juan de León y Castillo (1834-1934), hermano del ilustre político Fernando. El ingeniero, director y consultor de la obra tuvo que ejercer hasta de contable en su construcción, ya que el contrato con Swanston y Cía. había disparado los costes y afectado a sus intereses económicos. Se cumplen ahora 120 años de la firma del acuerdo laboral entre el técnico grancanario y la empresa inglesa.

Su cuadro luce en la nueva sede del colegio de ingenieros de Caminos de Las Palmas, en el Puerto de La Luz, junto a Agustín de Betancourt. Y es que Juan de León y Castillo está considerado el más famosos ingeniero canario del siglo XIX.

Desde que obtuvo el título con 24 años, su obra fue ingente, aunque por encima de todas ellas sobresale el Puerto de La Luz, sin menospreciar el Faro de Maspalomas y la carretera de Las Palmas a Telde, entre otras.

Su fama, según la Biografía de Sebastián Hernández, llegó tanto por haber tomado como modelo la ingeniería británica, como por convertirlo en el motor de la economía insular. "Su realización fue fruto de la consolidación de una tendencia política animada desde el exterior por el dinero británico", añade.

Tras un largo parón, Juan de León y Castillo se hizo cargo de revisar el proyecto original, al considerarse que la anterior propuesta, aunque modesta, era cara y no cubría las expectativas. "Se quería una obra de envergadura", señala. Y, sobre todo, porque el objetivo era dejar el puerto abierto a futuras ampliaciones. La idea final recogía un dique de abrigo, el muelle grande o de Refugio, que partía del espigón de 200 metros existente y un contradique de 700 metros. La longitud exterior era de 1.240 metros, según el libro 125 años del Puerto de Las Palmas, que apunta que el plazo de ejecución eran 17 años.

Pero la obra tuvo muchos entresijos. Según las profesoras Candelaria Castro y Mercedes Calvo, la relación de Juan de León y Castillo fue especialmente estrecha con la empresa. Una vinculación que data de 1891, cuando se firma el contrato entre ambas partes, y el técnico asume las obras como ingeniero directivo y consultivo.

Sin embargo, las cláusulas del contrato sellado hace ahora 120 años y su posterior interpretación estuvieron a punto de arruinarlo todo.

La afección de sus intereses económicos llevaron al ingeniero a iniciar una faceta desconocida, como fue la labor de censor de los libros contables y la documentación económico-administrativa de la obra. Entre las disputas incluyen la relación monetaria entre la peseta y la libra esterlina, así como la imposibilidad para acceder a las cuentas, al no crearse una compañía para la obra.

Las profesoras constatan que las divergencias mutuas entre las bases previas del contrato y el documento final dañaron los intereses particulares de Juan de León y Castillo, y que éste trató de modificar las cláusulas a pesar de que la compañía inglesa "se mantuvo firme en su posición".

En cualquier caso, la investigación les lleva a afirmar que "Swanston y Cía. tuvo un tratamiento diferenciado con Juan de León y Castillo, en atención a los intereses de la compañía, dado que en las disposiciones que le interesó a la empresa lo consideró como socio y en otras no".

El 5 de septiembre de 1903 finalizó oficialmente el proyecto, aunque las obras se concluyeron en tramos sucesivos. Su coste fue de 8.381.711,37 pesetas.