En el siglo XIX la ciudad, que tan solo contaba con los barrios de Triana y Vegueta, se encontraba dividida por el Guiniguada. Los todavía recordados Puente de Piedra y Puente de Palo servían de conexión entre las orillas del barranco, donde, a un lado, se desarrolló la actividad comercial mientras que en el otro florecía la vida bohemia en la capital.

Mucho antes de que Juan Rejón fundase en 1478 el Real de Las Palmas a orillas del Guiniguada, el barranco había servido de hogar para los pobladores prehispánicos que decidieron asentarse en sus faldas. Testigo directo de la fundación de la ciudad, se convirtió en su primera frontera natural antes de que comenzase su ensanche. Asimismo, durante los primeros siglos después de la conquista, en sus márgenes se concentró gran parte de la actividad comercial y social que todavía hoy se mantiene viva en la memoria de quienes vivieron u oyeron hablar de otras épocas. Y es que hubo un tiempo en el que para ir de Vegueta a Triana o viceversa había que cruzar por el Puente de Palo o de Piedra y ver desde ellos correr las aguas los días de fuertes lluvias era un auténtico espectáculo.

A pesar de que en los inicios de Las Palmas de Gran Canaria, ricos y pobres compartieron el mismo suelo en el entorno de Vegueta, poco a poco la zona se fue ennobleciendo por el deseo burgués que consiguió su objetivo tres centurias después. Es así como la grandes casas señoriales y palacios fueron colonizando un espacio en el que el comercio también encontró su hueco junto a Bocabarranco. Una "ubicación lógica", ya que como cuenta Plácido Checa, autor junto a su hijo Pablo de La Ciudad de Galdós, en aquel momento "solo se podían permitir ir a comprar quienes tenían dinero".

De este modo, a finales del siglo XVIII, el Guiniguada ya se había consolidado como un lugar de encuentro para comprar y vender todo tipo de productos, ya que desde 1787, según recoge la página Gran Canaria Gourment, se había concentrado la actividad comercial en la primera recova que hubo en la ciudad. Este espacio, cuenta Checa, estaba ubicado donde ahora se levanta el Teatro Guiniguada donde sembró precedentes para lo que más tarde llegaría hasta nuestro días como Mercado de Vegueta. Un espacio que aún goza de fama en el casco histórico y que llegó décadas después, fruto de una iniciativa más ambiciosa que se tradujo en la edificación del primer mercado de abastos que abrió sus puertas en 1856 bajo el nombre de Mercado de Las Palmas.

Al proyecto, que fue firmado por Manuel de Oraá a partir de una idea original de Manuel Ponce de León, se le uniría cuatro años después el Matadero Municipal. Este estaba emplazado cerca del Restaurante Herreño, en el lugar que ahora ocupa un aparcamiento. Al lado, dando a la trasera del Mercado, López Echagarreta levantaría la Pescadería. Otra creación de Ponce de León que llevó a cabo López Echegarreta de "tal belleza", que el también propietario de Cam- PDS Editores no entiende "cómo pudieron echarla abajo".

No fue lo único emblemático que desapareció del barranco. A principios de la década de los 70 del pasado siglo, la construcción de la autovía también acabó con la vida de los conocidos como Puente de Piedra y Puente de Palo. El primero de ellos comenzó a construirse en 1814, costeado por el obispo Manuel Verdugo, en honor a quien se le dio nombre oficial a la estructura que finalmente sería conocida por el material que la adornaba: piedra azul de Arucas.

La nueva plataforma para conectar Vegueta y Triana, los dos únicos barrios que existían hasta la época, fue muy aclamada ya que vino a sustituir a tantas otras que habían sido arrastradas por las barranqueras. De hecho, Manuel Ojeda-Deurvan Artiles asegura en el artículo Puentes sobre el Guiniguada que publicó en este periódico en 2013, "hasta mediados del siglo XVI no se tienen noticias de la existencia de paso elevado que facilitase el desplazamiento" entre ambos barrios. "Conocemos que, a finales del siglo XV era utilizada una escalera que desde el lecho del barranco se accedía a una placita junto a la ermita de Nuestra Señora de los Remedios, situada al final de la cuesta de San Pedro. Avanzado el año de 1500, y más al poniente, se levantó un puente de cantería y un solo ojo que no resistió la venida del barranco en 1579", escribe. Y así fue hasta cuatro veces más hasta que por fin se acabo el de Verdugo que en 1929 fue sustituído por uno de acero y hormigón, obra de Simón Benítez Padilla.

