"Los turistas de finales del siglo XIX que llegaban a Gran Canaria iban buscando lo exótico, y eso lo encontraron en los Riscos de la capital". Son palabras de Gabriel Betancor, director del Archivo de Fotografía Histórica del Cabildo. Durante siglos, los barrios que rodeaban las opulentas Vegueta y Triana estaban habitados por artesanos, sirvientes, obreros y campesinos. San José, San Roque, San Juan, San Nicolás, San Bernardo y San Lázaro fueron, y siguen siendo, una seña de identidad de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

Los llamados Riscos se convirtieron en un auténtico icono para los extranjeros que visitaban la capital grancanaria, en una época en la que llegaron miles de europeos y norteamericanos, principalmente, atraídos por el pujante comercio del nuevo Puerto de La Luz. Canarias vivía un boom económico basado en la exportación de plátanos, tomates y papas al inmenso Imperio Británico, entre otros mercados europeos. De esta manera, encontraron en las laderas de la ciudad una serie de barrios con un exotismo difícil de igualar en otras latitudes.

Fueron muchos curiosos los que hace un siglo tomaron fotografías que luego darían la vuelta al mundo. Hasta en ciudades como Londres, Nueva York o Chicago llegaron a venderse postales del Risco de San Nicolás. Las caras de tez morena, los pies descalzos y las espaldas castigadas de los risqueros quedaron plasmadas para la posteridad. Una selección de 55 retratos han sido recopilados hoy en la exposición Los Riscos en la iconografía de Las Palmas de Gran Canaria, una interesante mirada a la historia de Las Palmas de Gran Canaria entre 1880 y 1960, que puede visitarse hasta el 28 de marzo en el local social del barrio, situado en San Nicolás, número 24, y que se ha sido organizada dentro de las jornadas Risqueando, organizadas por Amirisco (Amigos y Amigas del Risco) junto al Ayuntamiento y la Fedac.

Se trata de la historia que no aparece en los libros. Esa que cuenta la vida del día a día de la sociedad, de las clases humildes y trabajadoras. Esa ciudad pobre que, en tiempos de la Belle Époque o los locos años 20, vivía inmersa en el tercermundismo. Esta es una colección que aúna fotografías de los seis lomos que componen el anfiteatro que ha rodeado desde siempre los solariegos barrios de Vegueta y Triana. Imágenes impactantes de una ciudad de otro tiempo.

La Fedac, dependiente del Cabildo Insular, ha aportado estas auténticas joyas a una iniciativa tomada por los vecinos del Risco de San Nicolás. Según Betancor, "la ciudadanía debería asistir a esta exposición para conocer el papel que han tenido los Riscos en la formación de Las Palmas de Gran Canaria". No obstante, estas fotografías son historia viva de la sociedad de su tiempo. "La exposición trata de analizar el papel que tuvieron estos barrios en el desarrollo de Las Palmas de Gran Canaria", continúa.

Las imágenes se tomaron en su mayoría por visitantes que recalaban en la capital. Entre ellos destaca el autor Carl Norman, un noruego que vendió las postales que realizó a medio mundo. Muchas de las fotos de la exposición están firmadas por él.

Burros por la antigua Carretera del Centro, el Cuartel de Mata o el desaparecido Puente de Piedra son algunos de los iconos que fueron inmortalizados por Norman. En las laderas del barranco de Mata se repartían anárquicamente las denominadas como Cuevas del Provecho. Una de ellas, fue plasmada por el noruego en una postal que llama rabiosamente la atención, no por su enjambre de chiquillos sobre rocas, no; en la diapositiva pone en letras rojas Tenerife como lugar de procedencia. Efectivamente, los equívocos entre las dos islas del Archipiélago vienen de muy lejos.

Estas postales podían ser adquiridas en bazares de souvenirs de la época. Uno de ellos era el Deutscher Bazar, situado en el número 50 de la calle Mayor de Triana. Para convertir una de las diapositivas en blanco y negro en una estupenda postal, estas debían pasar por una técnica conocida como iluminación. Gracias a este tratamiento, los colores conseguían ser picmentados y salir al descubierto.

