En febrero de 1938 el entonces obispo de Canarias Antonio Pildáin elevó a la categoría de parroquia, (designando primer párroco al hijo de aquella zona Juan Brito García), la actual iglesia del barrio de San José construida en 1786 con proyecto del canónigo arquitecto Diego Nicolás Eduardo que había sustituido la primitiva y pequeña ermita-oratorio casi en ruinas levantada en la segunda mitad del siglo XVII por Diego Ponce de León, (hijo de Bartolomé Ponce y de Francisca Calderín Tello, regidor perpetuo de Gran Canaria, como su padre), durante su matrimonio con Magdalena Angel de Alarcón y León "en un cercado donde llaman la Vegueta de Santo Domingo junto a la hacienda de La Longuera, a la parte de arriba del lomo y camino que va a la ciudad de Telde junto a las tenerías", sinónimo éste de cortiduría, sitio o taller donde se curten y trabajan las pieles, paraje aquel todavía hoy conocido así en aquella zona, en las inmediaciones del cementerio de Vegueta.

El fundador de la primitiva ermita en 8 de mayo de 1674 ante el escribano Melchor Gumiel de Narváez declara en un memorial enviado al obispo García Jiménez, que "por cuanto la devoción del Señor San José es de todos en general queridas y amadas en sus corazones que los mueve he procurado en vida fundarle una hermita, casa de oración, de su devoción para que en ella el Santo sea venerado y los fieles les ofrezcan sus oraciones para consuelo de sus almas". Declara que la levantó a partir de 1672 "de mi propio caudal y espensas, sin que para ello haya intervenido persona sino la mía, la cual [ermita] está fuera de la Ciudad en los cercados de la Vegueta de Santo Domingo"., declarando igualmente en el citado testimonio de fundación que perpetuamente la pone a disposición del obispo Bartolomé García Jiménez con el deseo de que "cada domingo se diga misa para utilidad de los vecinos pobres del lugar que por sus ocupaciones y falta de ropa y vestimenta quedaban sin ella".

Entre las disposiciones, y con cargo a sus propiedades, y señala como dotación una limosna cada año para "que mis herederos y sucesores en el Patronato de dicha hermita destinen para sus reparos cuatrocientos reales sobre mi persona y bienes especialmente sobre una fanegada de tierra y agua en La Longuera, así como doscientos reales para la dote de una doncella honesta, honrada, virtuosa y recogida que sea huérfana de padre y madre la que ha de casarse cada año en la víspera del Señor San José". Unos veinte años después de su primitiva construcción la pequeña iglesia hubo de recibir una primera reparación.

Sin descendencia

La ermita, a falta de cualquier testimonio gráfico de la época, la suponemos como las construidas en aquellos tiempos, sencilla, a dos aguas y con capacidad suficiente aunque no muy holgada para el cobijo de los vecinos de la zona, y que bajo la advocación del padre de Jesús, señala, "está adornada con el cuadro de dicho Santo capaz que coge el frontispicio del altar mayor y otros cuadros de diferentes advocaciones".

El lienzo aquí aludido es el mismo que en la actualidad preside el altar principal de dicha iglesia y cuya reproducción se ofrece en estas notas, con las firmas de los fundadores. Explica en su memorial de aquel 1674 que "dicha hermita está acabada y perfeccionada, y la latitud y longitud que tiene y sus adornos lo están con toda decensia".

Declara igualmente que dejó una lámpara de plata de aceite para si algunos devotos quisieren encenderla. Diego Ponce falleció sin descendencia y nombró heredera universal a su esposa en la que recayó el Patronato a partir de la cual fueron sucediéndola otros familiares hasta su extinción, que tenían la obligación de cuidar la ermita y celebrar la fiesta, "aunque vivan en Tenerife", matiza Magdalena de Alarcón. Esta es, muy en síntesis, la historia de aquella primitiva ermita levantada en el barrio de San José que mañana lunes celebra su fiesta patronal.