Con la mejor sonrisa y con la camiseta del 20 aniversario de la apertura de The American School of Las Palmas, Cely Ornazabal, docente en el centro, vendía ayer a los asistentes a la fiesta del Food Fair los anuarios del colegio, algunos de ellos con imágenes en blanco y negro; toda una reliquia llena de recuerdos para el que ha pasado por esta institución privada, abierta en 1967 tras llegar a la isla un grupo de familias norteamericanas pertenecientes a una misión científica de la Nasa.

El colegio, que cumplirá el próximo curso 50 años de historia en la Isla, recaudaba fondos para fines solidarios entre las familias con una gran fiesta en la que toda la comunidad educativa estaba implicada y en la que hubo juegos, demostraciones de talento menudo y, por supuesto, comida. Una degustación gastronómica, ejemplo de la diversidad que hay en sus aulas, y que hermanó por unas horas a niños, docentes y familias.

"Vine para estudiar inglés porque quería prepararme para marcharme fuera, y me quedé", contaba Cely, que ha visto en este tiempo como ha ido creciendo el colegio en infraestructuras el colegio y también como las familias canarias han encajado ya que "ahora, para salir fuera, los chicos tienen que estar preparados desde el inicio".

En la actualidad, unos 300 escolares estudian en The American School of Las Palmas, que imparte las clases en inglés desde Infantil hasta Bachillerato y que prepara a los jóvenes en los dos curriculum educativos - el americano y el español-, lo que permite a los chicos ir a Universidades americanas o españolas sin problemas.

Un 70 % aproximadamente de los estudiantes son chicos canarios, mientras que el 30% restante son de distintas nacionalidades. En concreto, de unas 30. Y para comprobarlo solo había ayer que echar un vistazo a las numerosas actividades que organizaron para darse cuenta de la diversidad de individuos, chicos y grandes, que se divertían en el patio del centro, convertido en un parque de juegos y en una cantina.

A la hora del almuerzo, las familias se congregaban alrededor de los puestos de comida -española, mexicana, coreana e hindú-, sin olvidar la popular barbacoa y los ricos dulces, elaborados todos ellos por los padres y los docentes, encargados también de servir en las barras, mientras los más pequeños amenizaban con actuaciones musicales desde un escenario instalado para la ocasión.

La mañana comenzó al mediodía con un partido de fútbol entre padres y alumnos. Después hubo actuaciones musicales y numerosos juegos como el mikado, los dados, la probabilidad, las cuatro en raya gigante, el alza de anillos; entre otros, para que los asistentes se entretuvieran tentando a la suerte.

Los visitantes también tuvieron la oportunidad de comprar algún libro o juguete viejo, lavar el coche, participar en la tómbola o llevarse el recuerdo de la jornada disfrazándose del presidente Abraham Lincoln del Tío Sam frente a un photocall, a cambios de unas monedas. Hace dos años, el dinero recaudado contribuyó a crear un orfanato en Kenia.

"Desde septiembre estamos organizando la jornada para recopilar dinero bien para el propio centro o para fines solidarios", explicó la directora, Jeannine Bogaard, que desde este curso es la máxima responsable del centro educativo después de que la Consultora Educación y Sistemas se hiciera cargo de la entidad. "Estoy feliz y contenta de vivir aquí, el tiempo es maravilloso, la vida es más sencilla y tranquila", aseguraba esta californiana de nacimiento que a los 22 años se vino a España a aprender español y desde entonces "lo estoy aprendiendo (ríe)". Lleva 30 años en España.

El Food Fair, que se viene celebrando desde hace 40 años ininterrumpidamente, forma parte ya del recuerdo de los estudiantes y del próximo anuario del centro 2015/2016.