El Jueves Santo fue ayer un día distinto. Sonó, literalmente, distinto. Y todo porque los fieles que se congregaron en la Catedral de Canarias para celebrar este primer acto del Triduo Pascual acudieron a misa avisados por el sonido que producían el choque de piezas de madera, que sustituyó al tradicional tañido metálico de las campanas. Era la matraca, un artilugio que no se usaba en la capital grancanaria desde los años 1949-50 del siglo pasado y que gracias a su restauración por el maestro matricero Jacobo González, volvió a oírse por tres veces para anunciar el comienzo de la ceremonia religiosa.

Fue, por tanto, el repique del golpeo de los ocho martillos sobre los 16 yunques de madera de tea de pino canario de este aparato que data de finales del siglo XVII, el que recordó que ayer era un día de luto para los cristianos, la jornada donde Jesucristo celebró la Última Cena y fue prendido para su posterior juicio y condena a muerte. "En siglos pasados se usaba la matraca", señala González, "porque al considerarse el Jueves Santo un día luctuoso se sustituía el sonido de las campanas por el de este aparato, menos estridente".

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