Si hay alguien que sienta un complejo respeto por el agua, ese alguien es canario. La carencia, y consecuente dependencia ancestral del agua en nuestras islas, nos llevó a practicar una inconsciente religión animista, que empezó a difuminarse lenta, pero progresivamente con la primera desaladora. Por eso no es difícil entender la escasez de fuentes en Gran Canaria, por atenderse más al gasto que a su disfrute y ornato. Sin embargo, algunas fuentes, como la del Pilar Nuevo, Santo Domingo, Cairasco, y la enigmática y bella del Espíritu Santo, muestran, todavía, la capacidad del canario, para diseñar, vestir y cubrir, con un manto de piedra labrada, el agua desnuda que circulaba por enfermas acequias y tuberías. No contribuimos en la realización de las fuentes monumentales de la Edad Media, ni fuimos capaces de inventar oportunas leyendas, como la de la fuente romana de Trevi, donde por una moneda tirada con fe, se te promete el pasaporte para volver a Roma, pero nos hemos emparejado en las nuevas modas, hemos contribuido a ellas haciendo fuentes estándar, con chorros de agua abundantes que se cruzan en el aire con trayectorias cambiantes, con juegos de luces, colores y a veces, monótonos sonidos... Ahí esta la fuente luminosa de la trasera de la Comandancia de Marina, la de Las Rehoyas y la de la rotonda de la Cruz Roja en Arucas.

Bueno está, pues es una forma de arte y expresión que respeto, pero no quisiera en exclusividad, porque al establecer una uniformidad limitan el espíritu creador que es una de las primeras necesidades del arte. Una de las últimas fuentes-monumento de Las Palmas (si no la última) es la de Negrín, en la calle Triana. Interesante y original, pero vuelve a aflorar el complejo antes aludido, al hacerse circular un chorro mezquino y anodino, en la base de la obra.

La fuente social e intelectual por excelencia de Las Palmas, fue La Fuente de Las Ranas, en la vieja plaza de la Democracia (Hurtado de Mendoza, Plazuela) a orillas del recordado Guiniguada, que sigue enterrado en el asfalto negro, a pesar de las promesas políticas de resucitarlo. El Guiniguada y la Fuente de las Ranas, constituyeron un espacio natural hídrico, difícil de olvidar... Fuentes de Las Ranas, conozco varias, en diferentes ciudades: Madrid, Oviedo, Albacete... muchas de ellas, nacidas al socaire de la leyenda griega de Latona, que convertía a los campesinos en ranas, por burlarse de ella y de sus hijos Apolo y Artemis (Diana).

La Fuente de Las Palmas tiene dos ranas verdes enfrentadas en un estanque rectangular, arrojando un chorro de agua por sus bocas levantadas, que caen en medio de la pileta en un suave sonido. Viejos árboles daban su sombra a la plaza, convertida desde su creación en lugar obligado de paso de Vegueta a Triana, por la histórica calle de la Peregrina. ("Súbitamente entro en la plazuela / y allí intento buscarnos /allí reconocernos...": García Isábal). Junto a la fuente se encontraban, en tardes de calor o lluvia, un grupo de canarios, que formalizaron allí un foro de intercambio de ideas, desafiando el férreo marcaje del régimen franquista. Allí se intercambiaron libros prohibidos, muchas veces traídos de la trastienda de la Librería Hispania, de las colecciones Sur y Losada, de Argentina. Allí se sentaron los hermanos Lezcano (Pedro, Paco, Miguel, Santiago). Alfredo Herrera Piqué, Juan Suárez, Gustavo León, Emilio Díaz, Manuel González Barrera, y un buen numero de valores imposibles de enumerar en este artículo.

Hoy, en las viejas oficinas del Banco Hispano, en la plaza añorada, hay una biblioteca a la que acuden los estudiantes... Continuación lógica de aquel primer foro educador al aire libre. Al pasar por ella, me ha llegado la nostalgia y la certeza de la victoria final en la evolución de un pasado que se nos mostró difícil. Pienso que por muchos años que pasen. La Plaza de las Ranas seguirá siendo un símbolo de la libertad intelectual de aquellos que fuimos jóvenes en un duro régimen, que no sobrevivió a lo que la fuente representaba... eso: la libertad.