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La ciudad de ayer Una barriada de viviendas sociales

Escaleritas apostó por el hielo

Ciudad Alta nació en los años cuarenta sobre un campo de tomateros pero se expandió en los sesenta y setenta con grandes proyectos

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La ciudad de ayer | Una barriada de viviendas sociales

Aquellos maravillosos setenta. En 1978 el teldense José Vélez pisaba Eurovisión y la Unión Deportiva lograba llegar a semifinales por primera vez en una Copa del Rey. Pero, a pesar de estos éxitos, Las Palmas de Gran Canaria cerraba otro capítulo de logros en el mundo del ocio para siempre. El Palacio del Hielo bajaba las persianas ese mismo año, una institución cuyo equipo de hockey sobre hielo puso a la capital en el mapa internacional de esta modalidad. Sus puertas abrieron en mayo de 1975 concebido como una obra insigne para la ciudad.

El edificio se levantó en una zona en plena expansión, al comienzo de la subida de la avenida de Escaleritas en su cruce con la avenida de Ansite. En este espacio se construyeron en pocos años torres de hasta veinte plantas, caso del Solyvista, cuya obra finalizó un año antes de inaugurarse la pista de hielo. A pesar de atraer a algunos de los mejores equipos de hockey del panorama mundial la empresa que gestionaba el recinto descubrió que este deporte no era rentable. Y eso que el patinaje había creado afición.

Dos años después se convirtió en el Bowling Palace, la mayor bolera de España y una de las mejor dotadas de Europa, con hasta 34 pistas para jugar a esta actividad. Pero, en una madrugada de julio de 1982 el antiguo Palacio del Hielo sucumbió bajo las llamas. "Estaba en León y Castillo, frente a la Clínica Santa Catalina, y el resplandor en el cielo era increíble", relató un taxista a este periódico al día siguiente del suceso. Los daños estuvieron valorados en más de 290 millones de pesetas y, donde antes se patinaba, ahora solo había un amasijo de hierros.

Este solar volvió a tener utilidad en 2001, cuando se inauguró el Club Deportivo La Cornisa. Para ese entonces el entorno de Escaleritas y La Minilla ya estaba prácticamente colmatado. Las lomas de arena donde en un tiempo los espectadores admiraron los partidos de fútbol del Estadio Insular se convirtieron en hileras de adosados y urbanizaciones con piscina. El Cementerio del Puerto es la única construcción antigua en mitad de este moderno barrio.

El campo santo abrió en 1927. En aquel entonces en las tierras por encima de la ciudad baja solo habían pequeñas parcelas de cultivos y tierra desnuda. "Esto era como un desierto", se afirma Juan Delgado, vecino de Vegueta que iba caminando hasta estas explanadas para jugar con sus amigos en los años cuarenta. "Había como un mar de millo amarillo, calabaceras y tomateros", relata este antiguo comerciante.

Viviendas sociales

En sus tiempos presenció la construcción de las casas del Patronato Municipal de la Vivienda; un conjunto de 422 viviendas sociales que se entregaron en 1948. De una planta, y en disposición de ciudad-jardín, se destinaron a obreros. Se trata de la primera urbanización que se construyó en esta parte de Ciudad Alta. Hasta ese momento la expansión de la urbe se había limitado a pequeñas actuaciones en lo que hoy se conoce como Schamann, al otro lado del barranquillo de Don Zoilo.

La barriada se completó con una escuela, el actual instituto Santa Isabel de Hungría, junto a Cáritas; y un mercado, desde hace un año sede municipal de la Casa de la Mujer, aunque en los años intermedios fue oficina de Empleo. "Allí íbamos a comprar a la tienda de Juanito, aunque a quién más recuerdo es a Manolito y su zapatería, que estaba en la puerta del mercado", apunta María González. Ella, junto a su familia, se mudó con siete años a una de las nuevas barriadas sociales de Escaleritas. Este nuevo grupo de viviendas con cuatro plantas se entregó a finales de los cincuenta entorno a la actual plaza Obispo Frías.

"En aquella época poca gente quería venir a vivir aquí, a mi padre le ofrecieron primero una casita de esas [señalando las casas de los años cuarenta], pero la rechazó, como era sepulturero también le ofrecieron una por San Lázaro, pero luego acabó aquí", explica González, mientras vigila como juega su nieta en el parque de los Hermanos Millares. Este espacio verde nació en la confluencia de la avenida de Escaleritas con la calle Obispo Romo. Esta zona ya aparece en los planes urbanísticos del arquitecto Secundino Zuazo en 1943.

Parque de fuertes y cohetes

En aquel entonces la única guagua que había para bajar a Alcaravaneras y el Puerto era "la deLuisito", quien los llevaba hasta el Cine Goya, según relata María. Tras unos inicios descuidado, el Hermanos Millares se convirtió en el principal punto de ocio del barrio para los más pequeños. "Bastante traje aquí a mi hija a jugar, yo mientras me sentaba a tejer ropita", cuenta Rodríguez. Allí se desplegó en los años setenta un Cohete y hasta un fuerte para jugar a los indios y vaqueros. Se trata de una época en la que el espacio y las películas del Oeste causaban verdadero furor entre los jóvenes.

"También había un reloj de sol muy conocido en el barrio", apunta la señora. Ahora sigue acudiendo al mismo parque. Pero el aspecto ha cambiado notablemente. En los ochenta se renovaron las zonas de juego y construyeron una fuente. "La quitaron porque se bañaban allí los drogadictos", señala Santiago Rabelo. Hoy las flores y el cesped crecen donde antes había agua. Este antiguo obrero se trasladó al barrio hace ya 30 años a las puertas de la jubilación.

De toda la vida vivió en Las Lagunetas y ahora ha acabado en la gran ciudad, como sus grandes amigos del parque Hermanos Millares. Algunos de La Aldea y otros de Tejeda, todos han visto como el cemento ha proliferado en la ladera. "De joven íbamos al trote desde la caja de reclutas hasta el cuartel Manuel Lois y pasábamos por aquí cuando eran todo tomates", indica Rabelo, mientras recuerda su paso por la mili en 1951.

Este no fue el único parque del barrio. En mitad de los bloques se creó en los años sesenta la Escuela de Tráfico Infantil, con una serie de circuitos para enseñar seguridad víal, en un tiempo en el que cada vez habían más coches en la ciudad. Entre los niños que jugaron allí estaba Pepa, una niña con coletas cuyo padre descubrió que fue a los columpios, pese a que se lo había prohibido, porque un periodista del Diario de Las Palmas se atrevió a sacarle una foto y publicarla en 1968.

Este parque, que tantas alegrías dio a los niños del barrio, desapareció décadas después para dar paso al actual pabellón deportivo Félix Santana. De esta manera, la zona de Escaleritas ha seguido apostando por la actividad física y el ocio al aire libre.

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