La ciudad todavía no ha despertado y tan solo las farolas y las luces que se ven a lo lejos, sobre el mar, iluminan la noche cerrada. Apenas hay tráfico, prácticamente los semáforos son los únicos compañeros en el camino hacia el Puerto. No hay completo silencio, pero sí un completo vacío en la plaza Manuel Becerra donde el bullicio y el ir y venir de personas y guaguas es la imagen más cotidiana. Desde allí, la calle Benartemi se ve igual de solitaria y aparentemente las banderolas que la adornan están son las únicas que están en movimiento. Pero eso es solo aparentemente. Basta con subir la cuesta unos metros para encontrarse con la realidad. La iglesia de Nuestra Señora del Carmen está abierta de par en par y en su puerta se congregan decenas de vecinos a pesar de ser de madrugada. Y es que en La Isleta la fe no entiende de horas cuando se trata de estar junto a su patrona. "Va en nuestro ADN", asegura Maribel Guillén mientras espera que dé comienzo el rosario de la aurora que desde el pasado sábado se realiza diariamente con motivo de las fiestas patronales del barrio que este domingo celebrará el día grande en honor a "Carmen".

Junto a Guillén, Gloria Gil Quevedo y Lidia Munguía González esperan apoyadas en el coche que hay aparcado frente a la parroquia, donde charlan distendidamente minutos antes de que comience el acto religioso. Las tres son nacidas y criadas en La Isleta, de donde tienen claro que no van a salir "si no es con los pies por delante", asegura Quevedo. De ahí que conozcan bien las tradiciones del lugar que no se pierden por muy temprano que sean. "Es la devoción", explica Munguía poco antes de que las agujas del reloj se alineen en la hora exacta en la que la imagen desciende por la pequeña rampa que hay colocada a la entrada del templo.

El recorrido se inicia puntual. En cuestión de segundos la madrugada queda inundada por el murmullo que da respuesta al rezo que dirige el párroco, Agustín Sánchez a través de un altavoz colocado al pie del pequeño trono que sostiene la talla. Apenas hay paradas entre misterio y misterio y la comitiva que acompaña a la imagen camina diligente por las calles del barrio. Un trayecto en el que las promesas se hacen visibles en los pies descalzos que llevan algunas personas como Ángeles Hernández, quien suele acudir a los actos movida por la fe hacia la patrona de los marineros y de la Armada Española en la Isla que le han inculcado desde pequeña.

"Esto es una tradición que pasa de padres a hijos", apunta a su lado Eloísa Bolaños. Isletera también desde nacimiento, a sus 54 años vive al completo el programa festivo que se prepara en honor a la Virgen del Carmen. "Es una esperanza estar junto a ella", asegura quien pide por todos sus familiares, especialmente por aquellos que ya no están, mucho de los cuales también contribuyeron a la consolidación de su fe. "Mi abuela ya era mayor cuando murió y venía a esto", recuerda quien tiene claro que ahora es su turno de transmitir ese mismo sentimiento a las nuevas generaciones. Por lo pronto, sus hijos también la acompañan en las madrugadas y hasta se llevó a su nieta Alisson, de cinco años, a la primera.

Y es que según comenta Héctor Ramos, "en La Isleta, después de mamá y papá, los niños aprenden a decir Carmen". Tanto es así que ni la hora ha desalentado a muchos pequeños a participar en el rezo del rosario que siguen con más o menos concentración bajo la mirada de sus progenitores. Esta vez, entre ellos no se encuentra Alisson que, sin embargo, si estuvo el día anterior a petición propia. "Me hizo levantarla para venir y el año pasado tuve que llevarla a ver a la Virgen porque si no se enfadaba", cuenta con orgullo su madre, Aránzazu Artiles Bolaños, quien sigue el recorrido por las distintas calles agarrada del brazo de Ramos.

Ninguno de los dos ha dormido aún, como tampoco lo han hecho el resto de su grupo de amigos. Entre ellos es tradición propia pasar las noches en vela cenando y charlando hasta que acaba el acto. "Y esto lo hacemos desde que somos chiquillos", asevera Héctor quien a pesar de tener tan solo 28 años, conoce de primera mano el interior de las fiestas que se celebran "desde la década de los 60" con la estructura actual. "Según he leído, hasta 1953 el rosario de la aurora solo se hacía el día del Carmen, pero a partir del año siguiente comenzó a hacerse los días previos, como ahora", cuenta quien ha sido catequista y miembro del coro de la parroquia y de la comisión de fiestas.

Desde entonces, la 'aurora' es un reclamo para muchos feligreses que no se pierden ni una sola jornada. Ya sea acompañando a la imagen a pie o desde las ventanas y balcones de las casas desde donde algunos vecinos se asoman para seguir el rezo al paso por las calles del barrio que llevan días engalanadas. Pancartas, y banderolas de colores atraviesan de lado a lado las vías públicas para dar la bienvenida a la Virgen que, en Guayedra, casi se queda enganchada de los adornos colgantes. Un problema que se ha saldado con la ayuda de un vecino que, desde el mismo trono, sujetaba las banderillas para evitar que la corona quedase enredada en ellas bajo la atenta mirada de los demás asistentes que rompen en aplausos al ver que podía seguir el recorrido sin mayor problema.

Día grande

El fervor se respira en el ambiente y eso que todavía queda para celebrar el día grande del Carmen. "Nosotros cerramos desde el día 14 la calle Romeral para prepararla y recibirla como se merece cuando pase por ahí", explica emocionada Eloísa Bolaños. Será mañana cuando el barrio empiece a crear las tradicionales y coloridas alfombras de sal por las que pasará la imagen el domingo, arropada por cientos de personas que acuden cada año desde todas partes de la ciudad y la Isla para acompañarla en su día. Una jornada emocionante para aquellos que le profesan una profunda devoción a la Virgen "más bonita". Por lo pronto, "hasta mañana, si Dios quiere", se despide de ella una vecina al verla entrar en la iglesia.