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Aquí la Tierra Objetos de viaje

El planeta de los signos

El planeta de los signos

Es probable que a quienes contemplen la foto que ilustra este reportaje, les ocurra lo que, presumiblemente, les pasa también a los hombres de mayor edad que aparecen en ella. A los hombres que rodean al que sostiene la réplica de la cápsula Gemini V: al observar la miniatura no pueden dejar de pensar en el espacio infinito. Con todo, cabe igualmente la posibilidad de que el hombre de la derecha, preboste franquista que atiende las explicaciones del astronauta norteamericano Charles Conrad en Las Palmas, el 28 de septiembre de 1965, tenga la mente puesta en un espacio limitado. Igual en lo que piensa no es en el universo, sino en su despacho, en lo precioso que va a quedar en él el souvenir debajo del retrato del Caudillo.

Amén de las magnitudes espaciales, en el obsequio hipnótico que el piloto de la cápsula hace al representante de la dictadura concurren también implicaciones políticas siderales: el Régimen había permitido a la NASA levantar en Maspalomas una estación que jugó un papel capital en el seguimiento de expediciones como la del Apollo XI, la que llevó al hombre a la Luna, y antes la de la Gemini V, que, con sus ocho días de duración, se convirtió en su momento en la misión espacial más larga de la historia. Con ello los norteamericanos arrebataron el récord a la Vostok 5 de los soviéticos, sus enemigos irreconciliables, competidores en la Carrera Espacial, y, como ellos mismos, capacitados para exterminar al otro y aniquilar de paso la vida en la Tierra.

Previamente, el vuelo en la Vostok 1 del cosmonauta Yuri Gagarin, el primer hombre que salió al espacio exterior, había desatado la psicosis en Estados Unidos y sus aliados, entre ellos la España franquista, despavorida ante lo que la prensa oficial calificaba como "genio satánico de Rusia". Por eso la dictadura nacionalcatólica aceptó de inmediato cuando los yanquis le solicitaron permiso para construir la Estación Espacial de Maspalomas. Es en este contexto en el que se produce la visita a Gran Canaria de los astronautas de la Gemini V y el acto de entrega de esta réplica de la cápsula que tienta imaginar llena de chupa chups y confeti.

Por lo demás, este souvenir no es sino un eslabón de una cadena que engarza en Canarias dos fenómenos, viajes astronáuticos y turismo de masas, nacidos bajo el signo del nuevo orden mundial de movilidad en una mezcla perfecta de tensión y relax. Piénsese en la fotografía de Neil Armstrong y Buzz Aldrin, los reyes del espacio infinito que pisaron por primera vez la Luna, en el Hotel Oasis de Maspalomas, agasajados por la Agrupación Folclórica Roque Nublo que les canta eso de "mágica piedra lunar". Recuérdese las invitaciones de la Consejería de Turismo del Gobierno canario a los cosmonautas de la Estación Internacional Rusa para que viniesen en los noventa a recuperarse de su largo viaje con unas vacaciones en las Islas. Y, sobre todo, téngase presente al comandante Cernan, del Apo-llo XVII, también en tiempo de asueto en Gran Canaria, que a la pregunta de un periodista sobre "cómo se veían las Islas Canarias desde la nave espacial", responde cortés y paciente: "Como comprenderá estábamos muy atareados en la nave y no tuvimos tiempo de admirar esta bella parte del Atlántico".

Y, bien, aparte de detalles menores como la sonrisa de tipo duro pero simpático del astronauta Conrad, la ausencia de bigotillo fascista en los rostros de los tres representantes de la dictadura, o la candorosa imagen del guardia urbano con salacot, cuadrado bajo un drago en lo que probablemente son los jardínes del Hotel Santa Catalina, importa sobre todo lo que transmite el perfume de nostalgia que desprende la fotografía. Y, como cualquier fotografía -lo mismo que como cualquier souvenir-, lo que transmite es deseo de persistencia de la vida, disipación del vértigo inherente a la cultura moderna, y, tal que en todo lo concerniente a la Carrera Espacial, nostalgia del futuro, anhelo de un lugar que no conocemos y que llamamos origen.

Viajes por la estratosfera y más allá, pero también viajes por la iconosfera, pues la Era Espacial se solapa a partir de los años sesenta con el descomunal salto adelante de la proliferación de las imágenes masivas que ofrecen todo en un todo indiferenciado y conforman nuestro mundo-imagen: El planeta de los signos.

Ineluctablemente ligados al destino de la Técnica, nadamos primero dentro de la malla que daba cuerpo a la NASA y ahora brincamos desconcertados en el espacio de la Red. Y, así, mientras, satélite mediante, observa en su pantalla de plasma esta fotografía perteneciente al Fondo fotográfico de la Embajada de los Estados Unidos en España, el reportero siente una sensación de ingravidez sin dejar de preguntarse: ¿a dónde habrá ido a parar la réplica en miniatura de la Gemini V?

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