Muchas de estas fotos fueran tomadas por turistas desde las azoteas de Triana, con un fondo incomparable. "El turista llegaba a los hoteles de la Plaza de San Bernardo y buscaba lo exótico, ¿qué se encontraba? El Risco de San Nicolás en la loma, se convertía en un verdadero icono", señala Betancor. Justamente, en esa calle, en otro tiempo plaza con solera, se encontraban el Hotel Continental y el Quineys. Por desgracia, ambos han desaparecido hoy -sobre el primero se levantó el Círculo Mercantil- pero entonces eran dos alojamientos destacados; el Continental contaba incluso con un exuberante jardín tropical en su interior. Tras la sombra de los laureles de indias, lo más vistoso era el Risco de San Bernardo, hoy integrado en lo que se conoce como El Risco.

El edificio que actualmente acoge la sede de la Fedac, en la calle Domingo J. Navarro, era también un punto singular para fotografiar el Risco. Allí estaba el estudio fotográfico de Tomás Gómez Bosch y su azotea era lugar de encuentro para los visitantes.

Ciudad rica, ciudad pobre

La capital estuvo dividida en dos partes muy diferenciadas durante centurias. En el llano, estaban Vegueta y Triana, la ciudad rica de los comerciantes, el clero y la gente pudiente. Mientras, arriba, en los Riscos, la ciudad pobre, donde habitaban los obreros, los campesinos y los sirvientes. Esta tendencia tan marcada se mantuvo durante mucho tiempo. Es más, en los últimos 50 años el Risco ha continuado siendo un foco de marginación.

Una imagen vale más que mil palabras, y en esta exposición hay muchos ejemplos. A un lado, unos niños bien trajeados, con zapatos lustrados, sin rastro de mugre, sentados en los muros de la plaza de Santa Ana. Mientras, bajando por la calle, una niña con ropas raídas carga una enorme cesta sin calzado alguno en los pies. En otra imagen, unos europeos con lujosa vestimenta posan junto a unos niños obligados a trabajar y unas mujeres cubiertas con mantilla. Impactantes imágenes que reflejan una ciudad hoy desaparecida.

Según Gabriel Betancor, la población de la capital grancanaria tenía las típicas características de las sociedades coloniales o semicoloniales, derivando en una brutal desigualdad entre ricos y pobres. No es de extrañar que, según Betancor, una de las cosas que más llamaba la atención de los extranjeros era la tez morena de los risqueros. Curiosamente, en el caso de Triana, las fincas separaban las calles comerciales y la barriada empobrecida de los lomos de San Nicolás, San Bernardo y San Lázaro, lugares donde vivían los trabajadores de esas tierras.

Si los hombres se dedicaron en su mayoría a trabajar en las grandes plantaciones, las mujeres asistían a los ricos como lavanderas y criadas. La exposición cuenta con una serie de fotos dedicadas a estas fuertes mujeres. Quizás son algunas de las que más destacan. El agua se desviaba desde el barranco Guiniguada en acequias, en ellas había lavaderos donde decenas de mujeres limpiaban las ropas de los señoritos y militares. Cabe decir que las niñas desde muy temprana edad se involucraban en estas tareas. Las fotografías en el entorno del conocido como Árbol Bonito, en San Juan, son una fehaciente prueba de estos hechos.

La exposición intenta resumir en unos pocos ejemplos la historia y el pasado de estos seis barrios de la capital. Portones, acequias, fincas, cuevas y casas terreras son algunos de los elementos distintivos de unos lugares que guardan un increíble encanto. No obstante, el lema 'las casas de colores' ha sido una imagen icónica en multitud de campañas turísticas actuales. La desigualdad de la zona histórica de Las Palmas de Gran Canaria es hoy, como ayer, un reclamo para muchos de los que visitan la ciudad.