Emoción contenida, lágrimas, y gratitud sintieron las muchas personas que ayer se dieron cita en la iglesia de San Agustín, en el casco histórico de la capital grancanaria, para dar su último adiós al sacerdote jesuita, que fuera profesor del Colegio San Ignacio de Loyola, José Antonio Morillas Brandi, S.J. Compañeros de profesión espiritual y de profesión docente, amigos y antiguos alumnos no quisieron dejar de asistir a una misa funeral sencilla y emotiva, en la que en ningún momento se quebró el silencio, solo al final, cuando los aplausos a la salida del féretro se hicieron oír. Resonaron también con fuerza las últimas palabras del discurso del sacerdote Lucas López, S.J.: "No se trata de convertirlo en un recuerdo del pasado, sino de que vivamos su regalo: la amistad, la servicialidad, la cercanía, el compromiso, la fiesta. José Antonio Morillas no es un recuerdo, no es una añoranza. Él, como su Señor es vida, está vivo, nos da su vida".