Inicialmente, el Puente de Piedra se erigió con tres bóvedas y se colocaron en sus extremos cuatro estatuas que representaban las estaciones del año: primavera (con flores), verano (con uvas), otoño (con trigo), e invierno (con agua). Sobre estas figuras existen numerosas curiosidades. La primera de ellas la recoge Pedro González- Sosa en una publicación que lleva por título Las estatuas del Puente de Piedra, que estas mismas fueron hechas en Italia unos ocho o nueve años después de que se hiciera el viaducto y "costaron 6.000 reales de vellón".

Asimismo, Salvador Sagaseta recordaba en 2008 en Teníamos un río la vez en que "robaron estolas en la Catedral y se las pusieron, junto con sujetadores" a las imágenes. Todo ello como una broma hacia el obispo Pildaín quien escandalizaban "los despelotes de verano". Fue precisamente el clérigo el protagonista de otra de las anécdotas. Y es que su aprensión a los torsos al descubierto llevó a exigir que se retirasen las tres estatuas que así lucían. "Las volvieron a colocar en el lugar donde siguen actualmente después de que se hubieran quitado los dos puentes", aclara Plácido Checa.

El otro puente al que se refiere también tiene su historia que se inicia bajo el mandato como alcalde de Antonio López Botas, entre 1861 y 1868. Fue él quien mandó construir la estructura que, al igual que la anterior, adquiriría como nombre oficial el del regidor municipal, aunque fue conocido cariñosamente como Puente de Palo. "No se sabe si el nombre se le atribuye porque tuvo una madera encima o porque el material eran planchas de palastro", explica Checa.

En cualquier caso, este viaducto por el que también circularon las vías de La Pepa tuvo, bajo los ojos de Sagaseta "un romanticismo muy superior a su vecino". Esto fue gracias, entre otras cosas, a los quioscos cuyos olores y sonidos, todavía muchos recuerdan. Diseñados por Laureano Arroyo, el primero de todos ellos que abrió fue el de tejidos de Santiago Said. A él no tardaron de unirse otros negocios que, aunque pequeños, son guardados con un gran recuerdo como es el caso del Bar Polo, "el Bar Gijón de la época", en el que se congregaban todos los intelectuales. Allí también estuvo la tabaquería El Deportivo y una dulcería que, igualmente, pasaron a mejor historia con la carretera.

Además del cariño en la memoria popular, los pasos elevados que actualmente sustituye el asfalto, servían también como puentes con la zona bohemia de la ciudad que, en el siglo XIX, se concentraba en "la plazuela", ahora plaza de Las Ranas. En este entorno, en la calle Remedios con Peregrina se emplazaba el Hotel Europa en lo que ahora es el Centro Comerical Monopol.

En la misma vía también estaba la Farmacia Vernetta, la primera que hubo en la Isla donde además de vender medicamentos también se despachaban opiniones. "En la puerta había unas cadenas donde la sociedad más popular se sentaba a debatir sobre las cosas de la capital, mientras que la aristocracia lo hacía en el Gabinete Literario". Uno de los temas más polémicos fue la construcción del Teatro Pérez Galdós frente a la citada pescadería que sirvió de sátira al propio dramaturgo que no concebía la ubicación -la misma que la actual- del nuevo coliseo que inicialmente abrió sus puertas bajo el nombre de Tirso de Molina. Quién le iba a decir a Galdós lo mucho que cambiarían las cosas en la ciudad de su niñez y juventud. Eso sí, el entorno del Guiniguada sigue siendo un lugar donde dejarse ver, por mucho que pasen los años.