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El fútbol ha sido el último en caer

El sueño de todo presidente de club de fútbol consiste en sentarse en el banquillo, pero no de esta manera. El procesamiento de Sandro Rosell y Josep María Bartomeu es el segundo suceso futbolístico más espectacular de la semana al margen del césped. El liderazgo corresponde a la flamígera rueda de prensa gritada por Florentino Pérez, que juzgó y condenó sumarísimamente a As y Marca. El mercader expulsó a los periodistas del templo.

El deporte no admite generalidades. Con nombre y apellidos, el juez Pablo Ruz es el jugador todoterreno por el que suspiran los clubes. Este estajanovista escribe más kilómetros de prosa que la distancia galopada por blandengues como Kroos. Al abrir el juicio por el posible fraude de 13 millones de euros, ha disipado la fe en que la religión futbolística se salvaría de la catástrofe institucional en curso.

El fútbol ha sido el último en caer. Se desploma desde muy alto, pero esta dimensión sólo aumenta el estrépito consiguiente. El papa Francisco declaró ayer que un argentino se suicida arrojándose al vacío desde su ego. Al Barça le ha sucedido lo mismo, operaba fiscalmente desde la autosuficiencia que concede la inviolabilidad del balón.

El consuelo para los madridistas se cifra en que la justicia intentará rescatar la fracción alícuota del fichaje de Neymar pagada por los seguidores blancos. Sin embargo, esta satisfacción queda empañada ante la convicción de que ningún juez con un mínimo orgullo profesional se atrevería a investigar el fichaje de Bale, dado el menguado rendimiento de la estrella. ¿Título de la autobiografía? Yo condené a Neymar.

Un trabajador medio español gana 20 mil euros al año y paga en proporción más impuestos que un astro que cuesta cincuenta veces más. Encima, le aplaude los domingos. Errarán quienes confíen en que el resquebrajamiento de la ley del silencio futbolística se detendrá en el Barça, mientras prosiguen las detenciones que implican que cada gol es sospechoso de haber sido pactado por turbios apostantes de novela.

En el intercambio de solidaridades propio del caso, Florentino recordará a sus colegas barcelonistas que él se sienta en el banquillo cada semana, y así le va al Madrid. Ancelotti no es Esperanza Aguirre, prefiere que los jeques le confeccionen las alineaciones. Retomando el principio, el nerviosismo impropio del mandatario madridista que eclipsa al procesamiento de Bartomeu y Rosell no guarda tanta relación con el Madrid como con ACS. Pérez tiene demasiadas piezas al descubierto.

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