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Juanjo Jiménez

LP Confidencial

Juanjo Jiménez

Perdónenos, Monago

Estimado presidente de la Muy Extrema y Algo Dura Comunidad de Extremadura, insigne adelantado, cachondo hidalgo e muy armado caballero don José Monago.

Hete aquí estas mis torcidas líneas de disculpas para con su polinizadora persona por hacer yo chanza e algo de cachondeo hace unos meses, en razón de vuestra persistente querencia por nuestras tierras, pero mayormente por los periplos que ussía emprendió con cansina cadencia para caramelizar en tiernos arrumacos a una chama portentosa, valiéndose para ello del algo menguado presupuesto nacional.

Toda vez conozco ayer, no sin vergüenza, arrepentimiento e constricción, que el Tribunal Supremo no jalla delito en tirar de la lata del gofio general para beneficio de un erectamiento particular, y el alivio de su priapismo, le solicito en carta pública tenga usted a bien clemencia a mí por la ácida crítica vertida contra su harto honrosa honorabilidad.

Establece el Órgano Supremo en ejemplar archivo de la causa, que sus idas y venidas en formato picaflor no constituyen malversación de fondo alguna, y que vive Dios, ni siquiera existe donde ponga lo contrario ni regulación precisa que establezca o a dónde vaya y allá como vaya el chuchango de un senador.

Y que si en cualquier caso hubo duda, la mar es Cristo, que se sepa que tan eficaz procurador hacía labores de apoyo -eso ya lo sabíamos-, y que la confianza de los ciudadanos en el buen funcionamiento del sistema constituye la base del Estado de Derecho y que, por tanto, dudar del hecho nos pone a la altura de un berberecho.

Ante todo este extraordinario argumentario del buen gobierno quedo quejumbroso, qué digo, jaquecoso e incluso un poco mocoso por haber alegado de usted, Monago, que su jeta lo peta y que lo de su pito es un hito, si bien esto último no seré yo en porfiarlo ni averiguallo.

E digo más. Que hasta baratillo que nos salió usted con sus calenturas de porompompero ya que, de tener más tino, podía hasta haberse buscado otro echadero pero no aquí, sino más allá del quinto pino.

Sólo espero en alivio por las injustas críticas pasadas que sus votantes no lo muevan de donde según el Supremo bien se merece, y que la primavera traiga a usted renovados ánimos de apareamiento, deje usted el coche en el aparcamiento, y vuele acá o acullá gratis total por donde la pirindola así le lleve.

Que invita la casa.

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