Cuentan tres de los evangelistas en sus escritos bíblicos que Simón de Cirene venía del campo cuando fue obligado a portar la cruz. Ayer, esa imagen, volvió a recrearse en las entrañas del centenario barrio de Las Palmas de Gran Canaria. Arropado por una multitud de fieles que, desde rato antes aguardan para verle, el Santísimo Cristo con la cruz a cuestas ayudado por el Cirineo sale de la parroquia de Santo Domingo para comenzar con el recorrido por el trazado urbano del casco histórico. No tarda mucho en seguirle la figura de San Juan, secundada por La Magdalena y La Verónica, antes de que Nuestra Señora de Los Dolores de Vegueta se una a la procesión que les llevará a todos a la plaza de Santa Ana, donde tiene lugar en esperado Encuentro.

Poco a poco, la plaza de Santo Domingo de Guzmán cobra ambiente. Frente a las puertas del templo se concentra la mayoría de los asistentes que busca el sitio estratégico que les evite perder detalle. Antes de que se abran las puertas del templo y comiencen a desfilar las tallas que portan tronos sobre ruedas, algunos aprovechan para conversar con sus acompañantes. "¿Tú crees que en estos árboles habrá palomas?", interpela una señora a su amiga que, rápida, le contesta que "estarán dormidas" en el caso de ser así. "Pero igual las despiertan los tambores y va a ser mejor que no estemos aquí debajo", insiste con cierta preocupación su compañera.

Mientras, la pequeña Adriana, de dos años, se afana en endulzarse con el rosado algodón de azúcar que sostiene su madre, Ana Díaz. "Es la primera vez que venimos con los niños", explica junto a su marido Adae Camarero y el primogénito, Gabriel, de ocho años.

José Herrera, de 20 años y estudiante de Educación Física, también come un algodón de azúcar y se estrena en una procesión. "Lo hago por ella", cuenta divertido. Se refiere a Ester Hernández, su novia, quien este año, después de muchos, vive el Santo Encuentro desde otra perspectiva. "Yo antes cantaba en el coro de Santa Ana, así que la veía desde allí. Esta es la primera vez que la veo desde este lado. Lo que más me gusta es la música, que a mí me emociona y creo que te llega dentro", confiesa esta futura médico de 21 años.

Muy cerca de la pareja de jóvenes, se preparan para seguir la comitiva Cindy Medina y Luisa Díaz. La primera, tiene desde que era niña esta fecha señalada en el calendario. La segunda, empezó a marcarla de rojo después de vivir una Semana Santa en Sevilla, donde terminó de cautivarla esta tradición.

El negro y el rojo son los colores de la noche, los de las túnicas de los nazarenos que también acompañan a las imágenes hasta el final del recorrido. Es en Santa Ana, en torno a las diez de la noche, donde se vive el momento más emotivo. Las cornetas, trompetas y tambores resuenan con más fuerza y cientos de personas se concentran para vivir y capturar con sus móviles y cámaras el Santo Encuentro.