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El alma de los Poliguanches

Antonio Ramos González, fallecido a los 64 años tras una afección cardiaca, deja una huella imborrable en la Policía Local

Antonio Ramos González. LP / DLP

Antonio Ramos González era de esos isleños que tienen una historia que contar. Su familia es originaria de Artenara, echó raíces en Gáldar y la necesidad de buscarse un porvenir lo llevó a El Aaiún, donde trabajó en los laboratorios de Fos Bucraa, la antigua empresa española que explotaba los yacimientos de fosfato en esa región del Sahara Occidental. Luego, a la vuelta de su aventura africana, trabajó de profesor de autoescuela en Tenerife, se instaló en la capital grancanaria y sacó las oposiciones a Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria. Se jubiló en 1998 por culpa de un corazón caprichoso, tanto que le volvió a fallar el 14 de febrero al sufrir una complicación respiratoria. Esta vez, por desgracia, de forma definitiva. Tenía 64 años.

Por eso Antonio Ramos no puede contar su historia, aunque sí sus familiares y amigos más cercanos, que el pasado domingo llenaron el tanatorio de Las Torres para despedirlo como se merece, con el respeto y la admiración de sus maneras sencillas. "Era muy querido por todos en la Policía, una gran persona", recuerda el comisario jefe de la Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria, Javier Henríquez Rodríguez, uno de los compañeros que acompañó a la familia en esas horas difíciles.

Y es que Ramos dejó huella en el cuerpo local de seguridad. Estaba destinado a la unidad de Tráfico, siempre de aquí para allá con el radar móvil, a la caza de los excesos propiciados por la velocidad. Pero es en la distancia corta, tras las horas que le siguen al trabajo, donde desplegó sus habilidades sociales y se ganó el cariño de los compañeros, pues dirigió como entrenador el Guaguas Municipales de Lucha Canaria y refundó la rondalla Los Poliguanches, ambos vinculados a la policía municipal.

También hizo sus aportaciones a Los Medianeros y Sol de Canarias, aunque es en Los Poliguanches donde se matriculó en el arte de tocar la bandurria. Se trata de un grupo folclórico canario, con cuerpo de toque y de baile, que está integrado por 42 hombres y mujeres, cuya fundación se remonta a 1975 por el primer director musical y presidente de honor, Antonio Almeida Caldero, y el anterior inspector jefe de la Policía Local, Carlos Cabrera Suárez. Ramos le insufló nuevos aires en una segunda etapa junto a otros compañeros amantes del folclore.

Ese gusto por lo canario, tan ligado a su idiosincrasia isleña, le llevó a practicar la lucha en El Aaiún, donde le decían el pollito del laboratorio, por su trabajo en la empresa de fosfatos española, que luego se convirtió en objetivo del Frente Polisario.

Una afición a la música que supo inculcarles a sus hijos, Laura y Jorge Ramos Pérez, siempre con el gesto cómplice de María Dolores Pérez Díaz, claro, su esposa. Todos, incluidos hijos políticos y nietos, agradecen el apoyo y el cariño recibido estos días.

Antonio Ramos González, de 64 años, falleció el pasado 14 de febrero. La capilla ardiente se instaló en el tanatorio de Las Torres el domingo 15. Hasta allí acudieron a despedirlo familiares y amigos de la Policía Local, la música y hasta del Club La Milagrosa, a donde solía acudir con frecuencia a jugar a las cartas, otro de sus pasatiempos favoritos junto al arte de cultivar la amistad.

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