La Audiencia de Las Palmas ha dejado visto para sentencia el juicio contra un ciudadano ecuatoriano que supuestamente abusó de su hija de manera reiterada durante cinco años, tras llegar la familia en 2001 a la capital grancanaria para encontrar trabajo y criar a sus dos hijas.

La víctima, que tenía diez años cuando ocurrieron los hechos, dejó en un testimonio desgarrador en la sala. "Cada vez que apagaba las velas en los cumpleaños deseaba que todo fuera como antes. No entendía por qué me hacía eso. Mi padre me arruinó la vida", expuso la joven ante los magistrados de la Sección Primera de la Audiencia Provincial.

La veracidad su testimonio fue ratificado por las psicólogas forenses que se entrevistaron con la víctima en el Instituto de Medicina Legal de Las Palmas, lo cual llevó a la fiscal a elevar a definitivas sus conclusiones para solicitar una pena total de 34 años de prisión. Inés Herreros acusa al padre de la joven de seis delitos de abusos sexuales y uno de exhibicionismo.

Los hechos sucedieron nada más llegar la familia a Gran Canaria, donde el acusado vivió a caballo entre la capital y el sur de la Isla, con la finalidad de trabajar en la zafra del tomate.

Todo empezó con manoseos que acabaron en prácticas sexuales completas, con situaciones muy duras y desagradables para la entonces menor, según su testimonio. Asegura que su padre le pegaba cuando vivían en Ecuador, pero en Canarias dejó de hacerlo y comenzó a aprovecharse sexualmente de ella: primero mientras compartían casa y después, tras la separación de sus progenitores, cuando iba a buscarla para quedarse en el nuevo piso.

"Sentía temor cada vez que tenía que irme con él", añade la joven. El tribunal la ha localizado en un país europeo para que testifique en el juicio, a donde se marchó para tratar de superar lo sucedido y rehacer su vida.

Los hechos se investigaron a raíz de una denuncia de su madre por violencia de género que finalmente se archivó. Los abusos fueron cesando a medida que la menor fue cumpliendo años y se enfrentó a su padre con la ayuda de su hermana, un año más chica que ella, a quien le contó lo ocurrido para protegerla, porque temía que le sucediera lo mismo. Finalmente se lo reveló a su madre con motivo de una discusión por su bajo rendimiento académico.

El procesado, en cambio, niega los abusos sexuales. Sostiene que siempre vivieron en habitaciones compartidas, sin privacidad, y que no veía a sus hijas tras la separación porque la madre no dejaba que las cuidara. La fiscal, en cambio, afloró algunas contradicciones en esa versión, pues sí existía un régimen de visitas y el procesado acabó reconociendo que sí se quedaban en su nueva casa.

"Ni maltraté a mi mujer ni he abusado de mis hijas. Me denunció porque se quedó sin la casa de Ecuador cuando perdió el divorcio", replica el imputado. Su abogado reclama la absolución y cuestiona que la Fiscalía no aplique un delito continuado, sino por separado, lo cual incrementa la pena solicitada al tribunal.

La acusación particular reclama una condena similar a la del ministerio público. La abogada concluye que la madre trabajaba todo el día y que el padre aprovechaba que se quedaba al cuidado de la niñas para abusar de la mayor. "Salía llorosa de aquella habitación todas las tardes y le decía que eso era normal porque lo hacían todos los padres con sus hijas", alega la letrada.