La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Libre tras un asesinato que no cometió

Un exlegionario logra la absolución y sale de prisión al acreditar que mató a su víctima en defensa propia

Libre tras un asesinato que no cometió

Fermín Guerra Alemán ha estado en prisión un año y siete meses, hasta que el miércoles un jurado lo declaró no culpable del asesinato por el que fue juzgado en la Audiencia de Las Palmas. "Me siento desubicado, como un pajarillo que acaba de salir de la jaula, asegura este legionario retirado. Luego coge aire y mira a sus hermanas Juana y Pino, se echa las manos a la cabeza, llora, vuelve a mirar y le da las gracias a su abogado... Un ritual de gestos con el que trata de asimilar la sentencia absolutoria dictada por la magistrada Pilar Verástegui.

Guerra tiene 62 años. Salió de la cárcel el mismo miércoles por la tarde, tras emitir el jurado su veredicto de inocencia. Las hermanas, que no han faltado a ninguna visita ni comunicación desde que entró en prisión, le esperaban a la salida de Salto del Negro, donde el Módulo Ocho despidió al viejo legionario con un gran aplauso. Llevaba dos bolsas de plástico con cosas que ya no sirven para nada, como los tickets del economato, donde solía tomarse los cafés para ahuyentar la soledad.

"La cárcel es horrible, no se la deseo ni a un perro", cuenta Guerra dos días después de obtener la libertad. Allí, entre presos con crímenes de todo tipo a la espera de juicio, se ganó el respeto y el cariño de sus compañeros. "Algunos me pedían hasta que les bajara los cigarrillos de la celda", añade , todavía incrédulo por la inesperada absolución. El ministerio público, con uno de sus fiscales más veteranos al frente, solicitaba 20 años de cárcel, la pena máxima prevista para el delito de asesinato con alevosía.

Guerra mató a un hombre en la calle Ferreras de Las Palmas de Gran Canaria , pero el tribunal considera que lo hizo en defensa propia y debido al miedo insuperable que sentía hacia la víctima. Su abogado, Álvaro Muñoz, del despacho Guerra García de Celis-Domínguez-Lorenzo, creyó en su inocencia desde que se hizo cargo del caso por el turno de oficio. "Se defendió como pudo", explica el letrado. Por eso planteó esas dos eximentes y por eso ha cosechado un éxito con pocos precedentes. Era, además, su primer jurado.

El turno de oficio también logró hace diez años la libertad de dos acusados por el crimen de un taxista, pero en este caso la absolución no es por falta de pruebas, sino por la convicción de que el sexagenario no es responsable del homicidio. Su abogado, en ese sentido, no descarta reclamar una indemnización por el tiempo en prisión. Esa posibilidad, en cualquier caso, se estudiará más adelante. Ahora toca "asimilar que estoy en libertad" agrega Guerra.

Su alegría sólo se nubla cuando rememora lo que pasó aquel 24 de marzo de 2016. "Fue mala suerte que cogiera por Manuel Becerra y me encontrara con esa persona", afirma Guerra. Conocía a la víctima porque coincidieron años antes en un centro para gente sin hogar. Ahí empezaron los problemas.

La víctima solía molestar a Guerra y éste se defendió ante el "enésimo" intento de robo, relata su letrado para llenar el silencio de su cliente, que se pone nervioso al recordar el "terror" experimentado en ese momento: había perdido las gafas durante el forcejeo, estaba en el suelo y su adversario, que era cojo, utilizaba las muletas para atacarle. En ese contexto abrió su pequeña navaja y pinchó a la víctima en el abdomen, que finalmente murió en urgencias por la gran cantidad de sangre perdida.

"Nunca he mentido, siempre dije que todo ocurrió así, que no tenía intención de matar a nadie", destaca Guerra. El exlegionario lamenta ese encuentro fortuito en la zona del Puerto y, sobre todo, las decisiones que le llevaron al centro social, donde se fraguó su desgracia y la de su víctima.

Acabó en ese hogar de acogida tras independizarse de sus hermanas para "volar solo", pues tenía unos ahorros que había ganado en la hostelería y acababa de conocer a una mujer que le gustada. Alquilaron un piso cerca de Las Canteras, pero la cosa no salió bien y se vio en la calle, sin dinero y sin el valor necesario para pedir otra oportunidad a su familia.

La vida de Fermín no ha sido fácil. Hizo la mili en Valencia, luego se enemistó con su padre y se metió en La Legión, con esos tatuajes en los brazos de tinta de bolígrafo tan de otro tiempo. Arrastraba una discapacidad, pero supo buscarse la vida en Europa, donde logró reunir dinero al trabajar en la vendimia francesa. El azar lo llevó a Tenerife, pero echó de menos a sus hermanas y volvió a la capital grancanaria para instalarse con Juana en Pedro Hidalgo.

Todos se opusieron a que se fuera a vivir solo, pero Guerra es testarudo y se salió con la suya. Iba, sin saberlo, camino de la desgracia. Ese 24 de marzo, cuando fue detenido, ni siquiera avisó a sus hermanas para no molestar: era la primera vez que estaba preso y tenía vergüenza. Ellas lo llamaban, pero nadie contestaba. Así que el Viernes Santo se presentaron en su casa para invitarlo al sancocho. Fermín tenía la costumbre de tachar los días del calendario y ese 24 era la última señal de su existencia. De esa manera, tras acudir a la comisaría, es como descubrieron que estaba en la cárcel.

Por la mañana iba a clases de inglés y español. Por la tarde veía cotilleos del corazón o jugaba al dominó. Los domingos iba a misa. Cualquier cosa sirve en prisión para mantener la cabeza tranquila, porque "si te pone a pensar lloras como un niño chico", confiesa un legionario que extrañó a su familia.

Compartir el artículo

stats