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Aquí la Tierra Mal ambiente

Ciudad contra Jardín

La destrucción del entorno vegetal de la antigua sede de TVE-C, perpetrada por un colegio inglés, indica la deriva de uno de los barrios más emblemáticos de Las Palmas, creado paradójicamente por británicos

Ciudad contra Jardín

Habrá que empezar por explicar un concepto que, no por arduo y hermético, cabe obviar: una ciudad jardín no se hace solo con edificios sino también con jardines. Explicada esta noción, y pese a que, dada su dificultad, muchos lectores han desistido ya de continuar leyendo, es necesario avanzar, y a continuación visualizar el barrio de Ciudad Jardín, una de las joyas de la corona del espacio urbanizado de Las Palmas. Hay que recorrer mentalmente sus pequeñas calles, con viviendas indisociables de sus recintos plantados, que deleitan los sentidos de propietarios y transeúntes. Y ahora, tras este merodeo placentero, toca detenerse abruptamente e intentar pensar Ciudad Jardín con un jardín menos. No uno cualquiera, sino uno emblemático. Un agreste jardín poblado de hermosos laureles de indias, ficus, washingtonias, palmeras canarias, acebuches y dragos, la mayoría con gran porte y densidad y más de seis décadas de vida. Un jardín, además, que hasta hace aproximadamente dos años era propiedad del Ente Público: el jardín de la antigua sede de Televisión Española en Canarias. Llegados hasta aquí ya no hace falta imaginar más. Cumple ahora acercarse a este lugar y comprobar que el jardín no existe ya: en algún momento, desde que dejó de ser público, fue arrasado.

Pero bueno, volvamos con historias bonitas, que es agosto y toca tener entretenido al lector. Recordemos, por ejemplo, como dice una web oficial del ayuntamiento, que Ciudad Jardín "es el mejor reflejo de la huella inglesa en Las Palmas de Gran Canaria" y que "muchos hablan de Ciudad Jardín como la 'ciudad de los ingleses". Efectivamente, este barrio tiene su origen en el asentamiento de británicos en la Vega de Santa Catalina a finales del siglo XIX, quienes, según la tipología predilecta en su país de origen, construyeron sus casas rodeadas de naturaleza domesticada. Por cierto, como curiosidad añadida, ya que estamos con "el mejor reflejo de la huella inglesa" en la ciudad, es, precisamente, un colegio inglés quien compró al Estado el inmueble de TVE-C con el propósito de abrir un centro infantil. Para ello arrasó el jardín, en parte para levantar dos edificios que ampliarán la construcción primigenia y que, vistas sus trazas en la web del colegio, serán, estos sí, perfectamente arrasables. El centro educativo llevará el nombre de Milton, por la plazoleta a la que da su fachada principal, y, presumiblemente, en él se enseñará a los niños las cosas que se enseñan a los niños, como, por decir algo, el respeto por el paisaje y el medio ambiente, cómo se planta un jardín, y en este plan.

Otra historia bonita, para que, si anda aún algún lector por aquí no acabe también por desertar: la vivienda antigua que acogerá este "jardín de infancia" británico fue construida por Miguel Martín-Fernández de la Torre entre 1923 y 1925. ¿Y quién fue este individuo? Pues, señoras y caballeros, niños y niñas, un arquitecto fundamental en la historia de la cultura en Canarias, y aún en la nacional, que no sólo construyó las mejores viviendas de Ciudad Jardín, sino que en su Plan de Ordenación Urbana de 1922 integró el barrio de los ingleses como continuo entre Las Palmas y El Puerto. De modo que cuando levantó esta casa, don Miguel ya había previsto que el área creciera con la imbricación armónica de jardines y edificios. Así procedió él mismo en la casona de Milton.

Por sus valores patrimoniales, la parcela en la que se levanta este edificio conocido como Casa Bautista goza de protección en el Plan General de Ordenación Urbana del municipio. Bueno, la parcela entera o sólo el edificio, pues el asunto no queda meridianamente claro en el documento. El texto solo refiere la vivienda, pero el mapa contempla la parcela íntegra y jurisprudencia hay que indica que en una situación tal el mapa predomina sobre el texto. Es llamativo a este respecto que, a diferencia de otras ciudades con representantes públicos y en general habitantes más cultivados, en ésta no existan un catálogo municipal del patrimonio jardinista, ni otro de árboles singulares. Tal vez este caso sirva, al menos, para que el ayuntamiento se decida a redactarlos. ¿Quién concedió el permiso de tala para acabar con el drago y el acebuche, que gozan de protección especial, y con los demás árboles exterminados? Seguramente todo ha sido perpetrado conforme a la legalidad en esta operación inmobiliaria -habría que cambiar la normativa, entonces-. Otra cuestión, y perdón por el fácil juego de palabras, es que esta operación inmobiliaria sea también una operación edificante.

Pero, visto lo hecho con el jardín de la Casa Bautista, último episodio en realidad de lo que viene pasando con los jardines del barrio desde los años sesenta, es fácil prever que no está lejos el tiempo en que en Ciudad Jardín no quede ningún jardín. Cuando se elimine el último, será entonces un gran día en la historia de esta ciudad con nombre de árbol, pues Las Palmas habrá hecho una aportación innovadora a la historia del urbanismo: un nuevo concepto de ciudad jardín. Lo que podríamos llamar ciudad contra jardín.

Alguien dijo en algún sitio algo así como que la jardinería mejora la buena arquitectura y disimula la mala. Este sabio pensamiento lleva a otra consideración: los jardines de las casas de Ciudad Jardín no son añadidos decorativos a la arquitectura, sino parte fundamental de la misma. Todo configura un único espacio habitable. Además, los árboles, como no puede hacer ningún otro elemento constructivo, introducen lo difuso en la arquitectura, una delicada calidad perceptiva que tenía muy presente el propio Miguel Martín -por algo dibujó muchos de sus proyectos con árboles-. Perdida aquí esta sutil cualidad, desnudado el viejo edificio de su veladura vegetal, al que encima le van a "empegostar" dos anexos, éste aparecerá ahora como una mole aplastante en un lugar extremadamente sensible.

Quedaría bonito para finalizar tirar de referencias a la cultura inglesa. Del movimiento urbanístico de la Ciudad Jardín de Ebenezer Howard, por ejemplo, o de Milton, pero no el de la plazoleta sino el de El paraíso perdido, o bien de los Cuentos de Canterbury.

Pero puestos a hacer alarde de erudición, apetece más acabar con una cita de aquel filósofo alemán famoso, ¿cómo se llamaba?, que advirtió de la expansión imparable del nihilismo en el mundo moderno. Y es que, efectivamente, "el desierto crece".

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