"Tuve una emergencia con un avión. Cuando estaba en la fase de vuelo vertical falló la única turbina que tenía. La aeronave cayó desde una altura considerable y por ello el tanque se reventó y el combustible se derramó sobre la cubierta del portaaviones". Este incidente, que no tuvo consecuencias graves y podría formar parte de un relato de hazañas marítimas, está entre el catálogo de vivencias del actual almirante del Mando Naval de Canarias, Gregorio Bueno Murga, que tuvo dos años en sus manos el destino del emblemático portaaviones Príncipe de Asturias, actualmente en periodo de desarme en Galicia.

Aquel día, la rápida intervención de la tripulación evitó una desgracia. "La dotación del barco reaccionó muy bien. El avión tuvo pequeños daños, pero no hubo incendio y se demostró que una partícula había entrado en la turbina causando una pérdida de potencia", continúa el militar.

El pasado 8 de febrero, el PdA -como se le conoce en el argot militar- navegó hasta el mismo astillero que le vio nacer en 1988, en Ferrol, Galicia, para entrar en una fase de desarme que permitirá a la Armada Española adquirir los equipos que pueden serles útiles desde un punto de vista militar o económico.

El almirante del Mando Naval regional no tuvo que enfrentarse a ninguna operación real pero sí que participó en varios ejercicios. "Estuve en Francia con motivo del centenario de la Aviación Naval francesa, donde se juntaron, aparte del español, tres portaaviones: uno francés, uno italiano y otro americano. Luego tuve otro largo despliegue en aguas españolas y entré en Gijón y posteriormente en La Coruña", señaló Bueno Murga.

"He llegado a llevar 670 personas a bordo del Príncipe de Asturias, entre la dotación, el Estado Mayor y el personal de las unidades aéreas", concreta el excomandante del buque. En general, el objetivo de los barcos es "estar alistados para la misión que se les pueda encomendar", apunta. Pero esta tarea es más complicada en el caso de los portaaviones porque, aparte de la dotación propia de la embarcación, depende de las tripulaciones de los aviones. De esta manera, "embarcan entre 120 y 150 personas más para dar apoyo permanente y operar las 24 horas", indica el almirante.

La formación de los pilotos es esencial y "compleja, porque tienen que empezar a hacer tomas (posarse sobre la cubierta) durante el día en unas condiciones meteorológicas determinadas", explica Bueno Murga. Una vez que están avalados y más que comprobado que pueden maniobrar en horario diurno y con distintos tipos de aproximación, toca hacerlo de noche. Los pilotos tienen que utilizar gafas de visión nocturna para evitar el reflejo de la cubierta iluminada y que estas luces le cieguen.

En cuanto a la convivencia de la tripulación, el almirante la justifica con una comparativa con lo que puede ser el día a día común. "Es como si el barco fuese un pequeño pueblo: por arriba, hay un alcalde, que sería el comandante. Luego, hay una serie de concejales, que son los oficiales y cada uno es responsable de un área, y también hay unas personas que facilitan los servicios públicos". De esta manera, "el barco gira alrededor de los aviones y helicópteros. Todo está diseñado para que las dotaciones de vuelo estén descansadas, para que salgan al aire con la mejor información y para que a su vuelta se recuperen", detalla Bueno Murga.

La convivencia entre las aproximadamente 700 personas que se pueden juntar es "muy satisfactoria", comenta, a pesar de la diferencia de caracteres que puedan existir. "La base de toda esa compleja maquinaria de guerra es saber crear un equipo, en el que todo el mundo oriente su esfuerzo hacia la dirección marcada por el comandante o por los propios oficiales", apostilla.

El Príncipe de Asturias pone fin a 25 años de servicio. "Es un barco que se ve operativo pero por razones presupuestarias no somos capaces de mantenerlo ahora", sostiene el almirante del Mando Naval de Canarias. Además, en los cinco lustros de vida no se le realizó ninguna modernización y aún contiene equipos cuyo mantenimiento es más costoso.

La tristeza ha calado entre la tripulación que se ha encargado del portaaviones en los últimos meses, incluso en el mismo Gregorio Bueno Murga, a quien esta retirada le produce nostalgia. En el pasado mes de enero acudió al portaaviones para un encuentro entre varios excomandantes que habían sido convocados por el actual almirante de la flota. Bueno se dedicó a saludar a sus amigos y subordinados que aún permanecían en el barco.

Aunque está en fase de desarme, el futuro del PdA es una incógnita. Puede ser que se venda a otro país o a alguna empresa para desguazar. La idea de convertir a este buque insignia en museo no deja indiferente al almirante. El portaaviones cuenta con 198 metros de eslora, 26 metros de manga y puede embarcar hasta 25 aeronaves. "Sería una salida airosa si le diesen uso museístico, pero reconozco la dificultad de su mantenimiento para quien esté interesado en ello", considera el almirante.