El militar que mató en el parque Doramas a un vecino del barrio de Arenales se aferra a la legítima defensa para tratar de lograr su absolución. "Me pidió 20 euros por una felación. Le dije que no, me di la vuelta y seguí por las escaleras. Sentí un golpe en la cabeza y vino a por mí. Nos agarramos y caímos por un terraplén hasta una valla. Era él o yo", sostuvo ayer Ruymán Sánchez Carrasco en la primera sesión del juicio que se celebra en la Audiencia de Las Palmas mediante el sistema del jurado. "No soy un monstruo, pasó lo que pasó porque me defendí". Hoy continúa la vista oral con más declaraciones.

El soldado profesional, que sigue vinculado al regimiento de Infantería en La Isleta, se enfrenta a diez años de cárcel por los delitos de homicidio, robo de uso y contra la seguridad vial. El fiscal Pedro Gimeno no exige una pena mayor -el castigo de homicidio llega a 15 años- por la atenuante de confesión y de embriaguez, aunque rechaza la legítima defensa, el miedo insuperable y la intoxicación plena que plantea la defensa para reclamar la exculpación.

Gimeno explicó al jurado que Ruymán Sánchez tiene margen para mentir en su declaración, pues la víctima está muerta y no existen testigos de lo que pasó esa mañana del 28 de noviembre de 2015. "Su herida en la cabeza no se produce del modo en el que transcurre la pelea. Le partió el cuello y las lesiones eran numerosas. ¿Tenía que hacerle todo eso para salvar su vida?", preguntó el fiscal a los miembros del tribunal popular. Los forenses que practicaron la autopsia describen en sus informes hasta 15 lesiones o fracturas, mientras que el militar sólo sufrió una brecha en la cabeza de cinco puntos de sutura.

Sánchez, de 34 años en el momento de los hechos, se mantuvo firme en sus explicaciones, tanto a preguntas del fiscal como de la acusación particular, que representa a la viuda de Raúl Fernando Cano Álvarez, de 47 años, y sus dos hijos menores. Asegura que es militar desde 2008 y desde entonces está destinado en la capital grancanaria. Esa mañana decidió "atajar" para ir a su casa por el Doramas. Niega que buscara sexo en la parte alta del parque, que es una zona de intercambio habitual de chaperos, sino que estaba "cansado" y no quería ir por el Barranquillo.

El soldado afirma que el día anterior se lo pasó en el Arsenal, donde tomó "cerveza y cocaína" por la fiesta de la patrona. Luego se cambió el uniforme en casa de un compañero y se fueron a una discoteca. La noche acabó en la clínica San Catalina porque agredieron a uno de sus colegas.

En el centro sanitario se formó otro escándalo porque uno de los militares quería volver a la discoteca para vengar la agresión, pero Sánchez sostiene que no quería "follones" y se fue caminando para "despejarse", hasta que finalmente llegó al Doramas y decidió subir a la parte alta de la ciudad por las escaleras del parque.

"Mi error fue ir por ahí en vez de coger un taxi. Estaba sólo, los árboles no se iban a mover para defenderme. Sentí miedo y me defendí para salvar mi vida", añade el militar. Sánchez no recuerda que "pateara" el cuello de la víctima ni le golpeara la cabeza con una piedra de grandes dimensiones, tal y como sostiene la policía. Agrega que todo sucedió muy rápido, como si soñara, y que en ese momento sangraba de manera abundante por la cabeza. Por eso dice que escapó en el coche de la víctima, para ir al Hospital Doctor Negrín a que le curasen la herida. Tuvo un accidente en la Avenida de Escaleritas y siguió a pie. Antes de llegar al Negrín se encontró con la Policía Local y les contó que había tenido una pelea en el Doramas. Las pruebas de alcoholemia realizadas varias horas después arrojaron resultados de 0,63 y 0,69 miligramos por litro de aire aspirado.

Su abogado, Francisco Espino, describió a Sánchez como una "buena persona", con dos hijos y prestigio en el Ejército. Como prueba citó un informe del ministerio público que le sirvió para obtener la custodia del primero de sus hijos, así como el hecho de que el Estado le siga pagando su sueldo de soldado "porque cree en su versión". El letrado considera que el error de su cliente fue adentrarse a las 08.00 horas en su zona de "cancaneo nocturno", una especie de bosque "peligroso" y oscuro donde le "esperaba su presa" para "satisfacer sus instintos sexuales".

El fiscal y la acusación particular, que califica el crimen de "brutal", rechazan esa versión de los hechos y cuestionan que el acusado cogiera ese atajo para llegar a su casa, entre otros motivos porque vive en La Ballena y no parece una trayectoria coherente desde la clínica Santa Catalina.

Ambas acusaciones, además, reprocharon al militar que no llamara a los servicios de emergencia y se fuera en el coche de la víctima, tras quitarle las llaves del bolsillo y diez euros. "La desproporción de las lesiones es brutal. Por su formación quería causar mucho daño y lo hizo", replicó el abogado de la familia del fallecido.

Fernando Álvarez había dejado esa mañana a su mujer en el Puerto y se disponía a ir a su trabajo en un locutorio de la calle Carvajal. Nadie ha explicado por qué su coche estaba estacionado esa mañana en la parada de guaguas del parque Doramas, donde su vida se truncó al cruzarse con el militar que venía de amanecida.